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Laudes I oración de la mañana I sábado 20 de marzo 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!

¡Y  mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 66:

¡Qué todos los pueblos alaben al Señor!

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

Ojalá escuchéis, hoy, la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón.

Himno:

Los hombros traigo cargados de graves culpas, mi Dios; dadme esas lágrimas, vos, y tomad estos pecados. Yo soy quien ha de llorar, por ser acto de flaqueza; que no hay en naturaleza más flaqueza que el pecar.

Y, pues andamos trocados, que yo peco y lloráis vos, dadme esas lágrimas vos y tomad estos pecados.

Vos sois quien cargar se puede estas mis culpas mortales, que la menor destas tales a cualquier peso excede.

 Y, pues que son tan pesados aquestos yerros, mi Dios, dadme esas lágrimas vos y tomad estos pecados.

 Al Padre, al Hijo, al Amor, alegres cantad, criaturas, y resuene en las alturas toda gloria y todo honor.

¡Amén!

Salmodia:

Es bueno tocar para tu nombre, ¡oh Altísimo!, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Salmo 91:

Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, ¡oh Altísimo!, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán estruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

Es bueno tocar para tu nombre, ¡oh Altísimo!, y proclamar por la mañana tu misericordia.

¡Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo!

Cántico:

Ezequiel 36, 24-28

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo!

¡De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza!

Salmo 8:

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.

Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre, en toda la tierra!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza!

Lectura breve:

Isaías 1, 16-18

Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones, cesad de obrar el mal, aprended a obrar el bien; buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces venid y litigaremos , dice el Señor. Aunque vuestros pecados fuesen como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.

Responsorio breve:

Él me librará de la red del cazador. Él me librará de la red del cazador.

Me cubrirá con sus plumas. De la red del cazador.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Él me librará de la red del cazador!

Cántico evangélico:

¡Jamás ha hablado nadie como ese hombre!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

 ¡Amén!

¡Jamás ha hablado nadie como ese hombre!

Preces:

Demos gracias, siempre y en todo lugar, a Cristo, nuestro Salvador, y supliquémosle, diciendo: Ayúdanos, Señor, con tu gracia.

Concédenos guardar sin mancha nuestros cuerpos.

Para que el Espíritu Santo pueda habitar en ellos.

Desde el comienzo del día acrecienta en nosotros el amor a nuestros hermanos.

Y el deseo de cumplir tu voluntad durante toda la jornada.

Danos hambre del alimento que perdura.

Y da la vida eterna que tú diariamente nos proporcionas.

Que tu Madre, refugio de pecadores, interceda por nosotros.

Para que obtengamos el perdón de nuestros pecados.

Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:

¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Oración final:

Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a ti Celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día: alma, vida y corazón; mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

¡Amén!

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