Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
HIMNO
La santidad de Rosa cantad, ángeles,
y todas las milicias de los cielos,
y en todas partes canten sus virtudes
las turbas de mortales en el suelo.
Es la primera víctima de amores
que ofrece en sus altares nuestra América:
un poderoso auxilio para el mundo
y un refulgente ejemplo de inocencia.
Les da a los ciegos el gozar la vista,
desata las cadenas de las lenguas,
levanta a los inválidos del lecho,
y cura su oración toda dolencia.
Oh Trinidad, perpetuas alabanzas
te sean dadas hoy y en todo tiempo;
con santa Rosa, lleva nuestras almas
al gozo de las bodas del Cordero. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Virgen ilustre, sensata, prudente en tu decisión, tienes como esposo del alma al Verbo inmaculado.
Salmo 18A
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Virgen ilustre, sensata, prudente en tu decisión, tienes como esposo del alma al Verbo inmaculado.
Ant: Por amor a mi Señor Jesucristo, tuve en nada los bienes de este mundo y del tiempo presente.
Salmo 44 – I: Las nupcias del rey
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Por amor a mi Señor Jesucristo, tuve en nada los bienes de este mundo y del tiempo presente.
Ant: Prendado está el rey de tu belleza, él es tu Señor y tu Dios. Aleluya.
Salmo 44 – II:
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Prendado está el rey de tu belleza, él es tu Señor y tu Dios.
Versiculo
V/. Me enseñarás el sendero de la vida.
R/. Me saciarás de gozo en tu presencia.
Lectura
V/. Me enseñarás el sendero de la vida.
R/. Me saciarás de gozo en tu presencia.
La virginidad cristiana
1Co 7,25-40
Hermanos: Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.
¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la presentación de este mundo se termina.
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Si, a pesar de todo, alguien cree faltar a la conveniencia respecto de su doncella, por estar en la flor de su edad, y conviene proceder así, haga lo que quiera, no hacen mal; cásense. Mas el que permanece firme en su corazón, y sin presión alguna y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a guardar a su doncella, hará bien. Así, pues, el que casa a su doncella obra bien. Y el que no la casa obra mejor.
La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas, una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Sin embargo, será más feliz si permanece así según mi consejo; que yo también creo tener el Espíritu de Dios.
R/. Prendado está el Rey de tu belleza, obra de sus manos; él es tu Dios y tu Rey.
Tu Rey es al mismo tiempo tu Esposo
V/. Has tomado por esposo al Rey y Dios; él te ha dotado, él te ha engalanado, te ha redimido, te ha santificado.
R/. Tu Rey es al mismo tiempo tu Esposo.
SEGUNDA LECTURA
De los Escritos de santa Rosa de Lima, virgen
El Salvador levantó la voz y dijo, con incomparable
majestad:
«¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al
colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acre-
centamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la
medida de los carismas. Que nadie se engañe: ésta es
la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz
no hay camino por donde se pueda subir al cielo!»
Oídas estas palabras, me sobrevino un ímpetu pode-
roso de ponerme en medio de la plaza para gritar con
grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cual-
quier edad, sexo, estado y condición que fuesen:
«Oíd, pueblo; oíd, todo género de gentes: de parte de
Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os
aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones;
hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conse-
guir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del
alma.»
Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente
a predicar la hermosura de la divina gracia, me angus-
tiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no
podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que
se había de romper la prisión y, libre y sola, con más
agilidad, se había de ir por el mundo, dando voces:
«¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la
gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas ri-
quezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y
delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes
y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos
por el mundo en busca de molestias, enfermedades y
tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro
inestimable de la gracia. Ésta es la mercancía y logro
último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se que-
jaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte,
si conociera las balanzas donde se pesan para repartir-
los entre los hombres.»
Responsorio
R. Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para confun-
dir a los sabios; ha escogido lo que no cuenta, para
anular a lo que cuenta; * de modo que nadie pueda
gloriarse en presencia del Señor.
V. El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos
conoce al soberbio.
R. De modo que nadie pueda gloriarse en presencia del
Señor.
HIMNO FINAL/ Te Deum
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado para siempre.
Oremos:
Dios nuestro, que impulsaste a santa Rosa de Lima
a apartarse de la vida del mundo por amor tuyo y a
consagrarse sólo a ti, en la austeridad y en la peni-
tencia, concédenos, por su intercesión, que sepamos
seguir, en este mundo, el camino que conduce a la
verdadera vida, para que lleguemos a gozar del to-
rrente de tus delicias allá en el cielo. Por nuestro Se-
ñor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la
Unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.