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Oficio de lectura – sábado 10 diciembre 2022

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: Verbo que del cielo bajas

Verbo que, del cielo bajas, Luz del Padre que, naciendo, socorres al mundo mísero con el correr de los tiempos:

Ilumina el corazón, quema de amor nuestro pecho, y borren tus enseñanzas tantos deslices y yerros,

para que, cuando regreses como juez de nuestros hechos, castigues el mal oculto y corones a los buenos.

Que la maldad no nos lance por nuestras culpas al fuego, más felices moradores nos veamos en tu reino.

A Dios Padre y a su Hijo gloria y honor tributemos, y al Espíritu Paráclito, por los siglos sempiternos. Amén.

Salmodia.

Ant 1. Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación.

Salmo 105

Bondad de dios e infidelidad del pueblo a través de la historia de la salvación.

Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.

¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza?
Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia.

Acuérdate de mí por amor a tu pueblo, visítame con tu salvación: para que vea la dicha de tus escogidos, y me alegre con la alegría de tu pueblo, y me gloríe con tu heredad.

Hemos pecado como nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto no comprendieron tus maravillas; no se acordaron de tu abundante misericordia, se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo, pero Dios los salvó por amor de su nombre, para manifestar su poder.
Increpó al mar Rojo, y se secó, los condujo por el abismo como por tierra firme; los salvó de la mano del adversario, los rescató del puño del enemigo;

las aguas cubrieron a los atacantes, y ni uno sólo se salvó: entonces creyeron sus palabras, cantaron su alabanza.

Bien pronto olvidaron sus obras, y no se fiaron de sus planes: ardían de avidez en el desierto y tentaron a Dios en la estepa.

Él les concedió lo que pedían, pero les mandó un cólico por su gula.

Envidiaron a Moisés en el campamento, y a Aarón, el consagrado al Señor: se abrió la tierra y se tragó a Datán, se cerró sobre Abirón y sus secuaces; un fuego abrasó a su banda, una llama consumió a los malvados.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación.

Ant 2. No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.

Salmo 105

En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición, cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come hierba.

Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos junto al mar Rojo.

Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él para apartar su cólera del exterminio.

Despreciaron una tierra envidiable, no creyeron en su palabra; murmuraban en las tiendas, no escucharon la voz del Señor.

El alzó la mano y juró que los haría morir en el desierto, que dispersaría su estirpe por las naciones y los aventaría por los países.

Se acoplaron con Baal Fegor, comieron de los sacrificios a dioses muertos; provocaron a Dios con sus perversiones, y los asaltó una plaga; pero Finés se levantó e hizo justicia, y la plaga cesó; y se le apuntó a su favor por generaciones sin término.

Lo irritaron junto a las aguas de Meribá, Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos; le habían amargado el alma, y desvariaron sus labios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.

Ant 3. Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles.

Salmo 105

No exterminaron a los pueblos que el Señor les había mandado; emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres; adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos; inmolaron a los demonios sus hijos y sus hijas; derramaron la sangre inocente y profanaron la tierra ensangrentándola; se marcharon con sus acciones y se prostituyeron con sus maldades.

La ira del Señor se encendió contra su pueblo, y aborreció su heredad; los entregó en manos de gentiles, y sus adversarios los sometieron; sus enemigos los tiranizaban y los doblegaron bajo su poder.

Cuántas veces los libró; más ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas; pero él miró su angustia, y escuchó sus gritos.

Recordando su pacto con ellos, se arrepintió con inmensa misericordia; hizo que movieran a compasión a los que los habían deportado.

Sálvanos, Señor, Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre.
Y todo el pueblo diga: «¡Amén!»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles.

Versículo

V. El Señor anuncia su palabra a Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.

Primera lectura

Del libro de Rut 3, 1-18

promesa de boaz

Un día, su suegra dijo a Rut:

«Hija, tengo que buscarte un hogar donde vivas feliz. Resulta que Boaz, con cuyos criados has estado trabajando, es pariente nuestro. Esta noche va a aventar la parva de cebada. Tú, lávate, perfúmate, ponte el manto y baja a la era. Que no te vea mientras come y bebe. Y, cuando se eche a dormir, fíjate dónde se acuesta; vas, le destapas los pies y te acuestas allí. Él te dirá lo que has de hacer.»

