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Oficio de lectura – sábado 13 abril 2024

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

HIMNO

La tumba abierta dice al universo:
«¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa,
corrientes primordiales, firme tierra,
al Nazareno, dueño de la vida.»

La tumba visitada está exultando:
«¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas!
Le disteis vuestra paz, vuestra hermosura,
para estar con el Padre en sus vigilias.»

La tumba perfumada lo proclama:
«¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas:
le disteis la bebida y alimento
y él os lleva en su carne florecida!»

La tumba santa dice a las mujeres:
«¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas,
la noticia feliz a los que esperan,
y colmad a los hombres de alegría!»

¡Vive el Señor Jesús, está delante,
está por dentro, está sentado vida!
¡Cante la vida el triunfo del Señor,
su gloria con nosotros compartida! Amén.

SALMODIA

Ant: Acuérdate de nosotros, Señor y visítanos con tu salvación. Aleluya.

Salmo 105 – I: Bondad de Dios e infidelidad del pueblo

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza?
Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.

Acuérdate de mí por amor a tu pueblo,
visítame con tu salvación:
para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad.

Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas;

no se acordaron de tu abundante misericordia,
se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo,
pero Dios los salvó por amor de su nombre,
para manifestar su poder.

Increpó al mar Rojo, y se secó,
los condujo por el abismo como por tierra firme;
los salvó de la mano del adversario,
los rescató del puño del enemigo;

las aguas cubrieron a los atacantes,
y ni uno sólo se salvó:
entonces creyeron sus palabras,
cantaron su alabanza.

Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa.
El les concedió lo que pedían,
pero les mandó un cólico por su gula.

Envidiaron a Moisés en el campamento,
y a Aarón, el consagrado al Señor:
se abrió la tierra y se tragó a Datán,
se cerró sobre Abirón y sus secuaces;
un fuego abrasó a su banda,
una llama consumió a los malvados.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.

Ant: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros. Aleluya.

Salmo 105 – II:

En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba.

Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo.

Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a Él,
para apartar su cólera del exterminio.

Despreciaron una tierra envidiable,
no creyeron en su palabra;
murmuraban en las tiendas,
no escucharon la voz del Señor.

El alzó la mano y juró
que los haría morir en el desierto,
que dispersaría su estirpe por las naciones
y los aventaría por los países.

Se acoplaron con Baal Fegor,
comieron de los sacrificios a dioses muertos;
provocaron a Dios con sus perversiones,
y los asaltó una plaga;

pero Finés se levantó e hizo justicia,
y la plaga cesó;
y se le apuntó a su favor
por generaciones sin término.

Lo irritaron junto a las aguas de Meribá,
Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos;
le habían amargado el alma,
y desviaron sus labios.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros. Aleluya.

Ant: Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.

Salmo 105 – III:

No exterminaron a los pueblos
que el Señor les había mandado;
emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres;

adoraron sus ídolos
y cayeron en sus lazos;
inmolaron a los demonios
sus hijos y sus hijas;

derramaron la sangre inocente
y profanaron la tierra ensangrentándola;
se mancharon con sus acciones
y se prostituyeron con sus maldades.

La ira del Señor se encendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad;
los entregó en manos de gentiles,
y sus adversarios los sometieron;
sus enemigos los tiranizaban
y los doblegaron bajo su poder.

Cuántas veces los libró;
más ellos, obstinados en su actitud,
perecían por sus culpas;
pero él miró su angustia,
y escuchó sus gritos.

Recordando su pacto con ellos,
se arrepintió con inmensa misericordia;
hizo que movieran a compasión
a los que habían deportado.

Sálvanos, Señor, Dios nuestro,
reúnenos de entre los gentiles:
daremos gracias a su santo nombre,
y alabarte será nuestra gloria.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde siempre y por siempre.
Y todo el pueblo diga:
«¡Amén!»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sálvanos, Señor, Dios nuestro, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.

VERSÍCULO

V. Dios nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo
de entre los muertos. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles
7, 44—8, 4

En aquellos días, Esteban prosiguió su discurso, di-
ciendo:

«Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto, el
tabernáculo del testimonio. Así lo había dispuesto el que
mandó a Moisés fabricarlo según el modelo que le había
mostrado, Nuestros padres lo recibieron en herencia y lo
introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que
ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar
lugar a nuestros padres. Y así hasta los días de David.
David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el privilegio
de construir morada para el Dios de Jacob; pero fue
Salomón quien se la edificó, aunque ciertamente el Altí-
simo no habita en casas construidas por los hombres,
como dice el profeta: «El cielo es mi trono y la tierra,
escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir —dice
el Señor—, o cuál va a ser el lugar de mi descanso? ¿No
soy yo quien ha hecho todas estas cosas?»

¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente
vuestro entendimiento y vuestro corazón a la verdad, vo-
sotros habéis ido siempre en contra del Espíritu Santo!
Lo mismo que hicieron vuestros padres hacéis también
vosotros. ¿A qué profeta dejaron de perseguir vuestros
padres? Ellos quitaron la vida a los que anunciaban la
venida del Justo, al cual vosotros habéis ahora traiciona-
do y asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por minis-
terio de los ángeles y no la guardasteis.»

Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus cora-
zones y rechinaban sus dientes de coraje. Esteban, por su
parte, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el
cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra; y ex-
clamó;

«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la
diestra de Dios.»

Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los
oídos. Embistieron todos a una contra él y, sacándolo a
empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testi-
gos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado
Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas
palabras:

«Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:
«Señor, no les tomes en cuenta este pecado.»
Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su
muerte.

Sucedió que, aquel mismo día, una violenta persecu-
ción se desencadenó contra la Iglesia de Jerusalén. y to-
dos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las
regiones de Judea y Samaría. Unos hombres’ piadosos
sepultaron a Esteban, haciendo gran duelo por su muerte.
Mientras tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia; entra-
ba por las casas y, llevándose violentamente a hombres y
mujeres, los arrojaba a la cárcel.

Los que se habían dispersado fueron anunciando por
todas partes la Buena Nueva de la palabra de Dios.

Responsorio

R. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas pa-
labras: «Señor Jesús, recibe mi espíritu; * no les
tomes en cuenta este pecado.»

V. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben
lo que hacen.»

R. No les tomes en cuenta este pecado.

SEGUNDA LECTURA

De la Constitución Sacrosánctum Concílium, sobre la sa-
grada liturgia, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 5-6)

Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lle-
guen al pleno conocimiento de la verdad, a través de mu-
chas etapas y de muchas maneras habló en otro tiempo
a nuestros antepasados por ministerio de los profetas y,
cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo,
la Palabra hecha carne, ungido por el Espíritu Santo,
para anunciar la Buena Noticia a los pobres y curar a los
contritos de corazón, como médico corporal y espiritual,
mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su huma-
nidad, unida a la persona de la Palabra, fue instrumento
de nuestra salvación. Por esto, en Cristo se realizó plena-
mente nuestra reconciliación y en él se nos dio la pleni-
tud del culto divino.

Esta obra de la redención humana y de la perfecta
glorificación de Dios, preparada por las maravillas que
Dios obró en-el pueblo de la antigua alianza. Cristo la
realizó principalmente por el misterio pascual de su
bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos
y gloriosa ascensión. Por este misterio, con su muerte
destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró
nuestra vida. Pues del costado de Cristo, dormido en la
cruz, nació el sacramento admirable de la Iglesia entera.

Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Pa-
dre, él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu
Santo. No sólo los envió a predicar la Buena Noticia a
toda creatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su
muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y
de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino tam-
bién a realizar la obra de salvación que proclamaban,
mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los
cuales gira toda la vida litúrgica.

Y, así, por el bautismo los hombres son injertados en
el misterio pascual de Jesucristo: mueren con él, son se-
pultados con él y resucitan con él, reciben el espíritu de
adopción de hijos, por el que clamamos: «¡Padre!», y se
convierten así en los verdaderos adoradores que busca el
Padre.

Asimismo, cuantas veces comen la Cena del Señor,
proclaman su muerte hasta que vuelva. Por eso él día
mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al
mundo, los que acogieron favorablemente la palabra de
Pedro se hicieron bautizar. Y eran constantes en escuchar
la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y
en las oraciones, y alababan a Dios y gozaban de la sim-
patía general del pueblo.

Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse
para celebrar el misterio pascual: leyendo todos los pa-
sajes de la Escritura que a él se refieren, celebrando la
eucaristía, en la cual se hace de nuevo presente la vic-
toria y el triunfo de su muerte, y dando gracias al mismo
tiempo a Dios por su don inefable que tenemos en Cristo
Jesús, para alabanza de su gloria.

Responsorio

R. Yo soy la vid verdadera y vosotros sois los sarmien-
tos; * el que permanece en mí, como yo en él, da
mucho fruto. Aleluya.

V. Como el Padre me amó, así también yo os he amado
a vosotros; permaneced en mi amor.

R. El que permanece en mí, como yo en él, da mucho
fruto. Aleluya.

ORACIÓN.

Dios nuestro, que nos has enviado la redención y
concedido la filiación adoptiva, protege con bondad
a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra
fe en Cristo, la verdadera libertad y la herencia eter-
na. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.