Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno
Oh Virgen, bella flor de nuestra tierra, envuelta en luz del patrio pabellón, eres tú nuestra gloria y fortaleza, Madre nuestra y de Dios.
En burda tela avivas tu figura con resplandor de lumbre celestial, dando a tus hijos la graciosa prenda de la vida inmortal.
Orna tus sienes singular corona de gemas que ofreciera la nación, símbolo fiel del entrañable afecto y del filial amor.
A Ti te cantan armoniosas voces y te aclaman por Reina nacional y el pueblo entero jubiloso ofrenda el don de su piedad.
Furiosas olas a la pobre nave contra escollos pretenden azotar; tu cetro extiende y bondadosa calma las olas de la mar.
Brote la tierra perfumadas flores que rindan culto a tu sagrado altar; prodiga siempre a la querida patria los dones de la paz.
A Ti, Jesús, el Rey de las naciones, a quien proclama el corazón por Rey,
y al Padre y al Espíritu se rinda gloria, honor y poder. Amén
Salmodia
Antífona 1: Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio de Chiquinquirá, nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. Gloria.
Antífona 1: Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio de Chiquinquirá, nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Antífona 2: Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la fe. ¡Oh Virgen bendita de Chiquinquirá!
Salmo 45
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas, que sacudan a los montes con su furia.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan; pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra.
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la fe. ¡Oh Virgen bendita de Chiquinquirá!
Ant 3: Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, bienaventurada Madre del Rosario de Chiquinquirá.
Salmo 86
Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! «Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Éste ha nacido allí.» y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, bienaventurada Madre del Rosario de Chiquinquirá.
Versículo
V. María conservaba todas estas cosas.
R. Meditándolas en su corazón.
Primera lectura
Del libro del Apocalipsis 12, 1-14
La gran señal de la mujer en el cielo
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; estaba encinta, y gritaba, estando de parto y con dolores de alumbramiento. Entonces apareció otra señal en el cielo: he aquí, un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas había siete diademas. Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo cuando ella diera a luz. Y ella dio a luz un hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para ser sustentada allí, por mil doscientos sesenta días.
Entonces hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron vencer, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. Y oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado. Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte. Por lo cual regocijaos, cielos y los que moráis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros con gran furor, sabiendo que tiene poco tiempo. Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila a fin de que volara de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde fue sustentada por un tiempo, tiempos y medio tiempo.
Responsorio
R. Dichosa eres, santa Virgen María, y digna de toda alabanza. De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, por quien hemos sido salvados y redimiendo.
V. Celebremos con gozo esta fiesta de Santa María Virgen.
R. De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, por quien hemos sido salvados y redimiendo.
Segunda lectura
Elogio de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.
América ha experimentado el eficaz patrocinio de la Santísima Virgen María
La Virgen Madre de Dios muchas veces ha manifestado su protección para con los cristianos y ha guiado a los pecadores por el camino recto de la vida y, por eso, ha sido saludada como Madre de las Gracias.
América ha experimentado también su eficaz patrocinio. Así en el pueblo llamado Chiquinquirá, de la arquidiócesis de Bogotá, existía una capilla, casi destruida, donde se veneraba con escaso culto una imagen de la bienaventurada Virgen María, cuando a fines del siglo dieciséis, en mil quinientos ochenta y seis, al día siguiente a la Navidad del Señor, según la tradición, la Madre de Dios, con muchas señales, manifestó que quería ser honrada y venerada en aquella imagen. De repente, la imagen se llenó de resplandores y comenzó a despedir rayos de luces de variados colores, desde entonces, por las muchas señales y prodigios, comenzó la veneración a la Virgen, que se ha ido acrecentado de día en día. Quienes la invocan frecuentemente obtienen la salud del cuerpo, el consuelo en las aflicciones, la ayuda en las tentaciones, el auxilio en las necesidades y el remedio en las calamidades públicas.
Nada de extraño tiene el que la capilla se haya convertido, con las limosnas de los fieles, en un bellísimo santuario, a donde acuden los fieles desde distintas y remotas regiones. Inspirado por estos hechos, el sumo pontífice Pio VIII, a solicitud del arzobispo de Santa Fe de Bogotá y de muchos prelados, concedió, en mil ochocientos veintinueve, que se honrara a la Santísima Virgen con la singular solemnidad de oficio y misa propios, bajo la advocaciones de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, y la declaró patrona principal de la arquidiócesis de Bogotá. En mil novecientos dieciocho, en medio de la gran alegría del pueblo y con asistencia de las supremas autoridades de la República, fue solemnemente coronada con una preciosa diadema de oro y de piedras preciosas.
Responsorio
R. No hay alabanza digna de ti, virginidad inmaculada y santa. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
Himno: Señor, Dios eterno
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación. Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar: Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza: Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado para siempre
Oración final
Padre nuestro, en tu amorosa solicitud has querido favorecer a nuestra Patria, dándonos en Chiquinquirá un signo de tu presencia; por la intercesión poderosa de la Virgen María, cuyo patrocinio hoy celebramos, concédenos crecer en la fe y lograr nuestro desarrollo por caminos de paz y de justicia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Conclusión
V. Bendigamos al Señor
R. Demos gracias a Dios.