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Oficio de lectura – martes 11 junio 2024

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

HIMNO

Mensajeros de Dios dadnos la Nueva; mensajeros de paz, sea paz nuestra.

Mensajeros de luz, sea luz nuestra; mensajeros de fe, sea fe nuestra.

Mensajeros del Rey, sea rey nuestro; mensajeros de amor, sea amor nuestro. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 A toda la tierra alcanzará su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.

Salmo 18 A

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega hasta el otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 A toda la tierra alcanzará su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.

Ant. 2 Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus
acciones.

Salmo 63

Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores.

afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: «¿Quién lo descubrirá?»
inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus
acciones.

Ant. 3 Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron
su gloria.

-Salmo 96-

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas inumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sotienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron
su gloria.

VERSÍCULO

V. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.
R. Y las maravillas que realizó.

PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Pablo
a los Corintios
4, 1-16

Hermanos: que la gente sólo vea en nosotros servi-
dores de Cristo y administradores de los misterios de
Dios. Ahora, en un administrador lo que se busca es que
sea fiel. Por lo que a mí se refiere, me importa muy
poco ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal
humano. Ni siquiera yo mismo juzgo mi actuación. Cierto
que mi conciencia nada me reprocha, mas no por eso
me creo justificado. Mi juez será el Señor. No juzguéis
antes de tiempo; dejad que venga el Señor. Él sacará a
la luz lo que está oculto en las tinieblas y pondrá al des-
cubierto la intenciones del corazón. Entonces vendrá a
cada uno su alabanza de parte de Dios.

Estas verdades, hermanos, las he expuesto por vues-
tro provecho, aplicándolas a mi persona y a Apolo. Así,
por esta aplicación, aprenderéis aquello de: «No más de
lo que está escrito», a fin de que nadie se enorgullezca
de un apóstol y deprecie a otro. Porque ¿quién es el
que te distingue? ¿Qué tienes que no hayas recibido?
Y, si lo recibiste, ¿por qué te glorias como si no lo hu-
bieras recibido? ¡Y estáis satisfechos! ¡Os habéis hecho
ya ricos! ¡Habéis ganado un reino sin ayuda nuestra! ¡Ya
lo podíais haber ganado! ¡Así tendríamos nosotros parte
en vuestro reino!

Por lo que veo, Dios nos ha asignado a los apóstoles
el último lugar, como a condenados a muerte; porque
hemos venido a ser el espectáculo del mundo, de los
ángeles y de los hombres. Nosotros somos insensatos
por Cristo, vosotros sensatos en Cristo; nosotros débiles,
vosotros fuertes; vosotros estimados, nosotros despre-
ciados. Todavía ahora pasamos hambre, sed y desnudez.
Somos maltratados y arrojados de una parte a otra, y
nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Cuando
nos maldicen, bendecimos; cuando nos persiguen, so-
portamos; cuando nos injurian, respondemos con dulzu-
ra. Hemos venido a ser hasta ahora como basura del
mundo, como el desecho de la humanidad.

No os escribo esto para confundiros, sino para amo-
nestaros como a hijos míos carísimos. Aunque tengáis,
en efecto, diez mil maestros que os lleven a Cristo, de
hecho sólo tenéis un padre. Yo os engendré para Cristo
por la predicación del evangelio.

Os exhorto, pues, a que seáis mis imitadores, como
yo imito a Cristo.

Responsorio

R. Ya no os llamaré siervos; os he llamado amigos,
*porque todo cuanto me ha comunicado el Padre
os los he dado a conocer.

V. A vosotros ha concedido Dios conocer los misterios
del reino de los cielos; dichos vuestros ojos por-
que ven, y vuestros oídos porque oyen.

R. Porque todo cuanto me ha comunicado el Padre os
lo he dado a conocer.

SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Cromacio, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
(Tratado 5, 1. 3-4: CCL 9. 405-407)
VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto del monte; ni se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín, sino para ponerla sobre el candelero, así alumbra a todos los que están en la casa. El Señor dijo a sus discípulos que eran la sal de la tierra, porque ellos, por medio de la sabiduría celestial, condimentaron los corazones de los hombres que, por obra del demonio, habían perdido su sabor. Ahora añade también que son la luz del mundo, ya que, iluminados por él mismo, que es la luz verdadera y eterna, se convirtieron ellos también en luz que disipó las tinieblas.
Puesto que él era el sol de justicia, con razón llama a sus discípulos luz del mundo, ya que ellos fueron como los rayos a través de los cuales derramó sobre el mundo la luz de su conocimiento; ellos, en efecto, ahuyentaron del corazón de los hombres las tinieblas del error, dándoles a conocer la luz de la verdad.
También nosotros, iluminados por ellos, nos hemos convertido de tinieblas en luz, tal como dice el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y también: Todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas.
En este mismo sentido habla san Juan en su carta, cuando dice: Dios es luz, y el que permanece en Dios está en la luz, como él también está en la luz. Por lo tanto, ya que tenemos la dicha de haber sido liberados de las tinieblas del error, debemos caminar siempre en la luz, como hijos que somos de la luz. Por esto dice el Apóstol: Aparecéis como antorchas en el mundo, presentándole la palabra de vida.
Si así no lo hacemos, es como si, con nuestra infidelidad, pusiéramos un velo que tapa y oscurece esta luz tan útil y necesaria, en perjuicio nuestro y de los demás. Por esto también incurrió en castigo aquel siervo que prefirió esconder el talento, que había recibido para negociar un lucro celestial, antes que ponerlo en el banco, como sabemos por el Evangelio.
Así, pues, aquella lámpara resplandeciente, encendida para nuestra salvación, debe brillar siempre en nosotros. Poseemos, en efecto, la lámpara de los mandatos celestiales y de la gracia espiritual, acerca de la cual afirma el salmista: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. De ella dice también Salomón: El consejo de la ley es lámpara.
Por consiguiente, nuestro deber es no ocultar esta lámpara de la ley y de la fe, sino ponerla siempre en alto en la Iglesia, como en un candelero, para la salvación de todos, para que así nos beneficiemos nosotros de la luz de su verdad y para que ilumine a todos los creyentes.

RESPONSORIO Hch 11, 23-24
R. Cuando Bernabé llegó a Antioquía y vio la gracia de Dios, se llenó de júbilo; * pues era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una gran fe.
V. Y exhortaba a todos a que con entera voluntad permaneciesen fieles al Señor.
R. Pues era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una gran fe.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que, después de haber infundido en abundancia la fe y el Espíritu Santo en Bernabé, lo destinaste para que anunciara a los pueblos paganos el mensaje de salvación, haz que el Evangelio de Cristo, que él predicó valerosamente, sea proclamado con fidelidad por nuestras palabras y nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

ORACIÓN.

Oremos:
Fortalece, Señor, nuestra fe, para que nos adhira-
mos a Cristo, tu Hijo, con la misma sinceridad con que
lo hizo el apóstol san Bartolomé, y haz que, por la in-
tercesión de este santo, sea siempre tu Iglesia sacramen-
to de salvación universal para todos los hombres. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.