Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 99
¡Alegría de los que entran en el templo!
Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.
Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Himno:
Eres la luz y siembras claridades; abres los anchos cielos que sostienen, como un pilar, los brazos de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos, el alba apaga estrellas lejanísimas; la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve, la estrella matinal, signo de Cristo, levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, día del día, el Uno en todo, el Trino todo en Uno: ¡Gloria a tu misteriosa teofanía!
¡Amén!
Salmodia
Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Salmo 83:
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación.
Cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones; caminan de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, oh Dios, en nuestro escudo, mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria; el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Venid, subamos al monte del Señor.
Cántico:
Isaías 2, 2-5
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob.
Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Venid, subamos al monte del Señor.
Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Salmo 95:
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Lectura breve:
St 2,12-13
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad, pues el juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. La misericordia se ríe del juicio.
Responsorio breve:
Bendito el Señor, ahora y por siempre. Bendito el Señor, ahora y por siempre.
El único que hace maravillas. Ahora y por siempre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Bendito el Señor, ahora y por siempre.
Cántico evangélico:
Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Preces:
Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y pidamos con insistencia:
Haz que te glorifiquemos, Señor.
Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy.
Haz que te glorifiquemos, Señor.
Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana;
haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.
Haz que te glorifiquemos, Señor.
Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos, y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.
Haz que te glorifiquemos, Señor.
A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros, concédenos el gozo y la paz.
Haz que te glorifiquemos, Señor.
Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Oración final:
Señor Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio, alcancemos la salvación ahora y por siempre.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
¡Oh Señora mía!, ¡oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a vos y en prueba de mi filial afecto os consagró, en este día: mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón;en una palabra, todo mi ser, ya que soy todo vuestro, ¡oh Madre de bondad!, guardadme y protegedme como hijo y posesión vuestra.
¡Amén!