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Vísperas – oración de la tarde – martes 15 marzo 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

No me pesa, Señor, haber faltado por el eterno mal que he merecido, ni me pesa tampoco haber perdido el cielo como pena a mi pecado.

Pésame haber tus voces despreciado y tus justos mandatos infringido, porque con mis errores he ofendido tu corazón, Señor, por mi llagado.

Llorar quiero mis culpa humillado, y buscar a mis males dulce olvido en la herida de amor de tu costado.

Quiero tu amor pagar, agradecido, amándote cual siempre me has amado y viviendo contigo arrepentido. Amén.

Salmodia

Ant 1. No podéis servir a Dios y al dinero.

Salmo 48

Oíd esto, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y me acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant 1. No podéis servir a Dios y al dinero.
Ant. 2. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
Ant. 3. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Cántico

Ap. 4,11; 5, 9-10. 12

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.

Digno es el cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Ant. 3. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Lectura

St 2, 14. 17. 18b

Hermanos, ¿qué provecho saca uno con decir: «Yo tengo fe”, ¿si no tienes obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? La fe, si no va acompañada de las obras, está muerta en su soledad. Pruébame tu fe sin obras que yo por mis obras te probaré mi fe.

Responsorio

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

Cántico

Ant. Todos vosotros sois hermanos; no deis entre vosotros a nadie el título de padre, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos; ni os proclaméis maestros, porque uno solo es vuestro Maestro, el Mesías.

Cántico de la Santísima Virgen María.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia
por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Oremos a Jesús, el Señor, que levantado en la cruz atrae a todos hacia él, y digámosle:

Atrae, Señor, a todos hacia ti.

-Señor, que la luz con que resplandece el misterio de la cruz atraiga a todos los hombres, para que te reconozcan como camino, verdad y vida.

-Da tu agua viva a todos los sedientos de verdad, para que su sed quede eternamente saciada.

-Ilumina a los científicos y a los artistas, para que el progreso sea también camino de salvación.

-Mueve los corazones de los que se han apartado de ti a causa del pecado o del escándalo, para que se conviertan a ti y permanezcan en tu amor.

Admite en tu reino a todos los difuntos, para que se alegren eternamente con la Virgen María y con todos los santos. Que el Espíritu que habita en nosotros y nos une en su amor nos ayude a decir:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración

Señor, vela con amor constante sobre tu Iglesia, edifica en la debilidad humana, y, pues sin ti la naturaleza mortal sucumbe, que tu protección la preserve siempre del mal y la encamine por las sendas de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Conclusión

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén

 

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