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Oficio de lectura – jueves 02 marzo 2023

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Himno: SI ME DESECHAS TÚ, PADRE AMOROSO

Si me desechas tú, Padre amoroso,
¿a quién acudiré que me reciba?
Tú al pecador dijiste generoso
que no quieres su muerte, ¡oh Dios piadoso!,
sino que llore y se convierta y viva.

Cumple en mí la palabra que me has dado
y escucha el ansia de mi afán profundo,
no te acuerdes, Señor, de mi pecado;
piensa tan sólo que en la cruz clavado
eres, Dios mío, el Redentor del mundo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17, 31-51 IV – EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17 V

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos
y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo;
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Salmo 17 VI

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Versículo
V. El que medita la ley del Señor.
R. Da fruto a su tiempo.

PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 12, 1-14

LA LEY DEL ÚNICO TEMPLO

En aquellos días, Moisés dijo al pueblo estas palabras:

«Éstos son los mandatos y preceptos que pondréis por obra en la tierra que el Señor, Dios de tus padres, va a darte en posesión mientras dure vuestra vida sobre la tierra.

Destruirás todos los santuarios donde esos pueblos, que vosotros vais a desposeer, daban culto a sus dioses, en lo alto de los montes, sobre las colinas, bajo cualquier árbol frondoso; demoleréis sus altares, destrozaréis sus estelas, quemaréis sus cipos, derribaréis las imágenes de sus dioses y extirparéis sus nombres de aquel lugar.

No los imitarás al dar culto al Señor, vuestro Dios. Vosotros iréis a visitar la morada del Señor, el lugar que el Señor, vuestro Dios, se elija en una de tus tribus, para poner allí su nombre. Allí ofreceréis vuestros holocaustos y sacrificios: los diezmos y ofertas, votos y ofrendas voluntarias y los primogénitos de vuestras reses y ovejas. Allí comeréis tú y tu familia, en la presencia del Señor, vuestro Dios, y festejaréis todas las empresas que el Señor, tu Dios, haya bendecido.

No haréis entonces lo que nosotros hacemos hoy aquí: cada uno lo que bien le parece, porque no habéis alcanzado todavía vuestro reposo, la heredad que va a darte el Señor, tu Dios. Cuando crucéis el Jordán, y habitéis la tierra que el Señor, vuestro Dios, va a repartiros en heredad, y ponga fin a las hostilidades con los enemigos que os rodean, y viváis tranquilos, llevaréis al lugar que se elija el Señor, vuestro Dios, para morada de su nombre todo lo que os tengo ordenado: vuestros holocaustos, sacrificios, diezmos, ofrendas y lo mejor de vuestros votos que hayáis hecho al Señor, y haréis fiesta en presencia del Señor, vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos e hijas, vuestros siervos y siervas, y el levita que vive en tu vecindad y no le tocó nada en el reparto de vuestra herencia.

¡Cuidado! No ofrecerás sacrificios en cualquier santuario que veas, sino en el lugar que el Señor se elija en una de tus tribus: allí ofrecerás tus holocaustos y allí harás lo que te tengo ordenado.»

RESPONSORIO 2R 21, 7-8; 2Co 6, 16

R. En este templo pondré mi nombre para siempre; ya no dejaré que Israel ande errante, * a condición de que pongan por obra cuanto les mandé.
V. Nosotros somos templo del Dios vivo, como dijo Dios: «Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos.»
R. A condición de que pongan por obra cuanto les mandé.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Asterio de Amasea, obispo
(Homilía 13: PG 40, 355-358. 362)

IMITEMOS EL ESTILO DEL SEÑOR EN SU MANERA DE APACENTAR

Si queréis asemejaros a Dios, puesto que habéis sido hechos a su imagen, imitad su ejemplo. Vosotros, que sois cristianos, nombre que en sí mismo implica la bondad, imitad el amor de Cristo.

Considerad las riquezas de su bondad, ya que, queriendo venir a los hombres haciéndose él mismo hombre, envió ante sí a Juan, como pregonero y ejemplo de penitencia, y, antes de Juan, a todos los profetas, los cuales exhortaban a los hombres a que se arrepintieran, a que volvieran a la vida, a que se enmendaran.

Luego, al venir él en persona, clamaba con su propia voz: Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. ¿Y cómo acogió a los que hicieron caso de esta invitación? Les concedió sin dificultad el perdón de sus pecados, al momento los libró de todo aquello que los agobiaba: el Hijo los santificó, el Espíritu los confirmó, el hombre viejo fue sepultado en el agua bautismal y el hombre nuevo, regenerado, resplandeció por la gracia.

¿Qué se siguió de ahí? El que antes era enemigo se convirtió en amigo, el que era un extraño en hijo, el que era profano en sagrado y santo.

Imitemos el estilo del Señor en su manera de apacentar; meditemos los evangelios y, viendo en ellos, como en un espejo, su ejemplo de diligencia y benignidad, aprenderemos a fondo estas virtudes.

En ellos, en efecto, encontramos descrito, con un lenguaje parabólico y misterioso, a un hombre, pastor de cien ovejas, el cual, cuando una de las cien se separó del rebaño e iba errando descarriada, no se quedó con las demás que continuaban paciendo ordenadamente, sino que se marchó a buscar a la descarriada, atravesando valles y desfiladeros, subiendo montes altos y escarpados, pasando por desiertos, y así le fue siguiendo la pista con gran fatiga, hasta que la halló errante.

Una vez hallada, no le dio de azotes, ni la hizo volver con prisas y a empujones al rebaño, sino que la cargó sobre sus hombros y, tratándola suavemente, la llevó al rebaño, con una alegría mayor por aquella sola que había encontrado que por la muchedumbre de las demás. Reflexionemos sobre el significado de este hecho, envuelto en la oscuridad de una semejanza. Esta oveja y este pastor no significan simplemente una oveja y un pastor cualquiera, sino algo más profundo.

En estos ejemplos se esconde una enseñanza sagrada. En ellos se nos advierte que no tengamos nunca a nadie por perdido sin remedio y que, cuando alguien se halle en peligro, no seamos negligentes o remisos en prestarle ayuda, sino que a los que se han desviado de la recta conducta los volvamos al buen camino, nos alegremos de su vuelta y los agreguemos a la muchedumbre de los que viven recta y piadosamente.

RESPONSORIO Za 7, 9; Mt 6, 14

R. Que cada cual respete el derecho del prójimo * y trate a su hermano con misericordia y piedad.
V. Si vosotros perdonáis al prójimo sus faltas, también os perdonará las vuestras vuestro Padre celestial.
R. Que cada cual trate a su hermano con misericordia y piedad.

ORACIÓN.

Señor, haz que nos inclinemos siempre a pensar con rectitud y a practicar el bien con diligencia y, puesto que no podemos existir sin ti, concédenos vivir siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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