Vísperas
R. Señor date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno
Porque es tarde, Dios mío, porque anochece ya y se nubla el camino, porque temo perder las huellas que he seguido, no me dejes tan solo y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde y he buscado el peligro, y escudriñé curioso las cumbres y el abismo, perdóname, Señor, y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de ti y en hambre de tu trigo, ven, siéntate a mi mesa, dígnate ser mi amigo.
¡Qué aprisa cae la tarde …!
¡Quédate conmigo! Amén.
Salmodia
Ant. 1 Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.
Salmo 143
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos.
Señor, ¿Qué es el hombre para que te fijes en él? ¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo; sus días, como una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo, fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.
Ant. 2 dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Salmo 143
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.
Defiéndeme de la espada cruel, sálvame de las manos de extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros hijos un plantío, crecidos desde su adolescencia; nuestras hijas sean columnas talladas, estructura de un templo.
Que nuestros silos estén repletos de frutos de toda especie; que nuestros rebaños a millares se multipliquen en las praderas, y nuestros bueyes vengan cargados, que no haya brechas ni aberturas, ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esto tiene, dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Ant. 3 ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Cántico: Ap. 11, 17-18; 12, 10b-12ª
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Lectura Col 1, 23
Perseverad firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartéis de la esperanza del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a toda creatura bajo los cielos.
Responsorio
V. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar.
R. Nada me falta.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Cántico Evangélico
Ant. A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.
Preces.
Invoquemos a Cristo, luz del mundo y alegría de todo ser viviente y digámosle confiados:
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
-Luz indeficiente y palabra eterna del Padre, tú que has venido a salvar a los hombres, ilumina a los catecúmenos de la Iglesia con la luz de tu verdad.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
-No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor, pues de ti procede el perdón.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
-Señor, tú que has querido que la inteligencia del hombre investigara los secretos de la naturaleza, haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos los hombres.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
-Protege, Señor, a los que se han consagrado en el mundo, al servicio de sus hermanos; que con libertad de espíritu y sin desánimo puedan realizar su ideal.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
-Señor, tú que abres y nadie puede cerrar, ilumina a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, y ábreles las puertas de tu reino.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Porque todos nos sabemos hermanos, hijos de un mismo Dios, confiadamente nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración.
Acoge benigno, Señor, nuestra súplica vespertina y haz que, siguiendo las huellas de tu Hijo, fructifiquemos con perseverancia en buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Conclusión.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.