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Oficio de lectura – jueves 12 enero 2023

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: Con gozo el corazón cante la vida

Con gozo el corazón cante la vida, presencia y maravilla del Señor, de luz y de color bella armonía, sinfónica cadencia de su amor.

Palabra esplendorosa de su Verbo, cascada luminosa de verdad, que fluye en todo ser que en él fue hecho imagen de su ser y de su amor.

La fe cante al Señor, y su alabanza, palabra mensajera del amor, responda con ternura a su llamada en himno agradecido a su gran don.

Dejemos que su amor nos llene el alma en íntimo diálogo con Dios, en puras claridades cara a cara, bañadas por los rayos de su sol.

Al Padre subirá nuestra alabanza por Cristo, nuestro vivo intercesor, en alas de su Espíritu que inflama en todo corazón su gran amor. Amén.

Salmodia

Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17, 31-51 El Señor revela su poder salvador

Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor y me enseña un camino perfecto; él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas; él adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17

Me dejaste tu escudo protector, tu diestra me sostuvo, multiplicaste tus cuidados conmigo. Ensanchaste el camino a mis pasos y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo; y no me volvía sin haberlo aniquilado: los derroté, y no pudieron rehacerse, cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste a los que me resistían; hiciste volver la espalda a mis enemigos, rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba; gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento; los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo, me hiciste cabeza de naciones, un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban, me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Salmo 17

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: el Dios que me dió el desquite y me sometió los pueblos; que me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que resistían y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido, de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Versículo.

V. Ábreme, Señor, los ojos.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.

Primera lectura

De la carta a los Romanos 2, 17-29

La desobediencia de Israel

Tú, que presumes de tu nombre de judío, que descansas seguro en la ley, que pones tu gloria y confianza en Dios, que conoces su voluntad, e, instruido constantemente en la ley, sabes apreciar y escoger lo que más importa; tú, que crees ser guía de ciegos, luz de los que viven en las tinieblas, preceptor de ignorantes, maestro de menores de edad; tú, que tienes en la ley la encarnación de la ciencia y de la veracidad de Dios; tú, en suma, que instruyes a otros, ¿cómo no te instruyes a ti mismo?

Tú, que predicas que no hay que robar, ¿robas? Dices que no hay que cometer adulterio, ¿y lo cometes? Abominas de los ídolos, ¿y te llevas las riquezas sagradas de sus templos? Tú, que pones tu gloria y confianza en la ley, deshonras a Dios con tus transgresiones de la ley; porque por vuestra culpa profieren los gentiles blasfemias contra el nombre de Dios, como dice la Escritura.

Cierto que la circuncisión te vale, si practicas la ley; pero, si la quebrantas, tu circuncisión es como si no fuese. Por otra parte, ¿no considerará Dios como circunciso al pagano que guarda los preceptos de la ley? Y más: los que sin estar corporalmente circuncidados cumplan la ley a la perfección te condenarán a ti, que, con toda tu letra de la ley y tu circuncisión, quebrantas la ley.

No aquel que lo es al exterior es verdadero judío; ni la que aparece fuera en la carne es verdadera circuncisión. El verdadero judío es aquel que lo es en su interior; y la verdadera circuncisión es la del corazón, la que es según el espíritu, no según la letra de la ley. El verdadero judío es el que merece alabanzas no de los hombres, sino de Dios.

Responsorio Rm 2, 28. 29

R. La verdadera circuncisión es la del corazón, la que es según el espíritu, no según la letra de la ley. Y merece alabanzas no de los hombres, sino de Dios.

V. El verdadero judío es aquel que lo es en su interior.
R. Y merece alabanzas no de los hombres, sino de Dios.

Segunda lectura

De la Disertación de san Atanasio, obispo, Contra los gentiles

El verbo del padre embellece, ordena y contiene todas las cosas

El Padre de Cristo, santísimo e inmensamente superior a todo lo creado, como óptimo gobernante, con su propia sabiduría y su propio Verbo, Cristo, nuestro Señor y salvador, lo gobierna, dispone y ejecuta siempre todo de modo conveniente, según a él le parece adecuado. Nadie ciertamente negará el orden que observamos en la creación y en su desarrollo, ya que es Dios quien así lo ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran al azar y sin orden, no habría motivo alguno para creer en lo que hemos dicho. Mas si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido con orden, sabiduría y conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador y embellecedor no es otro que el Verbo de Dios.

Me refiero al Verbo que por naturaleza es Dios, que procede del Dios bueno, del Dios de todas las cosas, vivo y eficiente; al Verbo que es distinto de todas las cosas creadas, y que es el Verbo propio y único del Padre bueno; al Verbo cuya providencia ilumina todo el mundo presente, por él creado. Éll, que es el Verbo bueno del Padre bueno, dispuso con orden todas las cosas, uniendo armónicamente lo que era entre sí contrario. Él, el Dios único y unigénito, cuya bondad esencial y personal procede de la bondad fontal del Padre, embellece, ordena y contiene todas las cosas.

Aquel, por tanto, que por su Verbo eterno lo hizo todo y dio el ser a las cosas creadas no quiso que se movieran y actuaran por sí mismas, no fuera a ser que volvieran a la nada, sino que, por su bondad, gobierna y sustenta toda la naturaleza por su Verbo, el cual es también Dios, para que, iluminada con el gobierno, providencia y dirección del Verbo, permanezca firme y estable, en cuanto que participa de la verdadera existencia del Verbo del Padre y es secundada por él en su existencia, ya que cesaría en la misma si no fuera conservada por el Verbo, el cual es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; por él y en él se mantiene todo, lo visible y lo invisible, y él es la cabeza de la Iglesia, como nos lo enseñan los ministros de la verdad en las sagradas Escrituras.

Este Verbo del Padre, omnipotente y santísimo, lo penetra todo y despliega en todas partes su virtualidad, iluminando así lo visible y lo invisible; mantiene él unidas en sí mismo todas las cosas y a todas las incluye en sí, de tal manera que nada queda privado de la influencia de su acción, sino que a todas las cosas y a través de ellas, a cada una en particular y a todas en general, es él quien les otorga y conserva la vida.

Responsorio Cf. Pr 8, 22-30

R. El Señor me estableció al principio, cuando no había hecho aún la tierra, antes de que asentara los abismos e hiciera brotar los manantiales de las aguas. Todavía no estaban cimentados los montes ni formadas las colinas cuando el Señor me engendró.

V. Cuando colocaba los cielos, yo estaba junto a él como arquitecto.
R. Todavía no estaban cimentados los montes ni formadas las colinas cuando el Señor me engendró.

Oremos,
Señor, atiende benignamente las súplicas de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Conclusión

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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