Miércoles de la segunda semana del tiempo Ordinario.
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Laudes
¡Señor abre mis labios!
R/: ¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 99:
Alegría de los que entran en el templo.
¡Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría!
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
R/: ¡Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría!
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
R/: ¡Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría!
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.
R/: ¡Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría!
“El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.”
R/: ¡Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría!
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
R/: ¡Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría!
Himno:
Estate, Señor, conmigo siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte, llévame, Señor, contigo.
Porque el pensar que te irás me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo, de si tú sin mí te vas.
Llévame en tu compañía, donde tu vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú la vida del alma mía;
si tú vida no me das, yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo, ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte, temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tu das sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo, cuando tú sin mí te vas.
Amén.
Salmodia:
¡Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?!
Salmos 76:
Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso,
Y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos;
De noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía!, ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos,
Medito todas tus obras y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡Oh Dios!, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos;
Con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡Oh Dios!, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe, la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas.
Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?!
¡Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece!
Cántico:
Primera de Samuel, capítulo 2, versículos 1 al 10.
Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios;
Mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias,
Porque el Señor es un Dios que sabe; él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor;
Los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
La mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta;
Da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre,
Para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria;
Pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas,
Porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo,
El Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece!
¡El Señor reina, la tierra goza!
Salmo 96:
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego abrazando en torno a los enemigos;
Sus relámpagos deslumbran el orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra;
Los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos;
Ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tu sentencia, Señor;
Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡El Señor reina, la tierra goza!
Lectura breve:
Romanos, capítulo 8, versículos 35 al 37.
“¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado”
RESPONSORIO BREVE:
¡Bendigo al Señor en todo momento!
R/: ¡Bendigo al Señor en todo momento!
¡Su alabanza está siempre en mi boca!
R/: ¡En todo momento!
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!
R/: ¡Bendigo al Señor en todo momento!
Cántico evangélico:
¡Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días!
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
Suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza,
Y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
Le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
Anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
Para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días!
Preces:
Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:
¡Escúchanos, Señor!
Quédate con nosotros, Señor, durante este día,
que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer de nuestras vidas.
Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto,
y que sea agradable a tus ojos.
Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo,
y sal de la tierra para cuantos nos traten.
Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca nuestras obras,
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.
Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libres de todo mal:
Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. ¡Amén!
Oración:
Envía Señor a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que avanzando siempre por el camino de tus mandatos nos veamos libre de todo error.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles;
Salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella; Salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
¡El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna!, ¡Amén!