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Oficio de lectura – viernes 7 junio 2024

Oficio de Lectura

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

HIMNO

Por la lanza en su costado
brotó el río de pureza,
para lavar la bajeza
a que nos bajó el pecado.

Cristo, herida y manantial,
tu muerte nos da la vida,
que es gracia de sangre nacida
en tu fuente bautismal.

Sangre y agua del abismo
de un corazón en tormento:
un Jordán de sacramento
nos baña con el bautismo.

Y mientras dura la cruz
y en ella el Crucificado,
bajará de su costado
un río de gracia y de luz.

El Padre nos da la vida,
el Espíritu el amor,
y Jesucristo, el Señor,
nos da la gracia perdida. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 En ti está la fuente viva; tú nos das a beber
del torrente de tus delicias.

– Salmo 35 –

El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia.»
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.

Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!;
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;

se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva
y tu luz nos hace ver la luz.

Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 En ti está la fuente viva; tú nos das a beber
del torrente de tus delicias.

Ant. 2 Cuando esté con el corazón abatido, llévame
a una roca inaccesible.

Salmo 60

Dios mío, escucha mi clamor,
atiende a mi súplica;
te invoco desde el confín de la tierra
con el corazón abatido;

llévame a una roca inaccesible,
porque tú eres mi refugio
y mi bastión contra el enemigo.

Habitaré siempre en tu morada,
refugiado al amparo de tus alas;
porque tú, ¡oh Dios!, escucharás mis deseos
y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.

Añade días a los días del rey,
que sus años alcancen varias generaciones;
que reine siempre en presencia de Dios,
que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.

Yo tañeré siempre en tu honor,
e iré cumpliendo mis votos días tras día.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Cuando esté con el corazón abatido, llévame
a una roca inaccesible.

Ant. 3 Los confines de la tierra han contemplado la
victoria de nuestro Dios.

-Salmo 97-

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:

tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Los confines de la tierra han contemplado la
victoria de nuestro Dios.

VERSÍCULO

V. Recuerdo las proezas del Señor

R. Traigo en la memoria los antiguos portentos.

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo
a los Romanos
8, 28-39

Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo
les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a
su designio. A los que había escogido, Dios los predes-
tinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el pri-
mogénito de muchos hermanos. A los que predestinó,
los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que jus-
tificó, los glorificó.

¿Qué decir a todo esto? Si Dios está con nosotros,
¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su
propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará con él todo lo demás?
¿Quién se atreverá a acusar a los elegidos de Dios? Sien-
do Dios quien justifica, ¿quién podrá condenar? ¿Acaso
Cristo Jesús, el que murió por nosotros? Más aún, ¿el
que fue resucitado y está a la diestra de Dios interce-
diendo por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor
de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución?
¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
(Como dice la Escritura: «Por tu causa nos llevan a la
muerte uno y otro día; nos tratan como a ovejas que
van al matadero.») Pero en todo esto vencemos fácil-
mente por aquel que nos ha amado.

Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni
ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni poten-
cias, ni altura, ni profundidad, ni creatura alguna podrá
apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Je-
sús, Señor nuestro.

Responsorio

R. Cuando estábamos muertos por nuestros pecados,
Dios nos vivificó con Cristo, * por el gran amor con
que nos amó.

V. Quiso mostrar en los siglos venideros la sublime ri-
queza de su gracia.

R. Por el gran amor con que nos amó.

SEGUNDA LECTURA

De las Obras de san Buenaventura, obispo

Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuan
grande es éste que está pendiente de la cruz por ti. Su
muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los
cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas
de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón hu-
mano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal
víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mue-
ve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!

Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se
formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice:
Mirarán a quien traspasaron, uno de los soldados lo hi-
rió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión
de la divina providencia, a fin de que, brotando de la
herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra
salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón,
diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de con-
ferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en
Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que
brota para comunicar vida eterna.

Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la palo-
ma que labra su nido en los agujeros de la peña; sé el
pájaro que encuentra su casa y no deja de guardarla; sé
la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en
aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para
que bebas el agua de las fuentes del Salvador. Porque
ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, di-
vidida en cuatro ríos que se derraman en los corazones
amantes, riega y fecunda toda la tierra.

Corre con vivo deseo a esta fuente de vida y de luz
quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con
toda la fuerza del corazón exclama:

«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplan-
dor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda
vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo
resplandor millares de luces, que desde la primera auro-
ra fulguran ante el trono de tu divinidad!

¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de
la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad
es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ili-
mitada y su pureza imperturbable!

De ti procede el río que alegra a la ciudad de Dios.
Recrea con el agua de este deseable torrente los resecos
labios de los sedientos de amor, para que con voz de re-
gocijo y gratitud te cantemos himnos de alabanza, pro-
bando por experiencia que en ti está la fuente de la vida
y tu luz nos hace ver la luz.»

Responsorio

R. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus bene-
ficios. * Él rescata tu vida de la fosa y te colma de
gracia y de ternura.

V. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

R. Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y
de ternura.

HIMNO FINAL Te Deum

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado para siempre.

Oremos:
Te pedimos, Dios todopoderoso y eterno, que, al ce-
lebrar la grandeza del amor que resplandece en el
corazón de tu Hijo, recibamos de esta fuente divina
gracias cada vez más abundantes. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo…

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.