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Oficio de lectura – viernes 10 enero 2025

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Himno: AYER, EN LEVE CENTELLA

 

Ayer, en leve centella,

te vio Moisés sobre el monte;

hoy no basta el horizonte

para contener tu estrella.

 

Los magos preguntan; y ella

de un Dios infante responde

que en duras pajas se acuesta

y más se nos manifiesta

cuanto más hondo se esconde. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Señor, no me castigues con cólera.

 

Salmo 37 I – ORACIÓN DE UN PECADOR EN PELIGRO DE MUERTE

 

Señor, no me corrijas con ira,

no me castigues con cólera;

tus flechas se me han clavado,

tu mano pesa sobre mí;

 

no hay parte ilesa en mi carne

a causa de tu furor,

no tienen descanso mis huesos

a causa de mis pecados;

mis culpas sobrepasan mi cabeza,

son un peso superior a mis fuerzas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Señor, no me castigues con cólera.

 

Ant 2. Señor, todas mis ansias están en tu presencia.

 

Salmo 37 II

 

Mis llagas están podridas y supuran

por causa de mi insensatez;

voy encorvado y encogido,

todo el día camino sombrío;

 

tengo las espaldas ardiendo,

no hay parte ilesa en mi carne;

estoy agotado, deshecho del todo;

rujo con más fuerza que un león.

 

Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,

no se te ocultan mis gemidos;

siento palpitar mi corazón,

me abandonan las fuerzas,

y me falta hasta la luz de los ojos.

 

Mis amigos y compañeros se alejan de mí,

mis parientes se quedan a distancia;

me tienden lazos los que atentan contra mí,

los que desean mi daño me amenazan de muerte,

todo el día murmuran traiciones.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Señor, todas mis ansias están en tu presencia.

 

Ant 3. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

 

Salmo 37 III

 

Pero yo, como un sordo, no oigo;

como un mudo, no abro la boca;

soy como uno que no oye

y no puede replicar.

 

En ti, Señor, espero,

y tú me escucharás, Señor, Dios mío;

esto pido: que no se alegren por mi causa,

que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.

 

Porque yo estoy a punto de caer,

y mi pena no se aparta de mí:

yo confieso mi culpa,

me aflige mi pecado.

 

Mis enemigos mortales son poderosos,

son muchos los que me aborrecen sin razón,

los que me pagan males por bienes,

los que me atacan cuando procuro el bien.

 

No me abandones, Señor,

Dios mío, no te quedes lejos;

ven aprisa a socorrerme,

Señor mío, mi salvación.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

 

 

V. Él era la fuente de la vida.

R. Y esta vida era la luz para los hombres.

 

PRIMERA LECTURA

 

Del libro del profeta Isaías 65, 13-25

 

UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA

 

Esto dice el Señor:

 

«Mirad, mis siervos comerán y vosotros pasaréis hambre, mis siervos beberán y vosotros tendréis sed, mis siervos estarán alegres y vosotros avergonzados, mis siervos cantarán felices y vosotros gritaréis de dolor y aullaréis con el corazón desgarrado.

 

Legaréis vuestro nombre a mis elegidos como fórmula de imprecación: «¡Así os haga morir el Señor…!» Pero a mis siervos se les dará un nombre nuevo. El que quiera ser bendecido en el país deseará serlo en el Dios del Amén (o Dios veraz), y el que quiera jurar en el país jurará por el Dios del Amén, cuando se hayan olvidado las angustias de antaño y hayan desaparecido ante mis ojos. Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá ya recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear: mirad, voy a transformar a Jerusalén en alegría y a su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozaré en mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos; ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues morir a los cien años será morir joven, y el que no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos, no construirán para que otro habite ni plantarán para que otro coma; porque los años de mi pueblo serán como los años de los árboles, y mis elegidos podrán usar lo que sus manos fabriquen.

