Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno
Experiencia de Dios fue vuestra ciencia, su Espíritu veraz os dio a beberla en la revelación, que es su presencia en velos de palabra siempre nueva.
Abristeis el camino para hallarla a todo el que de Dios hambre tenía, palabra del Señor que, al contemplarla, enciende nuestras luces que iluminan.
Saber de Dios en vida convertido es la virtud del justo, que, a su tiempo, si Dios le dio la luz, fue lo debido que fuera su verdad, su pensamiento.
En nuestro corazón de criaturas, no se encendió la luz para esconderla, que poco puede andar quien anda a oscuras por sendas de verdad sin poder verla.
Demos gracias a Dios humildemente y al Hijo, su Verdad que a todos guía, dejemos que su Luz, faro esplendente, nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.
Ant. 1: Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos.
Salmo 20, 2-8. 14
Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! Le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecido con el éxito, y has puesto en su cabeza una corona de oro fino. Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia; porque el rey confía en el Señor y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Ant. 1: Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos.
Ant. 2: Cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
Salmo 91
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Ant. 2: Cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
Ant. 3: Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.
Salmo 91
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Ant. 3: Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.
V. Oirás de mi boca una palabra.
R. y les advertirás de mi nombre.
Primera lectura
Del común de los doctores del libro de Ben Sirá 39, 1-14
El hombre sabio, conocedor de las Escrituras
El que se entrega de lleno a meditar la ley del Altísimo indaga la sabiduría de sus predecesores y estudia las profecías, examina las explicaciones de autores famosos y penetra por parábolas intrincadas, indaga el misterio de proverbios y da vueltas a enigmas.
Presta servicio ante los poderosos y se presenta ante los jefes, viaja por países extranjeros, probando el bien y el mal de los hombres; madruga por el Señor, su creador, y reza delante del Altísimo, abre la boca para suplicar, pidiendo perdón de sus pecados.
Si el Señor lo quiere, él se llenará de espíritu de inteligencia; Dios le hará derramar sabias palabras, y él confesará al Señor en su oración; Dios guiará sus consejos prudentes, y él meditará sus misterios; Dios le comunicará su doctrina y enseñanza, y él se gloriará de la ley del Altísimo.
Muchos alabarán su inteligencia, que no perecerá jamás; nunca faltará su recuerdo, y su fama vivirá por generaciones; los pueblos contarán su sabiduría, y la asamblea anunciará su alabanza.
Responsorio
R. En la asamblea le da la palabra, y el Señor lo llena de espíritu, sabiduría e inteligencia.
V. Alcanzará gozo y alegría
R. Y el Señor lo llena de espíritu, sabiduría e inteligencia.
Segunda lectura
De los Sermones de san Bernardo, abad, sobre el Cantar de los cantares
Amo porque amo, amo por amar
El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.
El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?
Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.
Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.
Responsorio Sal 30, 20; 35, 9
R. ¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles!
V. Se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias.
R. Lo reservas para tus fieles.
Oremos,
Dios nuestro, que hiciste que el abad san Bernardo, encendido en el celo de tu casa, no sólo ardiera en tu amor, sino que resplandeciera en tu Iglesia para iluminarla, concédenos, por su intercesión, que, animados de ese mismo espíritu, vivamos siempre como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Conclusión
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.