Oficio de Lectura
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: Primicias son del sol de su palabra
Primicias son del sol de su Palabra las luces fulgurantes de este día; despierte el corazón, que es Dios quien llama, y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa en Pascua permanente entre los hombres, resuena en cada hermano su palabra, revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama con voces apremiantes de ternura; venid: habla, Señor, que tu palabra es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua, que nuestro corazón inquieto espera, en ágape de amor ya nos alcanza, solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama, y al Hijo que preside esta asamblea, cenáculo de amor le sea el alma, su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
Salmodia
Ant 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1 – Los dos caminos del hombre
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Ant 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2 – El mesías, rey vencedor.
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: «rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: «yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Ant 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3 Confianza en medio de la angustia.
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: «ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
Primera lectura
Del primer libro de los Macabeos 4, 36-59
Purificación del templo
En aquellos días, Judas y sus hermanos se dijeron:
«Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el lugar santo y a celebrar su dedicación.»
Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera y las salas destruidas, rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron ceniza sobre sus cabezas. Cayeron luego rostro en tierra y, a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al cielo.
Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la ciudadela hasta terminar la purificación del lugar santo. Luego eligió sacerdotes irreprochables, fieles a la ley, que purificaron el lugar santo y llevaron las piedras contaminadas a un lugar inmundo.
Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado. Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues, y depositaron sus piedras en el monte de la casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas. Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la ley, y construyeron un nuevo altar como el anterior. Repararon el lugar santo y santificaron el interior de la casa y los atrios. Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa. Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que iluminaron el interior del templo. Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a la obra que habían emprendido.
El día veinticinco del noveno mes, llamado Kisléu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al romper el día y ofrecieron un sacrificio conforme a la ley sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido. Fue inaugurado el altar con cánticos, cítaras, arpas y címbalos, precisamente en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles lo habían profanado. El pueblo entero se postró rostro en tierra y bendijo al cielo que los había conducido al triunfo.
Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias. Adornaron la fachada del templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas y les pusieron puertas. Vivísima fue la alegría que reinó entre el pueblo, y quedó borrado el ultraje inferido por los gentiles.
Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, decidió que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días, a contar del veinticinco del mes de Kisléu, se celebrara con alborozo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
Responsorio 1M 4, 57. 56. 58; 2M 10, 38
R. Adornaron la fachada del templo con coronas de oro, y consagraron el altar al Señor; vivísima fue la alegría que reinó entre el pueblo.
V. Con himnos y alabanzas bendecían al Señor.
R. Y vivísima fue la alegría que reinó entre el pueblo.
Segunda lectura
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda
Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra. Vino una primera vez, pero vendrá de nuevo. En su primera venida pronunció estas palabras que leemos en el Evangelio: Después de esto veréis al Hijo del hombre venir sobre las nubes. ¿Qué significa: Después de esto? ¿Acaso no ha de venir más tarde el Señor, cuando prorrumpirán en llanto todos los pueblos de la tierra? Primero vino en la persona de sus predicadores, y llenó todo el orbe de la tierra. No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda.
¿Qué debe hacer el cristiano, por tanto? Servirse de este mundo, no servirlo a él. ¿Qué quiere decir esto? Que los que tienen han de vivir como si no tuvieran, según las palabras del Apóstol: Os digo esto, hermanos: el momento es apremiante. Queda como solución: que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la presentación de este mundo se termina. Quiero que os ahorréis preocupaciones.
Aclamen los árboles del bosque. Vino la primera vez y vendrá de nuevo a juzgar a la tierra; hallará aclamándolo con gozo, porque ya llega, a los que creyeron en su primera venida.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. ¿Qué significan esta justicia y esta fidelidad? En el momento de juzgar reunirá junto a sí a sus elegidos y apartará de sí a los demás, ya que pondrá a unos a la derecha y a otros a la izquierda. ¿Qué más justo y equitativo que no esperen misericordia del juez aquellos que no quisieron practicar la misericordia antes de la venida del juez? En cambio, los que se esforzaron en practicar la misericordia serán juzgados con misericordia. Dirá, en efecto, a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que está preparado para vosotros desde la creación del mundo. Y les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, y lo que sigue.
Y a los de su izquierda ¿qué es lo que les tendrá en cuenta? Que no quisieron practicar la misericordia. ¿Y a dónde irán? Id al fuego eterno. Esta mala noticia provocará en ellos grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo? El recuerdo del justo será perpetuo. No temerá las malas noticias. ¿Cuál es la mala noticia? Id al fuego eterno que está preparado para el demonio y sus ángeles. Los que se alegrarán por la buena noticia no temerán la mala. Ésta es la justicia y la fidelidad de que habla el salmo.
¿Acaso, porque tú eres injusto, el juez no será justo? O, ¿porque tú eres mendaz, no será veraz el que es la verdad en persona? Pero, si quieres alcanzar misericordia, sé tú misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos, da de lo que te sobra. Lo que das ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo sería generosidad, pero porque das de lo suyo es devolución. ¿Qué tienes que no hayas recibido? Éstas son las víctimas agradables a Dios: la misericordia, la humildad, la alabanza, la paz, la caridad. Si se las presentamos, entonces podremos esperar seguros la venida del juez que regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Responsorio Mt 16, 27; Sal 95, 13
R. El Hijo del hombre vendrá revestido de la gloria de su Padre y escoltado por sus ángeles; y entonces pagará a cada uno según su conducta.
V. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
R. Y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Himno: Señor, Dios Eterno
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
Oremos,
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Conclusión
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.