Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 99
¡Alegría de los que entran en el templo!
Adoremos al Señor, creador nuestro.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.
Adoremos al Señor, creador nuestro.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Adoremos al Señor, creador nuestro.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
Adoremos al Señor, creador nuestro.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Adoremos al Señor, creador nuestro.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Adoremos al Señor, creador nuestro.
Himno:
Sentencia de Dios al hombre antes que el día comience: Que el pan no venga a tu mesa
sin el sudor de tu frente.
Ni el sol se te da de balde, ni el aire por ser quien eres: las cosas son herramientas
y buscan quien las maneje.
El mar les pone corazas de sal amarga a los peces; el hondo sol campesino madura a fuego las mieses.
La piedra, con ser la piedra, guarda una chispa caliente; y en el rumor de la nube
combaten el rayo y la nieve.
A ti te inventé las manos y un corazón que no duerme; puse en tu boca palabras y pensamiento en tu frente.
No basta con dar las gracias sin dar lo que las merece: a fuerza de gratitudes se vuelve la tierra estéril.
¡Amén!
Salmodia
Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Salmo 35:
El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia, porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes; tu justicia hasta las altas cordilleras, tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales, ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas.
Se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Cántico:
Judit 16, 2-3.15-19
¡Alabad a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su nombre! Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió; enviaste tu aliento, y la construiste, nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán como cera, pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Salmo 46:
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Lectura breve:
Tobías 4,16-17. 19-20
No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes, bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos.
Responsorio breve:
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Dame vida con tu palabra.
Mi corazón a tus preceptos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Cántico evangélico:
Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
Preces:
Demos gracias a Cristo con alabanzas continuas, porque no se desdeña de llamar hermanos a los que santifica con su gracia. Por tanto, supliquémosle:
Santifica a tus hermanos, Señor.
Concédenos, Señor, que con el corazón puro consagremos el principio de este día en honor de tu resurrección, y que santifiquemos el día entero con trabajos que sean de tu agrado.
Santifica a tus hermanos, Señor.
Tú, que, para que aumente nuestra alegría y se afiance nuestra salvación, nos das este nuevo día, signo de tu amor, renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre.
Santifica a tus hermanos, Señor.
Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos,
sobre todo en los que sufren y en los pobres.
Santifica a tus hermanos, Señor.
Haz que durante este día estemos en paz con todo el mundo,
y a nadie devolvamos mal por mal.
Santifica a tus hermanos, Señor.
Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Oración final:
Señor Dios, salvador nuestro, danos tu ayuda para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así, los que de ti hemos nacido como hijos de la luz, seremos tus testigos ante los hombres.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
Salve, Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz; alégrate, Virgen Gloriosa, entre todas la más bella; salve, Agraciada Doncella, ruega a Cristo por nosotros.
¡Amén!