Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
HIMNO
Dichosos los que, oyendo la llamada
de la fe y del amor en vuestra vida,
creísteis que la vida os era dada
para darla en amor y con fe viva.
Dichosos, si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para servirle a él con fortaleza
con gozo y con amor a todas horas.
Dichosos mensajeros de verdades,
que fuisteis por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.
Dichosos, del amor dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, de los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Te pidió la vida y se la has concedido, Señor; lo has vestido de honor y majestad.
Salmo 20, 2-8. 14
Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia:
porque el rey confía en el Señor
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Ant. 1: Te pidió la vida y se la has concedido, Señor; lo has vestido de honor y majestad.
Ant. 2: La senda del justo brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta que es de día.
Salmo 91 I
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Ant. 2: La senda del justo brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta que es de día.
Ant. 3: El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano.
Salmo 91 II
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Ant. 3: El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano.
Versículo
V. El Señor condujo al justo por sendas llanas.
R. Le mostró el reino de Dios.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 7–4, 1.4-9
Estad siempre alegres en el Seńor
Hermanos: Todo lo que para mí era ganancia lo he estimado pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme unido a él, no por una justificación propia mía, la que viene de la ley, sino por la justificación que se obtiene por la fe en Cristo, la cual procede de Dios y se basa en la fe.
A fin de tener una íntima experiencia de Cristo, del poder de su resurrección, y de la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para alcanzar también la resurrección de entre los muertos.
No quiero decir con esto que tenga ya conseguido el premio, o que sea ya perfecto: sino que continuó mi carrera con la pretensión de darle alcance, habiendo yo mismo sido alcanzado por Cristo Jesús. Yo hermanos, no considero haber ganado todavía el premio. Sólo una cosa busco: olvidando lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que veo por delante, voy corriendo hacia la meta, para conseguir el premio de la asamblea celestial, asamblea de Dios, en Cristo Jesús.
Así pues, todos los que estamos ya bien formados en Cristo, debemos tener estas aspiraciones. Y, si en algún punto pensáis de otra manera, que Dios os lo aclare también.
Sea cual sea el punto a dónde hayamos llegado. Sigamos adelante, por el mismo camino.
Seguid todos mi ejemplo hermanos y fijaos en los que caminan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, hay muchos de quienes os decía con frecuencia, y ahora hasta con lágrimas lo digo, que se portan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, es el vientre; y su gloria, está en su vergüenza. Sólo en las cosas de la tierra ponen su corazón.
En cambio para nosotros, nuestros derechos de ciudadanía radican en los cielos, de donde esperamos que venga como salvador, Cristo, Jesús el Señor: El transfigurará nuestro cuerpo de humilde condición, en un cuerpo glorioso, semejante al suyo en virtud del poder que tiene para someter a su imperio todas las cosas.
Así, pues, hermanos a quienes tanto amo y a quienes tanto deseo ver, vosotros sois mi gozo y mi corona. Perseverad firmes en el Señor. Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo, estad alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca.
No os inquietéis por cosa alguna. Pero en toda necesidad presentad a Dios vuestras peticiones mediante la oración y la súplica, acompañadas con la acción de gracias. Y la paz de Dios, que está por encima de todo conocimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Finalmente, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta, hermanos . Seguid practicando lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Responsorio
R. Estén ceñidos vuestros lomos, y encendidas vuestras lámparas; Así seréis como los siervos que están esperando a su amo de regreso de las bodas.
V. Velad, porque no sabéis cuándo vendrá vuestro Señor.
R. Así seréis como los siervos que están esperando a su amo de regreso de las bodas.
Segunda Lectura
Del Tratado de la dignidad de los apóstoles y predicadores apostólicos de san Luis Bertrán, presbítero
(S. Luis Bertrán, Tratados y Sermones, Valencia 1973, pp. 165-166)
Debemos responder con amor por habernos escogido para oficio tan grande
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros (Jn 15, 12) Este texto del Evangelio es un pedazo de aquel divino sermón que hizo el Redentor a sus discípulos de sobremesa, despidiéndose de ellos para ir a morir. Donde, entre otros consuelos que la divina sabiduría buscó para consolarlos en la tristeza su ausencia, fue uno éste: que se amasen unos a otros porque el amor es un grande consuelo para los afligidos, amándose y amparándose unos a otros. Instituyó el Sacramento para entretenerlos y prometerles la venida del Espíritu Santo, y que rogará a su Padre por ellos. Y también este remedio, que es amar y hacerse bien unos a otros: porque este amor que pide no es negocio de tan poca importancia que no es el peso de toda la cristiandad. Y así lo pide por muchas razones.
La primera por deuda que se debe dar. Amor con amor se paga. Y pues que yo os he amado tanto que puse mi vida por vosotros, razón es que este amor se me pague con amor. Y éste seré, amándoos unos a otros’.
Y prueba que nos ha amado por otras razones. La primera: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. (Jn 15, 13) La segunda es habernos escogido para oficio tan grande: Soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis, y deis fruto abundante, y vuestro fruto dure. (Jn 15, 16) La tercera fue la promesa: De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. (Jn 15,16) Que vuestra boca será medida. Concluye lo que comenzó: Esto os mando: que os améis unos a otros. (Jn 15, 17) Por tanto que he hecho por vosotros, solo quiero que os améis.
No hay Evangelio donde Cristo tanto persuada al amor como éste, pues tanto nos promete porque nos amemos, y pídelo por deuda, porque se lo debemos por justicia. De justicia sois obligados a amar a vuestro prójimo pues Cristo os ha comprado este amor y dio por él nada menos que el suyo.
Al cabo tres linajes de amistad pone Jesucristo en el Evangelio: el primero el de él a los hombres Y prueba ser esta amistad verdadera y que no le faltó hebilleta para ser tal, porque dio su vida, porque descubrió sus secretos, porque no habrá cosa que pidamos que no lo haga como leal amigo, que no sabe negar nada. Y particularmente prueba ser verdadero amigo de sus apóstoles, pues los puso en negocio de tanta importancia, como es salvar almas, fruto que para siempre dura.
El segundo linaje de amistad es de unos a otros, de hombres a hombres. Y este amor y amistad pídela por justicia y obligación, pues para esto nos amó él, para que nos amásemos con verdadero amor y amistad.
El tercer linaje de amistad es de los hombres a Dios y éste resuélvase en que obedezcamos, en que hagamos lo que él nos manda: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando (Jn 15, 14).
Y para entender bien, es menester entender y notar que hay amistad de superior a inferior, y de igual a igual, y de inferior a superior. Y como la amistad es comunicación de bienes, en estas tres amistades es de diferente manera. La que hay de superior a inferior es hacerles mercedes. Y esto es lo que dice Cristo: Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. (Jn 15, 16) Yo os di mi vida, mi sangre y un oficio tan alto como es convertir almas. Y entre los iguales es que se comuniquen entre sí, se amen y se socorran. Y esto es lo que dice: Que os améis unos a otros como ya os he amado. (Jn 15, 12) La que hay del inferior al superior es obediencia y servicio. Y esto es lo que dice: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (Jn 15, 14)
Responsorio
R. Mirad a mi siervo a quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero. * Sobre él he puesto mi espíritu para que traiga el derecho a las naciones.
V. Le irá bien al hombre si carga con mi yugo desde joven. * Sobre él he puesto mi espíritu para que traiga el derecho a las naciones.
Oración Final
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, que infundiste en el corazón del bienaventurado San Luis Beltrán el temor de tu nombre, enciende nuestro deseo con un ardor divino que nos dé el servirte fielmente con amor y con temor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Bendigamos al Señor.