Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.
Himno
Señor, la luz del día ya se apaga, la noche va extendiendo sus tinieblas; alumbra lo más hondo de las almas en este santo tiempo de Cuaresma.
Conoces nuestra vida y nuestra historia y sabes que también hemos pecado, por eso hacia ti nos dirigimos confiando que seremos perdonados.
Unidos con la Iglesia recorremos la senda que nos lleva hasta el Calvario, llevando en nuestro cuerpo tus dolores, sufriendo lo que aún no has completado.
Escucha nuestra voz, amado Padre, que, junto con tu Hijo Jesucristo, enviaste tu Espíritu a los hombres, sellando con tu gracia sus destinos. Amén.
Salmodia
Ant. 1. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste, te daré gracias por siempre.
Salmo 29
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mi.
Señor, Dios mío, te grité, y tú me sanaste. Señor sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el jubilo.
Yo pensaba muy seguro: «No vacilaré jamás». Tu bondad Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé, suplique a mí Dios: «¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?.
¿Te va ha dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme»
Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Ant. 1. Señor, Dios mío, a ti te grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Ant. 2. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Salmo 31
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se me había vuelto un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito, propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si no, no puedes acercarte.
Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor, aclamadlo, los de corazón sincero.
Ant. 2. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Ant. 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Cántico
Ap. 11, 17-18; 12 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por eso, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.
Ant. 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Lectura
St 4, 7-8.10
Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; purificad vuestros corazones, gente que obráis con doblez. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará.
Responsorio
V. Yo dije: «Señor, ten misericordia»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia»
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia»
Cantico
Ant. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Cántico de la Santísima Virgen María
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a Cristo, el Señor, que nos dio el mandamiento nuevo de amarnos unos a otros, y digámosle:
Acrecienta, Señor, la caridad de tu Iglesia.
-Maestro bueno, enséñanos a amarte en nuestros hermanos
y a servirte en cada uno de ellos.
-Tú que en la cruz pediste al Padre el perdón para los verdugos,
concédenos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.
-Señor, que la participación en el misterio de tu cuerpo y de tu sangre acreciente en nosotros el amor, la fortaleza y la confianza,
y dé vigor a los débiles, consuelo a los tristes y esperanza a los agonizantes.
-Señor, luz del mundo, que, por el agua, concediste al ciego de nacimiento el poder ver la luz, ilumina a nuestros catecúmenos por el sacramento del agua y de la palabra.
-Concede la plenitud de tu amor a los difuntos y haz que un día nos contemos entre tus elegidos.
Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración
Señor, haz que nos iniclinemos siempre a pensar con rectitud y practicar el bien con diligencia y, puesto que no podemos existir sin ti, concédenos vivir siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Conclusión
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén