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Oficio de lectura – martes 24 julio 2024

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

HIMNO

Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débeme amar
aquel que me hizo vivir.

¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando tras de él.

Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.

Alma, sigue hasta el final
en pos de Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus
beneficios.

– Salmo 102 –
–I–

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus
beneficios.

Ant. 2 Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles.

–II–

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él sabe de qué estamos hechos,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles.

Ant. 3 Bendecid al Señor, todas sus obras.

–III–

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

Bendice, alma mía, al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Bendecid al Señor, todas sus obras.

Desde aqui en adelante corresponde se actualiza

VERSÍCULO

V. Ábreme los ojos, Señor.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.

 

Bildad de Suj habló a su vez y dijo:

«¿Hasta cuándo irás a caza de palabras? Reflexiona, y luego hablaremos. ¿Por qué nos consideras unas bestias y nos tienes por idiotas? Tú, que te despedazas con tu cólera, ¿podrás dejar la tierra deshabitada o mudar las rocas de su sitio?

La luz del malvado se apaga, y no brilla la llama de su hogar; se oscurece la luz de su tienda, y se le apaga la lámpara; se acortan sus pasos vigorosos, y sus propios planes lo derriban; sus pies lo llevan a la red, y camina entre mallas; un lazo lo sujeta por los tobillos, y la trampa se cierra sobre él; hay nudos escondidos en el suelo, y trampas en su senda.

Lo rodean terrores que lo espantan, y dispersan sus pasos; su vigor queda demacrado, y la desgracia está junto a su costado; la enfermedad se ceba en su piel, devora sus miembros el primogénito de la muerte; lo arrancan de la paz de su tienda, para conducirlo al Rey de los terrores; el fuego se asienta en su tienda, y esparcen azufre en su morada; por debajo se secan sus raíces, por arriba se marchita su ramaje.

Su recuerdo se acaba en el país, y queda sin nombre a la redonda; expulsado de la luz a las tinieblas, desterrado del mundo, sin prole ni descendencia entre su pueblo, sin un superviviente en su territorio.

De su destino se espantan los del poniente, y los del levante se llenan de horror: «¡Ésta es la morada del malvado, el lugar del que no reconoce a Dios!»»

RESPONSORIO Jb 19, 2. 3. 6. 9. 11

R. ¿Hasta cuándo seguiréis afligiéndome y aplastándome con palabras? Me sonrojáis y me ultrajáis sin reparo. * Sabed que es Dios quien me ha trastornado envolviéndome en sus redes.

V. Me ha despojado de mi honor; ardiendo en ira contra mí, me considera su enemigo.

R. Sabed que es Dios quien me ha trastornado envolviéndome en sus redes.

 

 

SEGUNDA LECTURA

Del libro de la Imitación de Cristo

Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de
este mundo miserable y tu alma encontrará la paz; pues
el reino de Dios es paz y alegría en el Espíritu Santo.
Cristo vendrá a ti y te dará a probar su consuelo, si le
preparas una digna morada en tu interior.

Toda su gloría y hermosura está en lo interior, y allí
se complace. Tiene él un frecuente trato con el hombre
interior, platica dulcemente con él, lo consuela suavemen-
te, le infunde una paz profunda y tiene con él una fami-
liaridad admirable en extremo.

Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo,
para que se digne venir a ti y habitar en ti. Pues él dice:
S¿ alguno me ama guardará mi palabra, y venáremos a
fijar en él nuestra morada. De modo que hazle en ti lugar
a Cristo. Si posees a Cristo, serás rico y con él te bastará.
Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de mane-
ra que no tendrás necesidad de esperar en los hombres.

Pon en Dios toda tu confianza y sea él el objeto de tu
veneración y de tu amor. Él responderá por ti y todo lo
hará bien, como mejor convenga.

No tienes aquí ciudad permanente. Dondequiera que
estuvieres serás extranjero y peregrino; jamás tendrás
reposo si no te unes íntimamente a Cristo.

Pon tu pensamiento en el Altísimo y eleva a Cristo tu
oración constantemente. Si no sabes meditar cosas subli-
mes y celestes, descansa en la pasión de Cristo, deleitán-
dote en contemplar sus preciosas llagas. Sufre por Cristo
y con Cristo, si quieres reinar con Cristo.

Si una sola vez entrases perfectamente al interior de
Jesús y gustases un poco de su ardiente amor, no te preo-
cuparías ya de tus propias ventajas o desventajas; más
bien te gozarías de las humillaciones que te hiciesen, por-
que el amor de Jesús hace que el hombre se menosprecie
a sí mismo.

Responsorio

R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para
siempre; * tú que eres justo, líbrame y ponme a
salvo.

V. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi con-
fianza, Señor, desde mi juventud.

R. Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo.

Oremos:
Mira con misericordia a estos tus hijos, Señor, y mul-
tiplica tu gracia sobre nosotros, para que, fervorosos en
la fe, la esperanza y el amor, perseveremos en el fiel
cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.