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Oficio de lectura – sábado 8 junio 2024

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Himno.

Lucero de la mañana,
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y rica.

Sois pastora de tal suerte,
que asegurais los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
librais las almas de guerra,
como poderosa y rica.

Si vuestro ejemplo tomasen
las pastoras y pastores,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más rica. Amén.

SALMODIA /

Ant. 1: María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador.

Salmo 23

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Ant. 1: María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador

Ant. 2: El Altísimo consagra su morada.

Salmo 45

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.

Por eso no tememos aunque tiemble la tierra
y los montes se desplomen en el mar.

Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.

Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.

Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:

Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.

«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Ant. 2: El Altísimo consagra su morada.

Ant. 3: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!

Salmo 86

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»

Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.» y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»

Ant. 3: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!

Versículo
V. María conservaba todas estas cosas.
R. Meditándolas en su corazón.

Primera Lectura.
Del libro del profeta Isaías 7, 10-14; 8, 10; 11, 1-9

EL EMMANUEL REY PACIFICO

En aquellos días, habló el Señor a Ajaz, diciendo:
«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Ajaz:
«No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Isaías:
«Escucha, heredero de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará él mismo una señal. Mirad: la joven ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, porque tenemos a Dios-con-nosotros.
Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero, y la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: y un niño pequeño los conducirá. La vaca pastará con el oso, sus crías yacerán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará junto al agujero del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. Nadie hará daño ni estrago por todo mi Monte Santo: porque estará lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar.»

Responsorio Cf. 1s 7, 14; cf. 9, 6. 7

R. Mirad: la joven ha concebido y dará a luz un hijo, * y tendrá por nombre «Consejero admirable» y «Dios poderoso».
V. Se sentará sobre el trono de David y reinará para siempre.
R. Y tendrá por nombre «Consejero admirable» y «Dios poderoso».

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Lorenzo Justiniano, obispo
(Sermón 8, En la fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María: Opera 2, Venecia 1751, 38-39)

MARÍA CONSERVABA TODAS ESTAS COSAS EN SU CORAZÓN

María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios.

Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual.

Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado. Allí Dios atiende más a la intención que a la exterioridad de nuestras obras. Por esto, ya sea que por la contemplación salgamos de nosotros mismos para reposar en Dios, ya sea que nos ejercitemos en la práctica de las virtudes o que nos esforcemos en ser útiles a nuestro prójimo con nuestras buenas obras, hagámoslo de manera que la caridad de Cristo sea lo único que nos apremie. Éste es el sacrificio de la purificación espiritual, agradable a Dios, que se ofrece no en un templo hecho por mano de hombres, sino en el templo del corazón, en el que Cristo el Señor entra de buen grado.

RESPONSORIO

R. No hay alabanza digna de ti, virginidad inmaculada y santa. * Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.

ORACIÓN.

Señor Dios, que en el corazón de santa María Virgen preparaste al Espíritu Santo una digna morada, haz que también nosotros, por intercesión de María, seamos transformados en templos de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.