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Vísperas – oración de la tarde – martes 26 abril 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

Nos reúne de nuevo el misterio del Señor que resurge a la vida, con su luz ilumina a la Iglesia, como el sol al nacer cada día.

Resucita también nuestras almas, que tu muerte libró del castigo y vencieron contigo al pecado en las aguas del santo bautismo.

Transfigura los cuerpos mortales que contemplan tu rostro glorioso, bella imagen del Dios invisible que ha querido habitar con nosotros.

Cuando vengas, Señor, en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro, y a tu lado vivamos por siempre dando gracias al Padre en el reino. Amén.

Salmodia

Ant. 1 Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Aleluya.
Salmo 48
Oíd esto, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y me acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Aleluya.
Ant. 2 El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.
Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura y el abismo es su casa.
Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.
Ant. 3. Tuyos son, Señor, el poder y la riqueza, la fuerza y la gloria. Aleluya.

Cántico

Ap. 4,11; 5, 9-10. 12

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.

Digno es el cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Tuyos son, Señor, el poder y la riqueza, la fuerza y la gloria. Aleluya.

Lectura

1Pe 2, 4-5

Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo de Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Responsorio

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

Cántico Evangélico

Ant. ¿Verdad que nuestros corazones ardían dentro de nosotros, mientras nos hablaba Jesús en el camino? Aleluya.

Cántico de la Santísima Virgen María

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¿Verdad que nuestros corazones ardían dentro de nosotros, mientras nos hablaba Jesús en el camino? Aleluya.

Preces.

Invoquemos Cristo, que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo, y digámosle:
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
-Señor Jesús, de cuyo costado abierto salió sangre y agua, haz de la Iglesia tu esposa inmaculada.

-Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, al confesarte su amor, el cuidado de tus ovejas, concede al papa Juan Pablo II un amor ardiente y un celo apostólico.

-Tú que concediste una pesca abundante a los discípulos que pescaban en el mar, envía operarios que continúen su trabajo apostólico.

-Tú que preparaste a la orilla del mar el pan y los peces para los discípulos, no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.

-Señor Jesús, nuevo Adán, que nos das la vida, transforma a nuestro difunto a imagen tuya, para que compartan contigo la alegría de tu reino.

Sintiéndonos verdaderos hijos de Dios, digamos a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración.
Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y, ya que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los dones prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Conclusión.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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