Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: Naciste del padre, sin principio
Naciste del Padre, sin principio, antes que la luz resplandeciera; del seno sin mancha de María surges como luz en las tinieblas.
Los pobres acuden a adorarte, solos, ellos velan en la noche, sintiendo admirados en tu llanto la voz del pastor de los pastores.
El mundo se alegra en este día, gozan los patriarcas, los profetas; la flor ha nacido de la rama, flor que ha perfumado nuestra Iglesia.
Los ángeles cantan hoy tu gloria, Padre, que enviaste a Jesucristo; unimos con ellos nuestras voces, oye, bondadoso, nuestros himnos. Amén.
Salmodia
Ant 1. También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.
Salmo 38 Súplica de un enfermo
Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua; pondré una mordaza a mi boca mientras el impío esté presente.
Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza; pero mi herida empeoró, y el corazón me ardía por dentro; pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.
Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy.
Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti; el hombre no dura más que un soplo, el hombre pasa como pura sombra, por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.
Ant 2. Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
Salmo 38
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades, no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes, que el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre castigando su culpa; como una polilla roes sus tesoros; el hombre no es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto; porque yo soy huésped tuyo, forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que pase y no exista.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
Ant 3. Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.
Salmo 51 Contra la violencia de los calumniadores
¿Por qué te glorías de la maldad y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias, tu lengua es navaja afilada, autor de fraudes; prefieres el mal al bien, la mentira a la honradez; prefieres las palabras corrosivas, lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre, te abatirá y te barrerá de tu tienda; arrancará tus raíces del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán, y se reirán de él: «Mirad al valiente que no puso en Dios su apoyo, confió en sus muchas riquezas, se insolentó en sus crímenes.»
Pero yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en su misericordia por siempre jamás.
Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.
Versículo
V. Él era la fuente de la vida.
R. Y esta vida era la luz para los hombres.
Primera lectura
De la carta a los Colosenses 3, 17-4, 1
La vida nueva en la familia cristiana
Hermanos: Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como es conveniente que se haga entre miembros de Cristo.
Y vosotros, hombres, amad a vuestras esposas y no seáis duros con ellas. Vosotros, hijos, por vuestra parte, obedeced en todo a vuestros padres, pues esto es lo que agrada a Dios. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se hagan pusilánimes.
Vosotros, subordinados, obedeced en todo a vuestros superiores de aquí abajo; no seáis como quien sólo trabaja en presencia del amo, como pretendiendo halagar a los hombres, sino trabajad con rectitud de intención y en el temor de Dios. Lo que hacéis, haced lo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo bien que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor. Y quien comete una injusticia recibirá el pago de su injusticia. No hay acepción de personas en Dios.
Y vosotros, patrones, proveed a vuestros sirvientes de lo que es justo y equitativo, sabiendo que también vosotros tenéis un amo en el cielo.
Responsorio Col 3, 17
R. Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús.
V. Ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
R. Sea todo en nombre de Jesús.
Segunda lectura
De los Capítulos, distribuidos en cinco centurias, de san Máximo Confesor, abad
Misterio siempre nuevo
El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que lo desean; en ellos se hace niño y en ellos se va formando a medida que crecen sus virtudes; se da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee, sino porque conoce las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un modo perfecto.
En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice: Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.
Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma racional, él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que el Verbo, contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.
Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son como la estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido llamados por designio gratuito de Dios.
Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el señuelo de su carne, excitando su avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de remedio para la naturaleza humana, restituyéndola a su dignidad primitiva.
En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido al hombre cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél, cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la divinidad latente en esta carne.
La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni de la nuestra, según la cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.
Responsorio Jn 1, 14. 1
R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Oremos,
Te pedimos, Dios todopoderoso, que tu Salvador, que has enviado del cielo como una luz nueva para redimir al mundo, nazca también en nuestros corazones y los renueve continuamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Conclusión
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.