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Oficio de lectura – martes 04 octubre 2022

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

Dichosos los que, oyendo la llamada de la fe y del amor en vuestra vida, creísteis que la vida os era dada para darla en amor y con fe viva.

Dichosos, si abrazasteis la pobreza para llenar de Dios vuestras alforjas, para servirle a él con fortaleza con gozo y con amor a todas horas.

Dichosos mensajeros de verdades, que fuisteis por caminos de la tierra, predicando bondad contra maldades, pregonando la paz contra las guerras.

Dichosos, del amor dispensadores, dichosos, de los tristes el consuelo, dichosos, de los hombres servidores, dichosos, herederos de los cielos. Amén.

Salmodia

Ant. 1: Te pidió la vida y se la has concedido, Señor; lo has vestido de honor y majestad.

Salmo 20, 2-8. 14

Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! Le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito, y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.

Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia: porque el rey confía en el Señor y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Ant. 1: Te pidió la vida y se la has concedido, Señor; lo has vestido de honor y majestad.

Ant. 2: La senda del justo brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta que es de día.

Salmo 91

Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.

Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.

Ant. 2: La senda del justo brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta que es de día.

Ant. 3: El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano.

Salmo 91

Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.

Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

Ant. 3: El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano.

Versículo
V. El Señor condujo al justo por sendas llanas.
R. Le mostró el reino de Dios.

Primera lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 7–4, 1.4-9

Estad siempre alegres en el Señor

Hermanos: Todo lo que para mí era ganancia lo he estimado pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme unido a él, no por una justificación propia mía, la que viene de la ley, sino por la justificación que se obtiene por la fe en Cristo, la cual procede de Dios y se basa en la fe.

A fin de tener una íntima experiencia de Cristo, del poder de su resurrección, y de la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para alcanzar también la resurrección de entre los muertos.

No quiero decir con esto que tenga ya conseguido el premio, o que sea ya perfecto: sino que continuó mi carrera con la pretensión de darle alcance, habiendo yo mismo sido alcanzado por Cristo Jesús. Yo hermanos, no considero haber ganado todavía el premio. Sólo una cosa busco: olvidando lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que veo por delante, voy corriendo hacia la meta, para conseguir el premio de la asamblea celestial, asamblea de Dios, en Cristo Jesús.

Así pues, todos los que estamos ya bien formados en Cristo, debemos tener estas aspiraciones. Y, si en algún punto pensáis de otra manera, que Dios os lo aclare también.

Sea cual sea el punto a dónde hayamos llegado. Sigamos adelante, por el mismo camino.

Seguid todos mis ejemplos hermanos y fijaos en los que caminan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, hay muchos de quienes os decía con frecuencia, y ahora hasta con lágrimas lo digo, que se portan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, es el vientre; y su gloria, está en su vergüenza. Sólo en las cosas de la tierra ponen su corazón.

En cambio, para nosotros, nuestros derechos de ciudadanía radican en los cielos, de donde esperamos que venga como salvador, Cristo, Jesús el Señor: El transfigurará nuestro cuerpo de humilde condición, en un cuerpo glorioso, semejante al suyo en virtud del poder que tiene para someter a su imperio todas las cosas.

Así, pues, hermanos a quienes tanto amo y a quienes tanto deseo ver, vosotros sois mi gozo y mi corona. Perseverad firmes en el Señor. Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo, estad alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca.

No os inquietéis por cosa alguna. Pero en toda necesidad presentad a Dios vuestras peticiones mediante la oración y la súplica, acompañadas con la acción de gracias. Y la paz de Dios, que está por encima de todo conocimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Finalmente, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta, hermanos. Seguid practicando lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con vosotros.

Responsorio

R. Estén ceñidos vuestros lomos, y encendidas vuestras lámparas; Así seréis como los siervos que están esperando a su amo de regreso de las bodas.

V. Velad, porque no sabéis cuándo vendrá vuestro Señor.
R. Así seréis como los siervos que están esperando a su amo de regreso de las bodas.

Segunda lectura

De las Cartas de san Francisco de Asís, dirigidas a todos los fieles

Debemos ser sencillos, humildes y puros

La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre, diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz.

Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que nació por nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Y quiere que todos nos salvemos por él y lo recibamos con puro corazón y cuerpo casto.

¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y a tu prójimo como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y con mente pura, ya que él nos hace saber cuál es su mayor deseo, cuando dice: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque todos los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en el cielo; porque debemos orar siempre y no desfallecer jamás.

Procuremos, además, dar frutos de verdadero arrepentimiento. Y amemos al prójimo como a nosotros mismos. Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya que ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres pierden todo lo que dejan en este mundo; tan sólo se llevan consigo el premio de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.

No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana creatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres de nuestro Señor Jesucristo.

Responsorio

R. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos . Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

V. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos quedarán saciados.
R. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Oración

Oremos,
Señor Dios, que en el pobre y humilde Francisco de Asís has dado a tu Iglesia una imagen viva de Jesucristo, haz que nosotros, siguiendo su ejemplo, imitemos a tu Hijo y vivamos, como este santo, unidos a ti en el gozo del amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

Conclusión

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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