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Laudes I oración de la mañana I viernes 16 julio 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 23:

Entrada solemne de Dios en su templo.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
El hombre de manos inocentes, y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso; ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¡Portones!, alzad los dinteles, Levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.

Himno:

Eres tú la mujer llena de gloria, alzada por encima de los astros; con tu sagrado pecho das la leche al que en su providencia te ha creado.

Lo que Eva nos perdió tan tristemente, tú lo devuelves por tu fruto santo; para que al cielo ingresen los que lloran, eres tú la ventana del costado.

Tú eres la puerta altísima del Rey y la entrada fulgente de la luz; la vida que esta Virgen nos devuelve aplauda el pueblo que alcanzó salud.

Sea la gloria a ti, Señor Jesús, que de María Virgen has nacido, gloria contigo al Padre y al Paráclito, por sempiternos y gozosos siglos.

¡Amén!

Salmodia

Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.
Salmo 50:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.

Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Cántico:
Jeremías 14,17-21
Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la Doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.

Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.

¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.

Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.

No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Salmo 99:

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Lectura breve

Is 61,10
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.

Responsorio breve:

El Señor la eligió y la predestinó. El Señor la eligió y la predestinó. La hizo morar en su templo santo. Y la predestinó. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
El Señor la eligió y la predestinó.

Cántico evangélico:

Deseé la sabiduría con toda el alma, y creció como racimo que madura.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Deseé la sabiduría con toda el alma, y creció como racimo que madura.

Preces:

Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada, líbranos de la corrupción del pecado.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador nuestro, que quisiste que tu madre estuviera junto a tu cruz, por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Jesús, que, colgado en la cruz, diste a María a Juan como madre, haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo, como nos enseñó Cristo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Oración final:

Te suplicamos, Señor, que la poderosa intercesión de la Virgen María, en su advocación del monte Carmelo, nos ayude y nos haga llegar hasta Cristo, monte de salvación. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

 

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