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Vísperas – oración de la tarde – domingo 18 septiembre 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Himno

Dios de la luz, presencia ardiente sin meridiano ni frontera: vuelves la noche mediodía, ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora, iba en la noche tu grandeza; te vio el desierto, y destellaron luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto como cilicio de tinieblas, para tu pueblo amanecías bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo lanzas el día o la tiniebla: ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste fuego a la entraña de la tierra, guarda encendida nuestra lámpara hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

Salmodia

Ant: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente.

Salmo 109,1-5.7: El Mesías, Rey y Sacerdote

Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies».

Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora».

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».

El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso, levantará la cabeza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

Salmo 113 A: Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo

Ant: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su santuario, Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Cántico

Apocalipsis 19,1-7: Las bodas del Cordero
Ant: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Lectura 2Co 1,3-4
¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios.

V/. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R/. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

V/. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R/. En la bóveda del cielo.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R/. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

Cántico

Ant: «El primero entre vosotros será vuestro servidor -dice el Señor-, pues el que se humilla será enaltecido.» Aleluya.

Ant: Nadie puede servir a dos señores; no podéis servir a Dios y al dinero.

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «El primero entre vosotros será vuestro servidor -dice el Señor-, pues el que se humilla será enaltecido.» Aleluya.
Ant: Nadie puede servir a dos señores; no podéis servir a Dios y al dinero.

Preces

Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:

Venga a nosotros tu reino, Señor

– Señor, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y de unidad entre los hombres
y signo de salvación para todos los pueblos.

– Protege, con tu brazo poderoso, al papa y a todos los obispos y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.

– A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestra cabeza, y que demos testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.

– Concede, Señor, al mundo el don de la paz y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.

– Otorga a los que han muerto una resurrección gloriosa y haz que gocemos un día, con ellos, de la felicidad eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Final

Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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