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Vísperas – oración de la tarde – jueves 22 septiembre 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

Vengo, Señor, cansado; ¡cuánta fatiga van cargando mis hombros al fin del día!
Dame tu fuerza y una caricia tuya para mis penas.

Salí por la mañana entre los hombres ¡Y encontré tantos ricos que estaban pobres!
La tierra llora, porque sin ti la vida es poca cosa.

¡Tantos hombres maltrechos, sin ilusiones!; en ti buscan asilo sus manos torpes.
Tu amor amigo, todo tu santo fuego, para su frío.

Yo roturé la tierra y puse trigo; tú diste el crecimiento para tus hijos.
Así, en la tarde, con el cansancio a cuestas, te alabo, Padre.

Quiero todos los días salir contigo, y volver a la tarde siendo tu amigo.
Volver a casa y extenderte las manos dándote gracias. Amén.

Salmodia

Ant. 1 Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Salmo 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mi.

Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste.
Señor sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro: «No vacilaré jamás».
Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé, suplique a mí Dios: «¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?

¿te va ha dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? escucha, señor, y ten piedad de mí; señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Ant. 2 Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Salmo 31

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se me había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito, propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.

Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor, aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Ant. 3 El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Cántico Ap. 11, 17-18; 12 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Lectura breve 1Pe 1, 6-9
Saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en diversas pruebas. Así la pureza de vuestra fe resultará más preciosa que el oro (que aun después de acrisolado por el fuego, perece) y será para vuestra alabanza y gloria y honor en el día de la manifestación de Jesucristo. A Él no le habéis visto, y lo amáis; en él creéis ahora, aunque no le véis; y os regocijaréis con un gozo inefable y radiante, al recibir el fruto de vuestra fe, la salud de vuestras almas.

Responsorio breve

V. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

V. Nos sació con miel silvestre.
R. Con flor de harina.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

Cántico evangélico

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Preces.

Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

-Dios de amor que has hecho alianza con tu pueblo, haz que recordemos siempre tus maravillas.

Escucha, Señor, nuestra oración.

-Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu y en el vínculo de la paz.

Escucha, Señor, nuestra oración.

-Que el mundo prospere y avance según tus designios y que los que lo construyen no trabajen en vano.
Escucha, Señor, nuestra oración.

-Envía, Señor, operarios a tu mies para que tu nombre sea conocido en el mundo.

Escucha, Señor, nuestra oración.

-A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración.
Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora comienza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Conclusión.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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