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Oficio de lectura – lunes 18 julio 2022

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno:

En el principio, tu Palabra. Antes que el sol ardiera, antes del mar y las montañas, antes de las constelaciones, nos amó tu Palabra.

Desde tu seno, Padre, era sonrisa su mirada, era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.

En el principio, tu Palabra. Todo se hizo de nuevo, todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río hasta el rocío y la escarcha; nuevo el canto de los pájaros, porque habló tu Palabra.

Y nos sigues hablando todo el día, aunque matemos la mañana y desperdiciemos la tarde, y asesinemos la alborada.

Como una espada de fuego, en el principio, tu Palabra.

Llénanos de tu presencia, Padre; Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte, Hijo, eterna Palabra. Amén.

Salmodia

Ant 1. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.

Salmo 72 por qué sufre el justo.

¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón!

Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados.

Para ellos no hay sinsabores, están sanos y engreídos; no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás.

Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas.

Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo, y su lengua recorre la tierra.

Por eso mi pueblo se vuelve a ellos y se bebe sus palabras. Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?»
Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.

Ant 2. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

Salmo 72

Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis manos? ¿Para qué aguanto yo todo el día y me corrijo cada mañana?

Si yo dijera: «Voy a hablar como ellos», renegaría de la estirpe de tus hijos.

Meditaba yo para entenderlo, pero me resultaba muy difícil; hasta que entré en el misterio de Dios, y comprendí el destino de ellos.

Es verdad: los pones en el resbaladero, los precipitas en la ruina; en un momento causan horror, y acaban consumidos de espanto.

Como un sueño al despertar, Señor, al despertarte desprecias sus sombras.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Ant 3. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.

Salmo 72

Cuando mi corazón se agriaba y me punzaba mi interior, yo era un necio y un ignorante, yo era un animal ante ti.

Pero yo siempre estaré contigo, tú tomas mi mano derecha, me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso.

¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.

Sí: los que se alejan de ti se pierden; tú destruyes a los que te son infieles.

Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones en las puertas de Sión.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.

V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.

Primera Lectura Del libro de Job 12, 1-25

Job tomó la palabra y dijo:

«Realmente sois gente importante y con vosotros morirá la sabiduría; pero también yo tengo inteligencia y no soy menos que vosotros: ¿quién no sabe todo eso?

Soy el hazmerreír de mi vecino, yo, que llamaba a Dios y me escuchaba. (¡El hazmerreír, siendo honrado y cabal!) los que se sienten satisfechos exclaman: «Que vaya a la desgracia, al desprecio, dad un último golpe al
que vacila.» Y, con todo, están en paz las tiendas de los salteadores, y viven tranquilos los que desafían a Dios, pensando que lo tienen en su puño.

Pregunta a las bestias y te instruirán, a las aves del cielo y te informarán, a los reptiles del suelo y te darán lecciones, te lo contarán los peces del mar: con tantos maestros, ¿quién no sabe que la mano de Dios lo ha hecho todo? En su mano está el alma de los vivientes y el espíritu del hombre de carne.

¿No distingue el oído las palabras, y no saborea el paladar los manjares? ¿No está en los ancianos la sabiduría, y la prudencia en los viejos?

Pues él posee sabiduría y poder; la perspicacia y la prudencia son suyas. Lo que él destruye, nadie lo levanta; si él aprisiona, nadie escapará; si retiene la lluvia, viene la sequía: si la suelta, se inunda la tierra.

Él posee fuerza y eficacia, suyos son el engañado y el que engaña; él puede hacer estúpidos a los consejeros, y hacer enloquecer a los gobernantes; él arranca a los reyes sus insignias, y les ata una soga a la cintura; él despoja a los sacerdotes de su gloria, y derriba los poderes establecidos; quita la palabra a los elocuentes, y priva de sensatez a los ancianos; arroja desprecio sobre los nobles, y afloja el cinturón de los robustos; arranca a las tinieblas sus secretos, y saca a luz lo que estaba entre las sombras; levanta pueblos y los arruina, dilata naciones y las destierra; quita el talento a los jefes, y los extravía por una inmensidad sin caminos, donde van a tientas en lóbrega tiniebla, tropezando corno ebrios.»

Responsorio

R/. Dios posee sabiduría y poder; la perspicacia y la prudencia son suyas. Lo que él destruye, nadie lo levanta; si él aprisiona, nadie escapará.

V/. Él no cambia, ¿quién podrá disuadirlo? Él realiza lo que quiere.
R/. Lo que él destruye, nadie lo levanta; si él aprisiona, nadie escapará.

Segunda Lectura

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios

Como en las personas de vuestra comunidad que tuve la suerte de ver, os contemplé en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que ocupa el lugar de Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los apóstoles; desempeñando los diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les ha sido confiado del ministerio de Jesucristo, el cual estaba junto al Padre antes de los siglos y se manifestó en estos últimos tiempos.

Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.

Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.

No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.

Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su Maestro? Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.

Responsorio

R. Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. Porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición.

V. En punto a caridad fraterna, amaos entrañablemente unos a otros; en cuanto a la mutua estima, tened por más dignos a los demás; sirviendo al Señor.
R. Porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición.

Oremos:
Mira con misericordia a estos tus hijos, Señor, y multiplica tu gracia sobre nosotros, para que, fervorosos en la fe, la esperanza y el amor, perseveremos en el fiel cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Conclusión.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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