Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
HIMNO
Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débeme amar
aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando tras de él.
Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos de Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.
SALMODIA
Ant. 1 También nosotros gemimos en nuestro interior,
aguardando la redención de nuestro cuerpo.
– Salmo 38 –
–I–
Yo me dije: vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente.
Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.
Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.
Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como pura sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 También nosotros gemimos en nuestro interior,
aguardando la redención de nuestro cuerpo.
Ant. 2 Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a
mi llanto.
–II–
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto.
porque soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro,
antes de que pase y no exista.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a
mi llanto.
Ant. 3 Yo confío en la misericordia del Señor por
siempre jamás.
–salmo 51–
¿Por qué te gloría en la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;
prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
«Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes.»
Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en su misericordia
por siempre jamás.
Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Yo confío en la misericordia del Señor por
siempre jamás.
VERSÍCULO
V. Mi alma espera en el Señor.
R. Espera en su palabra..
PRIMERA LECTURA
Del libro de los Proverbios
9, 1-18
La Sabiduría se ha construido su casa, plantando siete
columnas; ha preparado el banquete, ha mezclado el vino
y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que
lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad:
«Los inexpertos, que vengan aquí, quiero hablar a los
faltos de juicio: Venid a comer de mi pan y a beber el
vino que he mezclado; dejad vuestras necedades y vivi-
réis, seguid el camino de la prudencia.»
Quien corrige al burlón se acarrea insultos, quien re-
prende al malvado atrae su desprecio; no reprendas al
arrogante, pues te aborrecerá; reprende al sabio y te lo
agradecerá. Da al sabio y será más sabio; enseña al justo
y crecerá su ciencia. El comienzo de la sabiduría es el
temor del Señor, y conocer al Santo es verdadera inteli-
gencia. Por mí prolongarás tus días y se aumentarán los
años de tu vida; si eres sabio, lo serás para tu bien, si
eres arrogante, tú solo lo tendrás que pagar.
La Insensatez es alborotada, es tonta, no tiene ver-
güenza; se sienta a la puerta de su casa, en un asiento
que domina la ciudad, para gritar a los transeúntes y a
los que siguen el recto camino:
«Los inexpertos, que vengan aquí, quiero hablar a los
faltos de juicio: El agua robada es más dulce; el pan a
escondidas es más sabroso.»
Pero no saben que en su casa están las sombras de la
muerte y que sus invitados van a lo hondo del abismo.
Responsorio
R. Un hombre quiso dar un gran banquete y envió a su
siervo a decir a los invitados: * «Venid, que ya está
todo preparado.»
V. Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he
mezclado.
R. Venid, que ya está todo preparado.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de Procopio de Gaza, obispo, sobre el
libro de los Proverbios
La Sabiduría se ha construido su casa. La Potencia
personal de Dios Padre se preparó como casa propia todo
el universo, en el que habita por su poder, y también lo
preparó para aquel que fue creado a imagen y semejanza
de Dios y que consta de una naturaleza en parte visible
y en parte invisible.
Plantó siete columnas. Al hombre creado de nuevo en
Cristo, para que crea en él y observe sus mandamientos
le ha dado los siete dones del Espíritu Santo; con ellos,
estimulada la virtud por el conocimiento y recíprocamen-
te manifestado el conocimiento por la virtud, el hombre
espiritual llega a su plenitud, afianzado en la perfección
de la fe por la participación de los bienes espirituales.
Y así, la natural nobleza del espíritu humano queda
elevada por el don de fortaleza, que nos predispone a bus-
car con fervor y a desear los designios divinos, según los
cuales ha sido hecho todo; por el don de consejo, que
nos da discernimiento para distinguir entre los falsos y
los verdaderos designios de Dios, increados e inmortales,
y nos hace meditarlos y profesarlos de palabra al darnos
la capacidad de percibirlos; y por el don de entendimien-
to, que nos ayuda a someternos de buen grado a los ver-
daderos designios de Dios y no a los falsos.
Ha mezclado el vino en la copa y ha puesto la mesa.
Y en el hombre que hemos dicho, en el cual se hallan
mezclados como en una copa lo espiritual y lo corporal,
la Potencia personal de Dios juntó a la ciencia natural de
las cosas el conocimiento de ella como creadora de todo;
y este conocimiento es como un vino que embriaga con
las cosas que atañen a Dios. De este modo, alimentando a
las almas en la virtud por sí misma, que es el pan celes-
tial, y embriagándolas y deleitándolas con su instrucción,
dispone todo esto a manera de alimentos destinados al
banquete espiritual, para todos los que desean participar
del mismo.
Ha despachado a sus criados para que anuncien el
banquete. Envió a los apóstoles, siervos de Dios, encarga-
dos de la proclamación evangélica, la cual, por proceder
del Espíritu, es superior a la ley escrita y natural, e in-
vita a todos a que acudan a aquel en el cual, como en una
copa, por el misterio de la encarnación tuvo lugar una
mezcla admirable de la naturaleza divina y humana, uni-
das en una sola persona, aunque sin confundirse entre sí.
Y clama por boca de ellos: «El insensato, que venga a mí».
El insensato, que piensa en su interior que no hay Dios,
renunciando a su impiedad, acérquese a mí por la fe, y
sepa que yo soy el Creador y Señor de todas las cosas.»
Y dice: Quiero hablar a los faltos de juicio: Venid a
comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado.
Y, tanto a los faltos de obras de fe como a los que tienen
el deseo de una vida más perfecta, dice: «Venid, comed
mi cuerpo, que es el pan que os alimenta y fortalece; be-
bed mi sangre, que es el vino de la doctrina celestial que
os deleita y os diviniza; porque he mezclado de manera
admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra sal-
vación.»
Responsorio
R. La Sabiduría se ha construido su casa, plantando sie-
te columnas; * ha preparado el banquete, ha mezcla-
do el vino y puesto la mesa.
V. «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece
en mí, y yo en él», dice el Señor.
R. Ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y
puesto la mesa.
Oremos:
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo
levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles
en continua alegría y concede los gozos del cielo a quie-
nes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.