Oficio de Lectura
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Himno
Esta mujer no quiso
tomar varón ni darle su ternura,
selló su compromiso
con otro amor que dura
sobre el amor de toda criatura.
Y tanto se apresura
a zaga de la huella del Amado,
que en él se transfigura,
y el cuerpo anonadado
ya está por el amor resucitado.
Aquí la Iglesia canta
la condición futura de la historia,
y el cuerpo se adelanta
en esta humilde gloria
a la consumación de su victoria.
Mirad los regocijos
de la que por estéril sollozaba
y se llenó de hijos,
porque el Señor miraba
la pequeñez humilde de su esclava. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Virgen ilustre, sensata, prudente en tu decisión, tienes como esposo del alma al Verbo inmaculado. Aleluya.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Virgen ilustre, sensata, prudente en tu decisión, tienes como esposo del alma al Verbo inmaculado. Aleluya.
Ant: Por amor a mi Señor Jesucristo, tuve en nada los bienes de este mundo y del tiempo presente. Aleluya.
Salmo 44 – I: Las nupcias del rey
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Por amor a mi Señor Jesucristo, tuve en nada los bienes de este mundo y del tiempo presente. Aleluya.
Ant: Prendado está el rey de tu belleza, él es tu Señor y tu Dios. Aleluya.
Salmo 44 – II:
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Prendado está el rey de tu belleza, él es tu Señor y tu Dios. Aleluya.
Versículo
V/. Me enseñarás el sendero de la vida. Aleluya.
R/. Me saciarás de gozo en tu presencia. Aleluya.
Primera Lectura
La virginidad cristiana
1Co 7,25-40
Hermanos: Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.
¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la presentación de este mundo se termina.
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Si, a pesar de todo, alguien cree faltar a la conveniencia respecto de su doncella, por estar en la flor de su edad, y conviene proceder así, haga lo que quiera, no hacen mal; cásense. Mas el que permanece firme en su corazón, y sin presión alguna y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a guardar a su doncella, hará bien. Así, pues, el que casa a su doncella obra bien. Y el que no la casa obra mejor.
La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas, una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Sin embargo, será más feliz si permanece así según mi consejo; que yo también creo tener el Espíritu de Dios.
R/. Prendado está el Rey de tu belleza, obra de sus manos; él es tu Dios y tu Rey.
Tu Rey es al mismo tiempo tu Esposo (T.P.: Aleluya.) Aleluya.
V/. Has tomado por esposo al Rey y Dios; él te ha dotado, él te ha engalanado, te ha redimido, te ha santificado.
R/. Tu Rey es al mismo tiempo tu Esposo Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Decreto Perféctae caritatis, sobre la renovación de la vida religiosa, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 1. 5. 6. 12)
LA IGLESIA TIENE A CRISTO POR ESPOSO ÚNICO
Desde los principios de la Iglesia hubo hombres y mujeres que se propusieron seguir a Cristo con mayor libertad por la práctica de los consejos evangélicos e imitarlo más de cerca, y cada uno a su manera llevaron una vida consagrada a Dios. Muchos de los cuales, por inspiración del Espíritu Santo, o vivieron en la soledad o fundaron familias religiosas, que la Iglesia recibió y aprobó gustosa con su autoridad. De aquí, por disposición divina, surgió una admirable variedad de grupos religiosos, que contribuyó mucho a que la Iglesia no sólo esté dispuesta para toda obra buena y preparada, en función de su ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, sino que también aparezca adornada con la variedad de los dones de sus hijos, como una novia que se adorna para su esposo, y por ella se conozca la multiforme sabiduría de Dios.
En medio de esta gran variedad de dones, todos cuantos son llamados por Dios a la práctica de los consejos evangélicos, y la profesan fielmente, se entregan de una manera peculiar al Señor, siguiendo a Cristo, que, virgen y pobre, redimió y santificó a los hombres por la obediencia hasta la muerte de cruz. Impulsados así por la caridad, que el Espíritu Santo difunde en sus corazones viven cada vez más para Cristo y para su cuerpo, que es la Iglesia. Cuanto más fervientemente se unen a Cristo por su entrega personal durante toda la vida tanto más se desarrolla la vida de la Iglesia y más vigorosamente se fecunda su apostolado.
Piensen los miembros de cualquier instituto que por la profesión de los consejos evangélicos respondieron a la vocación divina, de forma que vivan para Dios, no sólo muertos al pecado, sino también renunciando al mundo. Entregaron toda su vida a su servicio, lo cual constituye una cierta consagración peculiar, que se funda íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa en su totalidad.
Los que profesan los consejos evangélicos busquen y amen sobre todas las cosas a Dios, que nos amó primero, y procuren fomentar en todas las circunstancias la vida escondida con Cristo en Dios, de donde dimana y se estimula el amor del prójimo para la salvación del mundo y edificación de la Iglesia. Esta caridad, por su parte, anima y dirige el mismo cumplimiento de los consejos evangélicos.
La castidad que los religiosos profesan por el reino de los cielos ha de considerarse como un don exquisito de la gracia. Pues libera el corazón del hombre de una forma especial, para que más se inflame con la caridad para con Dios y para con todos los hombres y, por tanto, es una señal característica de los bienes celestiales y un medio aptísimo con que los religiosos se dediquen decididamente al servicio divino y a las obras del apostolado. De esta forma ellos recuerdan a todos los cristianos aquel maravilloso matrimonio establecido por Dios, y que ha de revelarse totalmente en la vida futura, por el que la Iglesia tiene a Cristo por esposo único.
Responsorio
R. ¡Qué hermosa eres, virgen de Cristo! * Tú que has merecido recibir la corona del Señor, la corona de la virginidad perpetua. (T. P. Aleluya.)
V. Nadie podrá quitar te la palma de la virginidad, ni separarte del amor de Cristo.
R. Tú que has merecido recibir la corona del Señor, la corona de la virginidad perpetua. (T. P. Aleluya.)
Oración final.
Tú, Señor, que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón, por intercesión de santa Mariana Paredes y Flores , virgen, concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…
Bendigamos Al señor
Demos gracias a Dios.