Laudes
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¡Laudes!
¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 66:
¡Qué todos los pueblos alaben al Señor! ¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió! El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
Himno:
Delante de la cruz, los ojos míos quédenseme, Señor, así mirando y sin ellos quererlo estén llorando porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos, quédenseme, Señor, así cantando, y sin ellos quererlo estén rezando porque pecaron mucho y son impíos. Y así con la mirada en vos prendida y así con la palabra prisionera, como a la carne a vuestra cruz asida.
Quédeseme, Señor, el alma entera así clavada en vuestra cruz mi vida, Señor, así cuando queráis me muera.
¡Amén!
Salmodia:
¡Contra ti, contra ti solo pequé; Señor, ten misericordia de mí!
Salmo 50:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios!, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡Contra ti, contra ti solo pequé; Señor, ten misericordia de mí!
¡Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, hemos pecado contra ti!
Cántico:
Jeremías 14: 17 – 21
Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo! ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, hemos pecado contra ti!
¡El señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño!
Salmo 99:
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones. Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre. El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡El señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño!
Lectura breve:
Isaías 53: 11b – 12
Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos, le daré una multitud como parte y tendrá como despojo una muchedumbre porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores; él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Responsorio breve:
Él me librará de la red del cazador. Él me librará de la red del cazador. Me cubrirá con sus plumas. De la red del cazador. ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo! ¡Él me librará de la red del cazador!
Cántico evangélico:
Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? , Jesús le dijo: ¡amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón!
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señora preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? , Jesús le dijo: ¡amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón!
Preces:
Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz nos dio la vida, y digámosle con fe: Tú que has muerto por nosotros, escúchanos, Señor. Maestro y Salvador nuestro, que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión. Aleja de nuestra vida toda maldad. Que sepamos, Señor, abstenernos hoy de los manjares del cuerpo. Para ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados. Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal. Y lo consagremos a tu servicio, mediante obras de misericordia. Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes. Y llénanos de tu gracia y de tus dones. Llenos del espíritu de Jesucristo acusamos a nuestro Padre común diciendo:
¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!
Oración final:
Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!