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Laudes I oración de la mañana I viernes 23 de abril 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!

¡Y  mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 66:

¡Qué todos los pueblos alaben al Señor!

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

¡Amén!

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Himno:

Tu cuerpo es lazo de amores, de Dios y el hombre atadura; amor que a tu cuerpo acude como tu cuerpo perdura.

Tu cuerpo, surco de penas, hoy es de luz y rocío; que lo vean los ojos que lloran con ojos enrojecidos.

Tu cuerpo espiritual es la Iglesia congregada; tan fuerte como tu cruz, tan bella como tu Pascua.

Tu cuerpo sacramental es de tu carne y tu sangre, y la Iglesia, que es tu Esposa, se acerca para abrazarte.

¡Amén!

Salmodia

Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. Aleluya.

Salmo 50:

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

¡Amén!

Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. Aleluya.

Cristo, cargado con nuestros pecados, subió al leño. Aleluya.

Cántico:

Jeremías 14,17-21

Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la Doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.

Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.

¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.

Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.

No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

¡Amén!

Cristo, cargado con nuestros pecados, subió al leño. Aleluya.

Entrad a la presencia del Señor con vítores. Aleluya.

Salmo 99

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios: que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

¡Amén!

Entrad a la presencia del Señor con vítores. Aleluya.

Lectura breve:

Hch 5,30-32

El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

Responsorio breve:

El Señor ha resucitado del sepulcro. El Señor ha resucitado del sepulcro.

Él que por nosotros colgó del madero. Ha resucitado del sepulcro.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. El Señor ha resucitado del sepulcro.

Cántico Evangélico:

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí, y yo en él. Aleluya.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí, y yo en él. Aleluya.

Preces:

Dirijamos nuestra oración a Dios Padre, que por la resurrección de Jesucristo nos ha dado vida nueva, y digámosle:

Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.

Señor, tú que nos has revelado tu plan de salvación proyectado desde antes de la creación del mundo y eres fiel en todas tus promesas.

Escucha con amor nuestras plegarias.

Purifícanos con tu verdad y encamina nuestros pasos por las sendas de la santidad.

Para que obremos siempre el bien según tu agrado.

Ilumina tu rostro sobre nosotros.

Para que libres de todo mal, nos saciemos con los bienes de tu casa.

Tú que diste la paz a los apóstoles.

Concédela también a todos los hombres del mundo.

Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Oración final:     

Te pedimos, Señor, que ya que nos has dado la gracia de conocer la resurrección de tu Hijo, nos concedas también que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a ti Celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día: alma, vida y corazón; mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

¡Amén!

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