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Laudes I oración de la mañana I miércoles 10 de marzo 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!

¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 94:

Invitación a la alabanza divina.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las cimas de la Tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Ojalá escuchéis hoy su voz:
No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masah en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Himno:

Cuando vuelto hacia ti de mi pecado iba pensando en confesar sincero:

el dolor desgarrado y verdadero del delito de haberte abandonado.

Cuando pobre volvime a ti humillado, me ofrecí como inmundo pordiosero;

cuando, temiendo tu mirar severo, bajé los ojos, me sentí abrazado.

 Sentí mis labios por tu amor sellados y ahogarse entre tus lágrimas divinas

la triste confesión de mis pecados.  Llenóse el alma en luces matutinas,

y, viendo ya mis males perdonados, quise para mi frente tus espinas. 

 ¡Amén!

Salmodia:

¡Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor!

Salmo 85:

Inclina tu oído, Señor, escúchame,

que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo;

salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,

que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo,

pues levanto mi alma hacia ti.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,

rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración,

atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,

y tú me escuchas.

No tienes igual entre los dioses, Señor,

ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán

a postrarse en tu presencia, Señor;

bendecirán tu nombre:

Grande eres tú, y haces maravillas;

tú eres el único Dios.

Enséñame, Señor, tu camino,

para que siga tu verdad;

mantén mi corazón entero

en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;

daré gloria a tu nombre por siempre,

por tu gran piedad para conmigo,

porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,

una banda de insolentes atenta contra mi vida,

sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,

lento a la cólera, rico en piedad y leal,

mirame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,

salva al hijo de tu esclava;

dame una señal propicia,

que la vean mis adversarios y se avergüencen,

porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor!

¡Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud!

Cántico:

Isaías 33: 13 – 16

Los lejanos, escuchad lo que he hecho;

los cercanos, reconoced mi fuerza.

Temen en Sión los pecadores,

y un temblor se apodera de los perversos:

¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,

quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?

El que procede con justicia y habla con rectitud

y rehúsa el lucro de la opresión,

el que sacude la mano rechazando el soborno

y tapa su oído a propuestas sanguinarias.

El que cierra los ojos para no ver la maldad:

ese habitará en lo alto,

tendrá su alcázar en un picacho rocoso,

con abasto de pan y provisión de agua.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud!

¡Aclamad al Rey y Señor!

salmo 97:

Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas:

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel.

Los confines de la Tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, Tierra entera;

gritad, vitoread, tocad.

Tañed la cítara para el Señor,

suenen los instrumentos:

con clarines y al son de trompetas,

aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,

la Tierra y cuantos la habitan;

aplaudan los ríos, aclamen los montes

al Señor, que llega para regir la Tierra.

Regirá el orbe con justicia

y los pueblos con rectitud.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Aclamad al Rey y Señor!

Lectura breve:

Deuteronomio 7: 6. 8 – 9 

El Señor, tu Dios, te eligió para que fueras entre todos los pueblos de la Tierra, el pueblo de su propiedad:  por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud del dominio del faraón, rey de Egipto; así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios, el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos por mil generaciones.

Responsorio breve:

Él me librará de la red del cazador.

Él me librará de la red del cazador.

Me cubrirá con sus plumas.

De la red del cazador.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Él me librará de la red del cazador!

Cántico evangélico:

¡No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas, no he venido a abolir, sino a dar plenitud dice el Señor!

 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas, no he venido a abolir, sino a dar plenitud dice el Señor!

Preces:

Bendigamos al autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo todas las cosas, y digámosle:

Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.

Señor, tu que nos has prometido un cielo nuevo y una tierra nueva, renuévanos sin cesar por tu Espíritu Santo.

Para que lleguemos a gozar eternamente de ti en la nueva Jerusalén.

Que trabajemos, Señor, para que el mundo se impregne de tu Espíritu.

Y se logre así, más eficazmente, la justicia, el amor y la paz universal.

Enséñanos, Señor, a corregir nuestra pereza y nuestra desidia.

Y  a poner nuestro corazón el los bienes eternos. Líbranos del mal.

Y presérvanos de la fascinación de la vanidad que oscurece la mente y oculta el bien.

Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro Maestro: ¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; 

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

¡Amén!

Oración final:

Penetrados del sentido cristiano de la cuaresma y alimentados con tu palabra, te pedimos,  Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Madre del Redentor, Virgen Fecunda, Puerta del Cielo: siempre abierta, Estrella del Mar ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar; ante la admiración de cielo y tierra engendraste a tu Santo Creador y permaneces siempre virgen; recibe el saludo del ángel Gabriel y ten piedad de nosotros, pecadores.

¡Amén!

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