Rut respondió:

«Haré todo lo que me dices.»

Después bajó a la era e hizo exactamente lo que le había encargado su suegra. Boaz comió, bebió, y le sentó bien. Luego, fue a acostarse a una orilla del montón de cebada. Rut se acercó de puntillas, le destapó los pies y se acostó.
A medianoche, el hombre sintió un escalofrío, se incorporó y vio una mujer echada a sus pies. Preguntó:

«¿ Quién eres?»

Ella dijo:

«Soy Rut, tu servidora. Extiende tu manto sobre tu servidora, pues a ti te toca responder por mí.»

Él dijo:

«El Señor te bendiga, hija. Esta segunda obra de caridad es mejor que la primera, porque no te has buscado un pretendiente joven, pobre o rico. Bien, hija, no tengas miedo, que haré por ti lo que me pidas; pues ya saben todos los del pueblo que eres una mujer de cualidades. Es verdad que a mí me toca responder por ti, pero hay otro pariente más cercano que yo. Esta noche, quédate aquí; y mañana por la mañana, si él quiere cumplir su deber familiar, que lo haga enhorabuena; si él no quiere, lo haré yo, ¡vive Dios! Acuéstate hasta la mañana.»

Ella durmió a sus pies hasta la mañana, y se levantó cuando la gente todavía no llega a reconocerse (pues Boaz no quería que supiesen que la mujer había ido a la era). Boaz le dijo:
«Trae el manto y sujeta fuerte.»

Le midió seis medidas de cebada, le ayudó a cargarlas, y Rut volvió al pueblo. Al llegar a casa de su suegra, ésta le preguntó:

«¿Qué tal, hija?» Rut le contó lo que Boaz había hecho por ella, y añadió:

«También me regaló estas seis medidas de cebada, diciéndome: «No vas a volver a casa de tu suegra con las manos vacías.»»

Noemí le dijo:
«Estate tranquila, hija, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; que él no descansará hasta dejarlo arreglado hoy mismo.»

Responsorio 1S 2, 7-8; Lc 1, 48

R. El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece; él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.

V. Ha mirado la humillación de su esclava.
R. Para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.

Segunda lectura

De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella

Sobre María y la iglesia

El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos. Por naturaleza es Hijo único, por gracia asoció consigo a muchos para que sean uno con él. Pues a cuantos le recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.

Haciéndose él Hijo del hombre hizo hijos de Dios a muchos. El que es Hijo único asoció consigo, por su amor y su poder, a muchos. Éstos, siendo muchos por su generación según la carne, por la regeneración divina son uno con él.

Cristo es uno, el Cristo total, cabeza y cuerpo. Uno nacido de un único Dios en el cielo y de una única madre en la tierra. Muchos hijos y un solo Hijo. Pues, así como la cabeza y los miembros son un Hijo y muchos hijos, así también María y la Iglesia son una madre y muchas, una virgen y muchas.

Ambas son madres, ambas son vírgenes; ambas conciben virginalmente del Espíritu Santo. Ambas dan a luz, para Dios Padre, una descendencia sin pecado. María dio a luz a la cabeza sin pecado del cuerpo; la Iglesia da a luz por el perdón de los pecados al cuerpo de esa cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna de las dos puede, sin la otra, dar a luz al Cristo total.

Por eso, en las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la virgen María; y lo que se entiende de modo especial de María, virgen y madre, se entiende de modo general de la Iglesia, virgen y madre. Y, cuando los textos hablan de una u otra, dichos textos pueden aplicarse indiferentemente a las dos.

También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma Sabiduría de Dios, que es la Palabra del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, de modo especial de la Virgen María, e individualmente de cada alma fiel.

Por eso dice: Habitaré en la heredad del Señor. La heredad del Señor en su significado universal es la Iglesia, en su significado especial es la Virgen María y en su significado individual es también cada alma fiel. Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos.

Responsorio Lv 26, 11-12; 2Co 6, 16

R. Pondré mi morada entre vosotros y no os rechazaré. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

V. Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios.
R. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

Oración.

Dios todopoderoso, haz que Cristo, el resplandor de tu gloria, nazca en nuestros corazones, para que, por su venida, nos veamos libres de toda oscuridad y seamos transformados en hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Conclusión

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

 

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