Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
HIMNO
¿Y dejas, Pastor Santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dónde volverán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que nos les sea enojos?
Quien gustó tu dulzura
¿qué no tendrá por llanto y amargura?
Y a esta mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
Ay, nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dónde vas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas! Amén.
SALMODIA
Ant.1 Dad gracias al Señor por su misericordia, por
las maravillas que hace con los hombres. Aleluya.
– Salmo 106-
–I–
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente.
Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada,
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
Yacían en oscuridad y tinieblas,
cautivos de hierros y miserias;
por haberse rebelado contra los mandamientos,
despreciando el plan del Altísimo.
Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.
Estaban enfermos, por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Envió su palabra, para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 Dad gracias al Señor por su misericordia, por
las maravillas que hace con los hombres. Aleluya.
Ant. 2 Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
–II–
Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
subían al cielo, bajaban al abismo,
su vida se marchitaba por el mareo,
rodaban, se tambaleaban como ebrios,
y nos les valía su pericia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bananza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Aclámenlo en la asamblea del pueblo,
alábenlo en el consejo de los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Ant. 3 Los rectos lo ven y se alegran y comprenden
la misericordia del Señor.
–III–
Él transforma los ríos en desierto,
los manantiales de agua en aridez;
la tierra fértil en marismas,
por la depravación de sus habitantes.
Transforma el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
Coloca allí a los hambrientos,
y fundan una ciudad para habitar.
Siembran campos, plantan huertos,
recogen cosechas.
Los bendice, y se multiplican,
y no les escatima el ganado.
Si menguan, abatidos por el peso
de infortunios y desgracias,
el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes
y los descarría por una soledad sin caminos
levanta a los pobres de la miseria
y multiplica sus familias como rebaños.
Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca.
Él que sea sabio que recoja estos hechos
y comprenda la misericordia del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Los rectos lo ven y se alegran y comprenden
la misericordia del Señor.
VERSÍCULO
V. Dios nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo
de entre los muertos. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles
28, 15-31
En aquellos días, los hermanos de Roma, que tenían
referencias de nuestro viaje, nos salieron al encuentro
en el Foro de Apio y Tres Tabernas. A su vista, Pablo dio
gracias a Dios y cobró ánimo. Cuando entramos en Ro-
ma, dieron permiso a Pablo para alojarse en una casa
particular, con un soldado para su custodia. Al cabo de
tres días convocó Pablo a los notables de los judíos y,
cuando estuvieron reunidos, les habló así:
«Aunque yo, hermanos, no he hecho nada malo con-
tra nuestro pueblo ni contra las costumbres patrias, fui
detenido en Jerusalén y puesto en manos de las autori-
dades romanas. Éstas, después de haberme tomado de-
claración, quisieron ponerme en libertad, porque no ha-
bía en mí causa alguna que mereciese la muerte. Pero,
como los judíos se oponían a ello, me vi obligado a ape-
lar al César, pero sin intención alguna de acusar a mi
pueblo. Por este motivo os he llamado para veros y ha-
blar con vosotros. Sabed que por defender la esperanza
de Israel llevo estas cadenas.»
Ellos le contestaron:
«Nosotros, por nuestra parte, no hemos recibido de
Judea ninguna carta referente a tu persona; ni nos ha
llegado ningún hermano, contándonos o hablando algo
malo contra ti. Tendremos sumo gusto en escucharte
y saber lo que piensas; pues, por lo que a esta secta
se refiere, sabemos que en todas partes encuentra opo-
sición.»
Le señalaron día, y acudieron en gran número a la
casa donde se hospedaba. Pablo les expuso el reino de
Dios, asegurando firmemente su advenimiento; e intentó
convencerlos de todo lo referente a Jesús, a base de la
ley de Moisés y de los profetas. Esto duró desde la ma-
ñana hasta la tarde. Unos se convencían de sus pala-
bras; otros, en cambio, continuaban incrédulos. Y así
se retiraban sin ponerse de acuerdo, cuando Pablo les
dirigió últimamente estas palabras:
«Bien habló el Espíritu Santo a nuestros padres por
el profeta Isaías: «Dirígete a este pueblo y diles: Oiréis
con vuestros oídos, pero no lo entenderéis; miraréis con
vuestros ojos, pero no lo veréis. Porque se ha embotado
la inteligencia de este pueblo; sus oídos se han vuelto
torpes para oír, y sus ojos se han cerrado. No sea que
lo vean con sus ojos, y lo oigan con sus oídos, y lo en-
tiendan con su inteligencia y se conviertan; y yo los
tenga que salvar.» Sabed, pues, que esta salvación de
Dios ha sido enviada a los gentiles, y ciertamente que lo
escucharán.»
