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Laudes I oración de la mañana I viernes 5 de marzo 2021

Laudes

Salmo 66:

¡Qué todos los pueblos alaben al Señor! ¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Himno:

Delante de la cruz, los ojos míos

quédenseme, Señor, así mirando

y sin ellos quererlo estén llorando

porque pecaron mucho y están fríos.

Y estos labios que dicen mis desvíos,

quédenseme, Señor, así cantando,

y sin ellos quererlo estén rezando

porque pecaron mucho y son impíos.

Y así con la mirada en vos prendida

y así con la palabra prisionera,

como a la carne a vuestra cruz asida.

Quédeseme, Señor, el alma entera

así clavada en vuestra cruz mi vida,

Señor, así cuando queráis me muera.

¡Amén!

Salmodia:

¡Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor!

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado:

contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,

y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:

enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios!,

Dios, Salvador mío,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,

sobre tu altar se inmolarán novillos.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor!

¡En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia! 

Habacuc 3: 2 – 4. 13ª. 15 – 19.

Señor, he oído tu fama,

me ha impresionado tu obra.

En medio de los años, realízala;

en medio de los años, manifiéstala;

en el terremoto, acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán;

el Santo, del monte Farán:

su resplandor eclipsa el cielo,

la tierra se llena de su alabanza;

su brillo es como el día,

su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo,

a salvar a tu ungido.

Pisas el mar con tus caballos,

revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas,

al oírlo se estremecieron mis labios;

me entró un escalofrío por los huesos,

vacilaban mis piernas al andar;

gimo ante el día de angustia

que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas

y las viñas no tienen fruto,

aunque el olivo olvida su aceituna

y los campos no dan cosechas,

aunque se acaban las ovejas del redil,

y no quedan vacas en el establo,

yo exultaré con el Señor,

me gloriaré en Dios, mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,

él me da piernas de gacela

y me hace caminar por las alturas.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia! 

¡Glorifica al Señor, Jerusalén! 

Salmo 147:

Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerr jos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;</span3E

has puesto paz en tus fronteras,

se sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza.

Hace caer el hielo como migajas

y con el frío congela las aguas;

envía una orden, y se derriten;

sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Glorifica al Señor, Jerusalén! 

Lectura breve:

Isaías 53: 11 – 12

Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos, le daré una multitud como parte y tendrá como despojo una muchedumbre porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores; él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Responsorio breve:

Él me librará de la red del cazador.

Él me librará de la red del cazador.

Me cubrirá con sus plumas.

De la red del cazador.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Él me librará de la red del cazador!

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            

Cántico evangélico:

¡Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos!

Preces:

Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y supliquémosle, diciendo:

¡Señor, ten piedad de nosotros!

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria.

Conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Tú que, exaltado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado.

Sana nuestras heridas.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida.

Haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Tú, que clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido.

Perdónanos también a nosotros, pecadores.

¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; 

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Oración final:

Concédenos, Dios todopoderoso, que purificada por la penitencia cuaresmal lleguemos a las fiestas de Pascua:  limpios de pecado.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues, todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día: alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

¡Amén!

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