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Oficio de lectura – jueves 17 noviembre 2022

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: Dichosa la mujer que ha conservado

Dichosa la mujer que ha conservado, en su regazo, con amor materno, la palabra del Hijo que ha engendrado en la vida de fe y de amor pleno.

Dichosas sois vosotras, que en la vida hicisteis de la fe vuestra entereza, vuestra gracia en la Gracia fue asumida, maravilla de Dios y de belleza.

Dichosas sois vosotras, que supisteis ser hijas del amor que Dios os daba, y así, en la fe, madres de muchos fuisteis, fecunda plenitud que nunca acaba.

No dejéis de ser madres, en la gloria, de los hombres que luchan con anhelo, ante Dios vuestro amor haga memoria de los hijos que esperan ir al cielo. Amén.

Salmodia

Ant. 1. Abre la boca con sabiduría y su lengua enseña con bondad.

Salmo 18

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.

Ant. Abre la boca con sabiduría y su lengua enseña con bondad.

Ant. 2. Las santas mujeres vivieron esperando en Dios y cantando en su corazón.

Salmo 44

Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas.

Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.

Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Ant. Las santas mujeres vivieron esperando en Dios y cantando en su corazón.
Ant. 3. Las llevan ante el Señor entre alegría y algazara.

Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu señor.

La ciudad de Tiro viene con regalos, los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra».

Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos.

Ant. Las llevan ante el Señor entre alegría y algazara.

Versículo
V. Que llegue a tu presencia el meditar de mi corazón.
R. Señor, roca mía y redentor mío.
La primera lectura, se toma del común de los religiosos que se destacaron por sus obras de misericordia, por ejemplo, del 9 de septiembre, san Pedro Claver.

Primera lectura

De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios12, 31-13, 13
Lo más grande es el amor

Hermanos: Ambicionad los dones más valiosos. Y aún me queda por señalaros un camino excepcional. Ya puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, que, si no tengo amor, no paso de ser una campana ruidosa o unos platillos estridentes. Ya puedo hablar inspirado y penetrar todo secreto y todo el saber, ya puedo tener toda la fe, hasta mover montañas, que, si no tengo amor, no soy nada. Ya puedo dar en limosnas todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. El don de predicar se acabará. El don de lenguas enmudecer. El saber se acabará. Porque inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro predicar; pero cuando venga la madurez, lo inmaduro se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo de adivinar; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora inmaduro; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Responsorio 1 Jn 4, 16. 7R.

R. Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene; Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en Él.

V. Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios.
R. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en Él.

Segunda lectura

De una Carta escrita por Conrado de Marburgo, director espiritual de santa Isabel

Isabel reconoció y amó a cristo en la persona de los pobres

Pronto Isabel comenzó a destacar por sus virtudes, y, así como durante toda su vida había sido consuelo de los pobres, comenzó luego a ser plenamente remedio de los hambrientos. Mandó construir un hospital cerca de uno de sus castillos y acogió en él gran cantidad de enfermos e inválidos; a todos los que allí acudían en demanda de limosna les otorgaba ampliamente el beneficio de su caridad, y no sólo allí, sino también en todos los lugares sujetos a la jurisdicción de su marido, llegando a agotar de tal modo todas las rentas provenientes de los cuatro principados de éste, que se vio obligada finalmente a vender en favor de los pobres todas las joyas y vestidos lujosos.

Tenía la costumbre de visitar personalmente a todos sus enfermos, dos veces al día, por la mañana y por la tarde, curando también personalmente a los más repugnantes, a los cuales daba de comer, les hacía la cama, los cargaba sobre sí y ejercía con ellos muchos otros deberes de humanidad; y su esposo, de grata memoria, no veía con malos ojos todas estas cosas. Finalmente, al morir su esposo, ella, aspirando a la máxima perfección, me pidió con lágrimas abundantes que le permitiese ir a mendigar de puerta en puerta.

En el mismo día del Viernes santo, mientras estaban denudados los altares, puestas las manos sobre el altar de una capilla de su ciudad, en la que había establecido frailes menores, estando presentes algunas personas, renunció a su propia voluntad, a todas las pompas del mundo y a todas las cosas que el Salvador, en el Evangelio, aconsejó abandonar. Después de esto, viendo que podía ser absorbida por la agitación del mundo y por la gloria mundana de aquel territorio en el que, en vida de su marido, había vivido rodeada de boato, me siguió hasta Marburgo, aun en contra de mi voluntad; allí, en la ciudad, hizo edificar un hospital, en el que dio acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más míseros y despreciados.

Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad tan intensa juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos y religiosas vieron más de una vez como, al volver de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol.

Antes de su muerte la oí en confesión, y, al preguntarle cómo había de disponer de sus bienes y de su ajuar, respondió que hacía ya mucho tiempo que pertenecía a los pobres todo lo que figuraba como suyo, y me pidió que se lo repartiera todo, a excepción de la pobre túnica que vestía y con la que quería ser sepultada. Recibió luego el cuerpo del Señor y después estuvo hablando, hasta la tarde, de las cosas buenas que había oído en la predicación; finalmente, habiendo encomendado a Dios con gran devoción a todos los que la asistían, expiró como quien se duerme plácidamente.

Responsorio Jdt 15, 11; Hch 10, 4

R. Actuaste con valor, y tu corazón tuvo fortaleza porque amaste la castidad: por eso serás por siempre bendita.
V. Tus oraciones y tus obras de caridad han subido hasta Dios como el sacrificio del memorial.
R. Por eso serás por siempre bendita.

Oremos,
Dios nuestro, que concediste a santa Isabel de Hungría el don de reconocer y venerar a Cristo en los pobres, concédenos, por su intercesión, que sirvamos siempre a los necesitados y afligidos con una incansable caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

Conclusión
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

 

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