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Oficio de lectura – miércoles 21 septiembre 2022

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: Mensajeros de dios.

Mensajeros de Dios dadnos la Nueva; mensajeros de paz, sea paz nuestra.
Mensajeros de luz, sea luz nuestra; mensajeros de fe, sea fe nuestra.
Mensajeros del Rey, sea rey nuestro; mensajeros de amor, sea amor nuestro. Amén.

Salmodia

Ant 1. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Salmo 18
Alabanza al dios creador del universo.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Ant 2. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.

Salmo 63 Súplica contra los enemigos

Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo; escóndeme de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores:

afilan sus lenguas como espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente, para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: «¿Quién lo descubrirá?» Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas; su misma lengua los lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.

Ant 3. Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.

Salmo 96 El Señor es un rey mayor que todos los Dioses.

El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.

V. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.
R. Y las maravillas que realizó.

Primera lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-16

Diversidad de dones en un mismo cuerpo

Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo. Por eso dice: «Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.» ¿Qué quiere decir «subió» sino que antes bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.

Él mismo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren y actuando a la medida de cada parte, se procura su propio crecimiento para construcción de sí mismo en el amor.

Responsorio 2Pe 1, 21; Pr 2, 6

R. Nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.

V. El Señor es quien da sabiduría, de su boca proceden la prudencia y la ciencia.
R. Llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.

Segunda lectura

De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero

Jesús lo vio y, porque lo amó, lo eligió

Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. «Sígueme», que quiere decir: «imítame.» Le dijo: «Sígueme», más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que está siempre en Cristo debe andar de continuo como él anduvo.

Él -continúa el texto sagrado- se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.

Y sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron a colocarse junto a él y a sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor un banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo.

Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para cenar con nosotros y nosotros con él, porque por el don de su amor habita en el corazón de los elegidos para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísimo.

Responsorio

R. fue Mateo un hábil escriba, doctísimo en la ley del Dios del cielo, adiestró su corazón para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandatos, según el don que él le otorgó misericordiosamente.

V. A él fue confiado el Evangelio de la gloria de Dios.
R. Adiestró su corazón para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandatos, según el don que él le otorgó misericordiosamente.

Himno: Señor, Dios Eterno

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza: Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.

Oración.

Oremos,
Dios nuestro, que, en tu inefable misericordia, elegiste a san Mateo, para transformarlo de recaudador de impuestos en un apóstol, haz que también nosotros, imitando su ejemplo y apoyados por su intercesión, te sigamos con fidelidad, cualesquiera que sean las circunstancias de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Conclusión

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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