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Laudes I oración de la mañana I sábado 12 junio 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 23:

Entrada solemne de Dios en su templo.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
El hombre de manos inocentes, y puro corazón, que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso; ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¡Portones!, alzad los dinteles, Levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.

Himno:

Eres tú la mujer llena de gloria, alzada por encima de los astros; con tu sagrado pecho das la leche al que en su providencia te ha creado.

Lo que Eva nos perdió tan tristemente, tú lo devuelves por tu fruto santo; para que al cielo ingresen los que lloran, eres tú la ventana del costado.

Tú eres la puerta altísima del Rey y la entrada fulgente de la luz; la vida que esta Virgen nos devuelve aplauda el pueblo que alcanzó salud.

Sea la gloria a ti, Señor Jesús, que de María Virgen has nacido, gloria contigo al Padre y al Paráclito, por sempiternos y gozosos siglos.

¡Amén!

Salmodia

Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Salmo 91
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerám mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Dad gloria a nuestro Dios.

Cántico:

Deuteronomio 32,1-12
Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra, como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el césped. Voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios.

Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.

Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?

Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán.

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue el lote de su heredad.

Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.

Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.

El Señor solo los condujo, no hubo dioses extraños con él.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Dad gloria a nuestro Dios.

¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Salmo 8:
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.

Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre, en toda la Tierra!
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!

Lectura breve:

Is 61,10
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.

Responsorio breve:
El Señor la eligió y la predestinó. El Señor la eligió y la predestinó.
La hizo morar en su templo santo. Y la predestinó.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. El Señor la eligió y la predestinó.

Cántico evangélico:

Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Preces:

Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada, líbranos de la corrupción del pecado.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Salvador nuestro, que quisiste que tu madre estuviera junto a tu cruz, por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Jesús, que, colgado en la cruz, diste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo, como nos enseñó Cristo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Oración final:

Oh Dios, tú que has preparado en el corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo, haz que nosotros, por intercesión de la Virgen, lleguemos a ser templos dignos de tu gloria.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

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