Tercera semana del tiempo Ordinario.
Escucha la oración de la mañana haciendo clic en el video
Laudes
¡Señor abre mis labios!
R/: ¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 66:
Que todos los pueblos alaben al Señor.
¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
R/: ¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
R/: ¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
R/: ¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
R/: ¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
R/: ¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!
Himno:
La noche, el caos, el terror, cuanto a las sombras pertenece,
siente que el alba de oro crece y anda ya próximo el Señor.
El sol, con lanza luminosa, rompe la noche y abre el día;
bajo su alegre travesía, vuelve el color a cada cosa.
El hombre estrena claridad de corazón, cada mañana;
se hace la gracia más cercana y es más sencilla la verdad.
¡Puro milagro de la aurora! Tiempo de gozo y eficacia:
Dios con el hombre, todo gracia bajo la luz madrugadora.
¡Oh la conciencia sin malicia! ¡La carne, al fin, gloriosa y fuerte!
Cristo de pie sobre la muerte, y el sol gritando la noticia.
Guárdanos tú, Señor del alba, puros, austeros, entregados;
hijos de luz resucitados en la Palabra que nos salva.
Nuestros sentidos, nuestra vida, cuanto oscurece la conciencia
vuelva a ser pura transparencia bajo la luz recién nacida. Amén.
Salmodia:
¡Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí!
Salmo 50:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
Por tu inmensa compasión borra mi culpa;
Lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud.
Mira que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: Quedaré limpio.
Lávame: Quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu Santo Espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡Oh Dios, Dios salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen, si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén:
Entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos,
Sobre tu altar se inmolarán novillos.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí!
¡Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, hemos pecado contra ti!
Cántico:
Jeremías, capítulo 14, versículos 17 al 21.
Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿Tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, hemos pecado contra ti!
¡El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño!
Salmo 99:
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades».
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño!
Lectura breve:
De la Segunda carta a los Corintios, capítulo 12, versículo 9b al 10.
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo.
Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Responsorio breve:
¡En la mañana hazme escuchar tu gracia!
¡En la mañana hazme escuchar tu gracia!
¡Indícame el camino que he de seguir!
¡Hazme escuchar tu gracia!
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!
¡En la mañana hazme escuchar tu gracia!
Cántico Evangélico:
¡El Señor ha visitado y redimido a su pueblo!
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
Suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza,
Y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
Le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
Anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
Para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!
¡El Señor ha visitado y redimido a su pueblo!
Preces:
Invoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo, diciendo:
¡Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu Sangre!
Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz,
mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre.
Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior torrentes de agua viva,
derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.
Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio,
haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad.
A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión,
Concédeles fortaleza y paciencia.
Llenos del Espíritu Santo, acudamos a nuestro Padre común diciendo:
Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. ¡Amén!
Oración:
Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como nuestro guía y maestro.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Bajo tu amparo, nos acogemos, Santa Madre de Dios,
No desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades,
Antes bien, líbranos de todo peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita.
¡El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna!,
¡Amén!