Pablo permaneció dos años enteros en una casa que
había alquilado; y recibía a cuantos acudían a él. Pre-
dicaba el reino de Dios, y con toda franqueza y libertad
y sin obstáculo ninguno enseñaba lo referente a Jesu-
cristo, el Señor.
Responsorio
R. La promesa vale para vosotros y para vuestros hi-
jos y * para todos los que llame el Señor, aunque
estén lejos. Aleluya.
V. Esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles.
R. Para todos los que llame el Señor, aunque estén le-
jos. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de un autor africano del siglo sexto
Los apóstoles se pusieron a hablar en todas las len-
guas. Así quiso Dios, por aquel entonces, significar la
presencia del Espíritu Santo, haciendo que todo el que
lo recibía hablase en todas las lenguas. Hay que enten-
der, queridos hermanos, que se trata del Espíritu Santo
por el cual el amor de Dios se derrama en nuestros
corazones.
Y, ya que el amor había de congregar a la Iglesia
Dios, extendida por todo el orbe de la tierra, del mismo
modo que entonces cada persona que recibía el Espíritu
Santo podía hablar en todas las lenguas, así ahora la
unidad de la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo,
se manifiesta en la pluralidad de lenguas.
Por tanto, si alguien nos dice: «Has recibido el Espí-
ritu Santo, ¿por qué no hablas en todas las lenguas?»,
debemos responderle: «Hablo ciertamente en todas las
lenguas, ya que pertenezco al cuerpo de Cristo, esto es,
a la Iglesia, que habla en todas las lenguas. Lo que Dios
quiso entonces significar por la presencia del Espíritu
era que la Iglesia, en el futuro, hablaría en todas las
lenguas.» De este modo se cumplió lo que había prome-
tido el Señor: Nadie echa el vino nuevo en odres viejos,
sino que se ha de echar en odres nuevos; así se conservan
las dos cosas.
Con razón algunos, al oír que los apóstoles hablaban
en todas las lenguas, decían: Están llenos de mosto. Es
que se habían convertido ya en odres nuevos, renovados
por la gracia santificadora, para que, llenos del vino
nuevo, esto es, del Espíritu Santo, hablaran llenos de
ardor en todas las lenguas, prefigurando así, por aquel
evidentísimo milagro, la catolicidad de la Iglesia, que
había de abarcar a los hombres de toda lengua.
Celebrad, pues, este día, conscientes de que sois
miembros del único cuerpo de Cristo. No lo celebraréis
en vano, si procuráis ser lo que celebráis, viviendo uni-
dos a la Iglesia, a la cual el Señor, llenándola del Espí-
ritu Santo, reconoce como suya, a medida que se va es-
parciendo por todo el mundo, Iglesia que, a su vez, lo
reconoce a Él como su Señor. Como el esposo no aban-
dona a su propia esposa ni admite que sea sustituida
por otra.
A vosotros, hombres de todas las naciones, que sois
miembros de Cristo, que constituís el cuerpo de Cristo,
la Iglesia de Cristo, la esposa de Cristo, os dice el Após-
tol: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por
mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
Fijaos que al precepto de la mutua tolerancia añade
la mención del amor, y cuando habla de la solicitud por
la unidad hace referencia al vínculo de la paz. Tal ha de
ser la casa de Dios, edificada con piedras vivas, para
que el padre de familia se complazca en habitar en ella,
y sus ojos no tengan que contemplar con disgusto su
división y su ruina.
Responsorio
R. Dios, que conoce los corazones, ha dado su Espíritu
a todos los pueblos, igual que a nosotros; * y no ha
establecido diferencia alguna entre ellos y nosotros,
pues ha purificado sus corazones por la fe. Aleluya.
V. Así, pues, Dios ha concedido también a los demás
pueblos la conversión que conduce a la vida.
R. Y no ha establecido diferencia alguna entre ellos y
nosotros, pues ha purificado sus corazones por la fe.
Aleluya.
ORACIÓN.
Concédenos, Dios todopoderoso, seguir siempre reali-
zando en toda nuestra vida el espíritu de estas fiestas
pascuales, que hemos celebrado. Por nuestro Señor Je-
sucristo, tu Hijo.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.