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Laudes I oración de la mañana I miercoles 5 mayo 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 23:

Entrada solemne de Dios en su templo.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
El hombre de manos inocentes, y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso; ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
¡Portones!, alzad los dinteles, Levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Himno:

Gloriosa aurora de este nuevo día, despierta en nuestras almas la alegría de ver nuestro Señor glorificado, vencidos ya la muerte y el pecado.

Jesús llena de luz el mundo entero; de cuantos vivirán, él el primero entró en la luz de eternas claridades, glorioso ya sin fin de eternidades.

Torrente de alegría, salte y fluya el grito jubiloso de aleluya, los hombres y los pueblos lo repitan, sus vidas en el Cristo resucitan.

Jesús, presente y vivo en tus hermanos, acoge nuestras manos en tus manos, conduce el caminar de nuestras vidas por sendas de vivir ya redimidas.

Recibe, Padre Santo, la alabanza del pueblo que te aclama en la esperanza de ser junto a tu Hijo eternamente reunido por tu Espíritu clemente.

¡Amén!

Salmodia

En ti, Señor, está la fuente viva. Aleluya.
Salmo 35:
El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: No tengo miedo a Dios, ni en su presencia. Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes; tu justicia hasta las altas cordilleras, tus sentencias son como el océano inmenso.

Tú socorres a hombres y animales; ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!, los humanos se acogen a la sombra de tus alas.

Se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz.

Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

En ti, Señor, está la fuente viva. Aleluya.

Enviaste tu Espíritu, Señor, y existió la creación. Aleluya.

Cántico:

Judit 16, 2-3.15-19

¡Alabad a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su nombre! Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, su nombre es el Señor.

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza, invencible.

Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió; enviaste tu aliento, y la construiste, nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán como cera, pero tú serás propicio a tus fieles.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Enviaste tu Espíritu, Señor, y existió la creación. Aleluya.

Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Aleluya.

Salmo 46:

Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.

Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones. Él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Aleluya.

Lectura breve:

Rm 6,8-11
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Responsorio breve:

El Señor ha resucitado del sepulcro. El Señor ha resucitado del sepulcro. Él que por nosotros colgó del madero. Ha resucitado del sepulcro. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
El Señor ha resucitado del sepulcro.

Cántico evangélico:

Yo soy la verdadera vid, aleluya; vosotros, mis sarmientos. Aleluya.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Yo soy la verdadera vid, aleluya; vosotros, mis sarmientos. Aleluya.

Preces:

Oremos a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, y aclamémosle, diciendo:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Salvador nuestro, Señor Jesús, que con tu victoria sobre la muerte nos has alegrado y con tu resurrección nos has exaltado y nos has enriquecido.
Ilumina hoy nuestras mentes y santifica nuestra jornada con la gracia de tu Espíritu Santo.
Tú que en el cielo eres glorificado por los ángeles y en la tierra eres adorado por los hombres.
Recibe la adoración que en espíritu y verdad te tributamos en esta fiesta de tu resurrección.
Sálvanos, Señor Jesús, muestra tu amor y tu misericordia al pueblo que confía en tu resurrección.
Y, compadecido de nosotros, defiéndenos hoy de todo mal.
Rey de la gloria y vida nuestra, haz que, cuando aparezcas.
Podamos aparecer también nosotros, juntamente contigo, en gloria.

Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

¡Amén!

Oración final:

Oh Dios, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido, atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

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