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Vísperas – oración de la tarde – martes 23 agosto 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

Aplaudan a esta Rosa las rosas de la tierra; resuene su alabanza del sol a las estrellas.

Una Rosa de gracia en un rosal de penas; por las culpas del mundo hirió su carne tierna.

Roja Rosa del cielo, virgen Rosa limeña; un puñado de gozo y un haz de penitencias.

Danos, Padre, el perfume de esta Rosa pequeña; que su rocío fecunde esta tierra de América. Amén.

Salmodia

Ant. 1 Quiero ser solamente tuya, oh Cristo esposo, a ti vengo con mi lámpara encendida.

Salmo 121

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor!» Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, Según la costumbre d Israel,
a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 quiero ser solamente tuya, oh Cristo esposo, a ti vengo con mi lámpara encendida.

Ant. 2 dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Salmo 126

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas; son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Ant. 3 Mi alma se siente firme, está cimentada en Cristo, el Señor.

Cántico Ef. 1, 3-10

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Mi alma se siente firme, está cimentada en Cristo, el Señor.

Lectura 1 Co 7, 32.34

El célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor, lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma.

Responsorio

V. Llevan ante el Rey al séquito de vírgenes, las traen entre alegría.
R. Llevan ante el Rey al séquito de vírgenes, las traen entre alegría.

V. Van entrando en el palacio real.
R. Las traen entre alegría.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Llevan ante el Rey al séquito de vírgenes, las traen entre alegría.

Cántico Evangélico

Ant. Mi Señor Jesucristo se desposó conmigo con su anillo, y como verdadera esposa me adornó con una corona.

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi Señor Jesucristo se desposó conmigo con su anillo, y como verdadera esposa me adornó con una corona.

Preces.

Alabemos con gozo a Cristo, que elogió a los que permanecen vírgenes, a causa del reino de Dios, y supliquémosle diciendo:

Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.

-Señor Jesucristo, tú que como esposo amante colocaste junto a ti a la Iglesia sin mancha ni arruga, haz que sea siempre santa e inmaculada.

-Señor Jesucristo, a cuyo encuentro salieron las vírgenes santas con sus lámparas encendidas, no permitas que falte nunca el óleo de la fidelidad en las lámparas de las vírgenes que se han consagrado a ti.

-Señor Jesucristo, a quien la Iglesia virgen guardó siempre fidelidad intacta, concede a todos los cristianos la integridad y la pureza de la fe.

-Tú que concedes hoy a tu pueblo alegrarse por la fiesta de santa Rosa de Lima, virgen, conédenos también gozar, siempre de su valiosa intercesión.

-Tú que recibiste en el banquete de tus bodas a las vírgenes santas, admite también a nuestros hermanos difuntos en el convite festivo de tu reino.

Oremos con Jesús, diciendo a nuestro Padre:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración.
Dios nuestro, que impulsaste a santa Rosa de Lima a apartarse de la vida del mundo por amor tuyo y a consagrarse sólo a ti, en la austeridad y en la penitencia, concédenos, por su intercesión, que sepamos seguir, en este mundo, el camino que conduce a la verdadera vida, para que lleguemos a gozar del torrente de tus delicias allá en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Conclusión.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

 

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