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Oficio de lectura – jueves 01 diciembre 2022

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

De luz nueva se viste la tierra, porque el Sol que del cielo ha venido, en la entraña feliz de la Virgen, de su carne se ha revestido.

El amor hizo nuevas las cosas, el Espíritu ha descendido y la sombra del que todo puede en la Virgen su luz ha encendido.

Ya la tierra reclama su fruto y de bodas se anuncia alegría; el Señor que en los cielos habita se hizo carne en la Virgen María.

Gloria a Dios, el Señor poderoso, a su Hijo y Espíritu Santo, que amoroso nos ha bendecido y a su reino nos ha destinado. Amén.

Salmodia

Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17, El Señor revela su poder salvador

Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor y me enseña un camino perfecto; él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas; él adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17
Me dejaste tu escudo protector, tu diestra me sostuvo, multiplicaste tus cuidados conmigo.

Ensanchaste el camino a mis pasos y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo; y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse, cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste a los que me resistían; hiciste volver la espalda a mis enemigos, rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba; gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento; los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo, me hiciste cabeza de naciones, un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban, me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Salmo 17

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: el Dios que me dio el desquite y me sometió los pueblos; que me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que resistían y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre: tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido, de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Versículo

V. Escuchad, naciones, la palabra del Señor.
R. Y proclamadla en todos los confines de la tierra.
Primera lectura
Del libro del profeta Isaías 10, 5-21

El día del Señor

¡Ay Asur, vara de mi ira, bastón de mi furor! Contra una nación impía lo envié, lo mandé contra el pueblo de mi cólera, para entrarlo a saco y despojarlo, para hollarlo como barro de las calles. Pero él no pensaba así, no eran éstos los planes de su corazón; su propósito era aniquilar, exterminar naciones numerosas. Decía:

«¿No son mis ministros reyes? ¿No fue Calno como Cárquemis? ¿No fue Amat como Arpad? ¿No fue Samaría como Damasco? Como mi mano alcanzó aquellos reinos, de ídolos e imágenes mayores que los de Jerusalén y Samaría. Lo que hice con Samaría y sus imágenes, ¿no lo voy a hacer con Jerusalén y sus ídolos?»

Cuando termine el Señor toda su obra en el Monte Sión y en Jerusalén, castigará el corazón orgulloso del rey de Asiria, la arrogancia altanera de sus ojos. Él decía:

«Con la fuerza de mi mano lo he hecho, con mi saber, porque soy inteligente. Cambié las fronteras de las naciones, saqueé sus tesoros y derribé, como un héroe, a sus jefes. Mi mano cogió, como un nido, las riquezas de los pueblos; como quien recoge huevos abandonados, cogí toda su tierra; y no hubo quien batiese las alas, quien abriese el pico para piar.»

¿Se envanece el hacha contra quien la blande? ¿Se gloría la sierra contra quien la maneja? Como si el bastón manejase a quien lo levanta, como si la vara alzase a quien no es leño.

Por eso, el Señor de los ejércitos meterá enfermedad en su gordura; y debajo del hígado le encenderá una fiebre, como incendio de fuego. La luz de Israel se convertirá en fuego, su Santo será llama: arderá y consumirá sus zarzas y sus cardos en un solo día. El esplendor de su bosque y de su huerto lo consumirá Dios de médula a corteza, un consumirse de carcoma. Árboles contados quedarán de su bosque, un niño los podrá numerar.

Aquel día, el resto de Israel, los supervivientes de Jacob, no volverán a apoyarse en su agresor, sino que se apoyarán sinceramente en el Señor, el Santo de Israel. Un resto volverá, un resto de Jacob, al Dios guerrero.

Responsorio Jl 2, 1. 2; 2Pe 3, 10

R. Tiemblen los habitantes del país: que viene, ya está cerca el día del Señor. Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón.
V. Vendrá el día del Señor como un ladrón: entonces desaparecerán los cielos con estruendo, los elementos abrasados se disolverán y la tierra con todas sus obras dejará de existir.
R. Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón.

Segunda lectura

Del Comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatesarón

Estad preparados, cristo vendrá nuevamente

Para que los discípulos no le preguntaran sobre el tiempo de su venida, Cristo les dijo: Por lo que se refiere a aquella hora, nadie sabe nada; ni los ángeles del cielo ni siquiera el Hijo. No toca a vosotros conocer el tiempo y la ocasión. Lo ocultó para que estemos prevenidos y para que cada uno de nosotros piense que ello puede tener lugar en su propio tiempo. Pues si Cristo hubiera revelado el día de su venida, ésta se hubiera tornado un acontecimiento indiferente y ya no sería un objeto de esperanza para los hombres de los distintos siglos. Dijo que vendría, pero no dijo cuándo, y por eso todas las generaciones y épocas lo esperan ansiosamente.

Aunque el Señor estableció las señales de su venida, sin embargo, en modo alguno conocemos con exactitud su término; pues estas señales aparecen de muy distintas maneras y pasan, y algunas de ellas todavía perduran. Con la última venida pasará algo semejante a lo que pasó con la primera.

Así como los justos y los profetas esperaron al Mesías pensando que se había de manifestar en su tiempo, también hoy cada uno de los cristianos desea que llegue en sus propios días. Cristo no reveló el día de su venida, principalmente por esta razón: para que todos comprendieran que aquel a cuyo poder y dominio están sometidos los números y los tiempos no está sujeto al destino ni a la hora. Pero el que desde toda la eternidad había determinado este día y describió detalladamente las señales que lo precederían ¿cómo podía ignorarlo? Por eso con aquellas palabras invitó a considerar sus señales, para que, desde entonces y para siempre, las generaciones de todos los siglos pensaran que su venida podría acontecer en su tiempo.

Estad en vela, porque cuando el cuerpo duerme es nuestra naturaleza la que domina y obramos no guiados por nuestra voluntad, sino por los impulsos de nuestra naturaleza. Y cuando un pesado sopor, por ejemplo, la pusilanimidad o la tristeza, domina al alma, ésta es dominada por el enemigo y, bajo los efectos de ese sopor, hace lo que no quiere. Los impulsos dominan a la naturaleza y el enemigo al alma.

Por lo tanto, el Señor recomendó al hombre la vigilancia de todo su ser: del cuerpo, para que evitara la somnolencia; del alma, para que evitara la indolencia y la pusilanimidad, como dice la Escritura: Despertaos, como conviene; y: Me levanté y estoy contigo; y también: No desfallezcáis. Por eso, investidos de este ministerio, no sentimos desfallecimiento.

Responsorio Is 55, 3-4; Hch 28, 28

R. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: lo he puesto como testigo mío ante los pueblos, caudillo y soberano de naciones.

V. Esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles, y ciertamente que lo escucharán.
R. Lo he puesto como testigo mío ante los pueblos, caudillo y soberano de naciones.

Oremos,
Muestra, Señor, tu poder y ven a socorrernos, para que la abundancia de tu misericordia nos alcance los bienes que nuestros pecados han retardado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Conclusión

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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