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Laudes I oración de la mañana I viernes 4 junio 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

¡Alegría de los que entran en el templo!
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Himno:

Edificaste una torre para tu huerta florida; un lagar para tu vino y, para el vino, una viña.

Y la viña no dio uvas, ni el lagar buena bebida: solo racimos amargos y zumos de amarga tinta.

Edificaste una torre, Señor, para tu guarida; un huerto de dulces frutos, una noria de aguas limpias, un blanco silencio de horas y un verde beso de brisas.

Y esta casa que es tu torre, este mi cuerpo de arcilla, esta sangre que es tu sangre
y esta herida que es tu herida te dieron frutos amargos, amargas uvas y espinas.

¡Rompe, Señor, tu silencio, rompe tu silencio y grita! que mi lagar enrojezca
cuando tu planta lo pise, y que tu mesa se endulce con el vino de tu viña.

¡Amén!

Salmodia

Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Cántico:

Isaías 45, 15-26

Es verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador. Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual, se van avergonzados los fabricantes de ídolos; mientras el Señor salva a Israel con una salvación perpetua, para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.

Así dice el Señor, creador del cielo él es Dios, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía, sino que la formó habitable: Yo soy el Señor, y no hay otro.

No te hablé a escondidas, en un país tenebroso, no dije a la estirpe de Jacob: Buscadme en el vacío.

Yo soy el Señor que pronuncia sentencia y declara lo que es justo. Reuníos, venid, acercaos juntos, supervivientes de las naciones. No discurren los que llevan su ídolo de madera y rezan a un dios que no puede salvar.

Declarad, aducid pruebas, que deliberen juntos: ¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces? ¿No fui yo, el Señor? No hay otro Dios fuera de mí.

Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más.

Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro.

Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua dirán: Solo el Señor tiene la justicia y el poder.

A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él; con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Entrad con vítores en la presencia del Señor.

Salmo 99:

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Entrad con vítores en la presencia del Señor.
Lectura breve:

Efesios 4,29-32

Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que lo oyen. No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.

Responsorio breve:

En la mañana hazme escuchar tu gracia. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
Indícame el camino que he de seguir. Hazme escuchar tu gracia. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. En la mañana hazme escuchar tu gracia.

Cántico evangélico:

El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

Preces:

Adoremos a Cristo, que salvó al mundo con su cruz, y supliquémosle, diciendo:
Concédenos, Señor, tu misericordia.

Oh Cristo, que con tu claridad eres nuestro sol y nuestro día,
haz que, desde el amanecer, desaparezca de nosotros todo sentimiento malo.
Concédenos, Señor, tu misericordia.

Vela, Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras,
a fin de que nuestro día sea agradable ante tus ojos.
Concédenos, Señor, tu misericordia.

Aparta de nuestros pecados tu vista y borra en nosotros toda culpa.
Concédenos, Señor, tu misericordia.

Por tu cruz y tu resurrección, llénanos del gozo del Espíritu Santo.
Concédenos, Señor, tu misericordia.

Ya que somos hijos de Dios, oremos a nuestro Padre como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Oración final:

Oh Dios, que has iluminado las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu palabra: acrecienta en nosotros la fe que tú mismo nos has dado; que ninguna tentación pueda nunca destruir el ardor de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro espíritu.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Salve, Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz; alégrate, Virgen Gloriosa, entre todas la más bella; salve, Agraciada Doncella, ruega a Cristo por nosotros.

¡Amén!

 

 

 

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