 

No se fatigarán en vano, no engendrarán hijos destinados a la catástrofe, porque serán semilla bendita del Señor, y como ellos sus descendientes. Antes que me llamen, yo les responderé; aún estarán hablando, y ya los habré escuchado. El lobo y el cordero pastarán juntos, el león comerá paja junto con el buey y la serpiente se alimentará de polvo. No harán más daño ni perjuicio por todo mi Monte Santo», dice el Señor.

 

RESPONSORIO Ap 21, 1. 3. 4

 

R. Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, y escuché una voz potente que decía desde el trono: * «Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre ellos.»

V. Les enjugará Dios toda lágrima de sus ojos y no habrá ya muerte, pues el primer mundo habrá desaparecido.

R. Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre ellos.

 

SEGUNDA LECTURA

 

De los Sermones de san Máximo de Turín, obispo

(Sermón 100, Sobre la sagrada Epifanía, 1, 3: CCL 23, 398-400)

 

LOS MISTERIOS DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

 

El Evangelio nos explica que el Señor fue al río Jordán para ser bautizado en él, y que allí quiso ser consagrado con celestiales misterios.

 

No sin razón celebramos esta festividad después del día de Navidad – aunque ambos hechos están separados por varios años-, ya que en cierto modo también esta fiesta viene a ser como un nacimiento.

 

El día de Navidad nació para los hombres, hoy renace por los sagrados misterios; entonces fue dado a luz por la Virgen, hoy es engendrado por obra de unos signos celestiales. Al nacer según la naturaleza humana, su madre María lo abrazó en su seno; ahora, al ser engendrado místicamente, es como si Dios Padre lo abrazara afectuosamente con aquella voz: Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias, escuchadlo. María mece suavemente al recién nacido en sus rodillas, el Padre atestigua con su voz su afecto para con su Hijo; la madre lo ofrece a los magos para que lo adoren, el Padre lo da a conocer a todos los hombres para que le rindan culto.

 

Así, pues, el Señor Jesús viene para ser bautizado y quiere que su cuerpo santo sea lavado en las aguas del Jordán.

 

Alguien dirá quizás: «Si era santo, ¿por qué quiso ser bautizado?» Escucha, pues, lo siguiente: Cristo es bautizado no para ser él santificado por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y para purificarlas con el contacto de su cuerpo. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una consagración de la materia del bautismo.

 

Desde el momento en que Cristo se sumerge en el agua, toda ella queda limpia con miras a nuestro bautis-mo, y es purificada la fuente para que los pueblos venideros puedan recibir la gracia bautismal. Cristo, pues, marcha él primero al bautismo, para que los cristianos sigan confiadamente tras él.

 

En esto entreveo yo un significado misterioso: también la columna de fuego iba por delante en el mar Rojo,para que los israelitas siguieran decididamente tras ella; ella penetró la primera en las aguas para preparar el camino a los que irían en pos de ella. Este hecho, como dice el Apóstol, era un símbolo del bautismo. Y fue ya en cierto modo como un bautismo en el que los hombres eran cubiertos por la nube y llevados por las aguas.

 

Todo ello es obra de Cristo el Señor, pues era él quien precedía entonces en el mar a los israelitas, en la columna de fuego, y es él quien precede ahora al pueblo cristiano en el bautismo, en la columna de su cuerpo. La misma columna que entonces iluminaba los pasos de los que la seguían proporciona ahora su luz a los corazones de los creyentes; entonces abrió en medio de las olas un camino firme, ahora, en el baño bautismal, robustece los pasos del creyente.

 

RESPONSORIO Jn 1, 29; Is 53, 11

 

R. Juan Bautista vio a Jesús que venía hacia él y exclamó: * «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.»

V. Él justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.

R. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

 

ORACIÓN.

 

OREMOS,

Te pedimos, Dios todopoderoso, que el nacimiento del Salvador del mundo, manifestado a los magos por una estrella, sea comprendido por nuestras mentes cada vez con mayor profundidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.