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Oficio de lectura – domingo 21 julio 2024

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

HIMNO

Que doblen las campanas jubilosas,
y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.

Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.

Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia y su final;
esperad con confianza su venida:
no temáis, con vosotros él está.

Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.

Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién
puede estar en el recinto sacro?

– Salmo 23 –

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

Extiendes los cielos como una tienda,
contruyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién
puede estar en el recinto sacro?

Ant. 2 Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él nos
ha devuelto la vida. Aleluya

Salmo 65
–I–

Aclama al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.

Decid a Dios: «¡Qué terribles son tus obras
por tu inmenso poder tus enemigos se rinden!»

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.

Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.

Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.

¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba,
nos refinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:

sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él nos
ha devuelto la vida. Aleluya

Ant. 3 Fieles de Dios, venid a escuchar lo que el Señor
ha hecho conmigo. Aleluya.

–II–

Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplir mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.

Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.

Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.

Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Fieles de Dios, venid a escuchar lo que el Señor
ha hecho conmigo. Aleluya.

VERSÍCULO

V. La palabra de Dios es viva y eficaz.
R. Más penetrante que espada de doble filo.

PRIMERA LECTURA

Del libro de Job
11, 1-20

Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo:

«¿Va a quedar sin respuesta tal palabrería?, ¿va a te-
ner razón el charlatán? ¿Hará callar a otros tu locuaci-
dad?, ¿te burlarás sin que nadie te confunda?

Tú has dicho: «Mi doctrina es limpia, soy puro ante
tus ojos.» Pero que Dios te hable, que abra los labios
para responderte, y te enseñará secretos de sabiduría,
retorcerá tus argucias, y sabrás que aun te ha perdonado
buena parte de tus culpas.

¿Pretendes sondear el abismo de Dios o alcanzar los
¿Los límites del Todopoderoso? Es la cumbre del cielo: ¿qué
vas a hacer tú?, es más hondo que el abismo: ¿qué sabes
tú?, es más largo que la tierra y más ancho que el mar.

Si se presenta y encarcela y cita a juicio, ¿quién se lo
puede impedir? Él conoce a los hombres falsos, ve su
maldad y la penetra. Cuando un asno salvaje se domesti-
que, el mentecato cobrará sentido.

Si diriges tu corazón a Dios y extiendes las manos
hacia él, si alejas de tu mano la maldad y no alojas en tu
tienda la injusticia, podrás alzar la frente sin mancilla;
acosado, no sentirás miedo, olvidarás tus desgracias, o
las recordarás como agua que pasó; tu vida resurgirá
como un mediodía, tus tinieblas serán como la aurora;
tendrás seguridad en la esperanza, te recogerás y te
acostarás tranquilo, dormirás sin sobresaltos y muchos
buscarán tu favor. Pero a los malvados se les ciegan los
ojos, no encuentran refugio, su esperanza es sólo un sus-
piro.»

Responsorio

R. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan;
nos ponen en aprietos, mas no desesperamos de
encontrar salida; * somos acosados, mas no aniqui-
lados.

V. Llevamos siempre en nosotros por todas partes los
sufrimientos mortales de Jesús, para que también la
vida de Jesús se manifieste en nosotros.

R. Somos acosados, mas no aniquilados.

SEGUNDA LECTURA

Comienza la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y
mártir, a los Magnesios

Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir. Portador
de Dios, a la Iglesia de Magnesia del Meandro, a la ben-
decida en la gracia de Dios Padre por Jesucristo, nuestro
Salvador: mi saludo en él y mis votos por su más grande
alegría en Dios Padre y en Jesucristo.

Después de enterarme del orden perfecto de vuestra
caridad según Dios, me he determinado, con regocijo
mío, a tener en la fe en Jesucristo esta conversación con
vosotros. Habiéndose dignado el Señor honrarme con un
nombre en extremo glorioso, voy entonando en estas ca-
denas que llevo por doquier un himno de alabanza a las
Iglesias, a las que deseo la unión con la carne y el espí-
ritu de Jesucristo, que es nuestra vida para siempre, una
unión en la fe y en la caridad, a la que nada puede prefe-
rirse, y la unión con Jesús y con el Padre; en él resisti-
mos y logramos escapar de toda malignidad del príncipe
de este mundo, y así alcanzaremos a Dios.

Tuve la suerte de veros a todos vosotros en la persona
de Damas, vuestro obispo, digno de Dios, y en la perso-
na de vuestros dignos presbíteros Baso y Apolonio, así
como del diácono Soción, consiervo mío, de cuya com-
pañía ojalá me fuera dado gozar, pues se somete a su
obispo como a la gracia de Dios, y al colegio de ancia-
nos como a la ley de Jesucristo.

Es necesario que no tengáis en menos la poca edad de
vuestro obispo, sino que mirando en él el poder de Dios
Padre le tributéis toda reverencia. Así he sabido que
vuestros santos ancianos no menosprecian su juvenil con-
dición, que salta a la vista, sino que, como prudentes en
Dios, le son obedientes, o por mejor decir, no a él, sino
al Padre de Jesucristo, que es el obispo o supervisor de
todos. Así pues, para honor de aquel que nos ha amado,
es conveniente obedecer sin ningún género de fingimien-
to, porque no es a este o a aquel obispo que vemos a
quien se trataría de engañar, sino que el engaño iría diri-
gido contra el obispo invisible; es decir, en este caso, ya
no es contra un hombre mortal, sino contra Dios, a quien
aun lo escondido está patente.

Es pues necesario no sólo llamarse cristianos, sino
serlo en realidad; pues hay algunos que reconocen cier-
tamente al obispo su título de vigilante o supervisor, pero
luego lo hacen todo a sus espaldas. Los tales no me pa-
rece a mí que tengan buena conciencia, pues no están
firmemente reunidos con la grey, conforme al manda-
miento.

Ahora bien, las cosas están tocando a su término, y se
nos proponen juntamente estas dos cosas: la muerte y la
vida, y cada uno irá a su propio lugar. Es como si se tra-
tara de dos monedas, una de Dios y otra del mundo, que
llevan cada una grabado su propio cuño: los incrédulos,
el de este mundo, y los que han permanecido fieles por
la caridad, el cuño de Dios Padre grabado por Jesucristo.
Y si no estamos dispuestos a morir por él, para imitar su
pasión, tampoco tendremos su vida en nosotros.

Responsorio

R. Sé modelo para los fieles en las palabras y en el
trato, en la caridad, en la fe y en la pureza de vida.
* Obrando así, te salvarás a ti mismo y a los que te
escuchan.

V. Pon interés en estas cosas, ocúpate de ellas, de modo
que tus progresos sean manifiestos a todos.

R. Obrando así, te salvarás a ti mismo y a los que te
escuchan.

HIMNO FINAL /Te Deum

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado para siempre.

Oremos:
Mira con misericordia a estos tus hijos, Señor, y mul-
tiplica tu gracia sobre nosotros, para que, fervorosos en
la fe, la esperanza y el amor, perseveremos en el fiel
cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.