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Laudes I oración de la mañana I viernes 19 de marzo 2021

Laudes

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San José, esposo de la bienaventurada Virgen María.

Solemnidad.

¡Señor, abre mis labios!

¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

¡Alegría de los que entran en el templo!

Aclamemos a Cristo, el Señor, en la solemnidad de san José.

Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.

Aclamemos a Cristo, el Señor, en la solemnidad de san José.

Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclamemos a Cristo, el Señor, en la solemnidad de san José.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,  por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.

Aclamemos a Cristo, el Señor, en la solemnidad de san José.

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.

Aclamemos a Cristo, el Señor, en la solemnidad de san José.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

Aclamemos a Cristo, el Señor, en la solemnidad de san José.

Himno:

Porque fue varón justo, le amó el Señor, y dio el ciento por uno su labor.

El alba mensajera del sol de alegre brillo conoce este martillo que suena en la madera.

La mano carpintera madruga a su quehacer, y hay gracia antes que sol en el taller.

Cabeza de tu casa del que el Señor se fía, por la carpintería la gloria entera pasa.

Tu mano se acompasa con Dios en la labor, y alargas, tú, la mano del Señor.

Y, pues que el mundo entero te mira y se pregunta, di tú cómo se junta ser santo y carpintero, la gloria y el madero, la gracia y el afán, tener propicio a Dios y escaso el pan.

Salmodia:

Los pastores fueron corriendo y encontraron a Maria y a José, y al niño acostado en el pesebre.

 Salmo 62, 2-9:

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.

 ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

Los pastores fueron corriendo y encontraron a Maria y a José, y al niño acostado en el pesebre.

José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía de él, y Simeón los bendijo.

Cántico:

Daniel 3,57-88.56

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor. Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor. Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor. Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor. Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor. Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos. Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor. Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor. Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos. Hijos de los hombres, bendecid al Señor bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía de él, y Simeón los bendijo.

José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto, y se quedó hasta la muerte de Herodes.

Salmo 149:

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos.

Para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto, y se quedó hasta la muerte de Herodes.

Lectura breve:

2S 7,28-29

Señor Dios, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo. Dígnate, pues, bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.

Responsorio breve:

Lo nombró administrador de su casa. Y señor de todas sus posesiones. Administrador de su casa. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Lo nombró administrador de su casa.

Cántico evangélico:

José se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas de Cristo, que se llamaría Nazareno.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

 ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

José se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas de Cristo, que se llamaría Nazareno.

Preces:

Elevemos nuestras súplicas al Señor, que hace justos a los hombres:

Danos vida con tu justicia, Señor.

Tú que llamaste a nuestros padres en la fe para que caminaran en tu presencia con un corazón sincero.

Haz que, siguiendo sus huellas, seamos perfectos como tú nos mandas.

Tú que elegiste al justo José para que alimentara a tu Hijo en la infancia y en la juventud.

Haz que sirvamos en nuestros hermanos al cuerpo místico de Cristo.

Tú que entregaste la tierra a los hombres para que la llenaran y la sometieran.

Enséñanos a trabajar con denuedo en este mundo, buscando siempre tu gloria.

Acuérdate, Padre universal, de la obra de tus manos.

Da a todos trabajo, pan y una condición de vida digna.

Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:

¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Oración final:

Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Dame tus ojos, Madre, para saber mirar, si miro con tus ojos jamás podré pecar; dame tus labios, Madre, para poder rezar, si rezo con tus labios Jesús me escuchará; dame tus manos, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo valdrá una eternidad; dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad, cubierto con tu manto al cielo he de llegar; dame tu cielo, Madre, para poder gozar, si tú me das el cielo que más puedo anhelar; dame a Jesús, ¡oh Madre!,  para poder amar, esta será mi dicha por una eternidad.

¡Amén!

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