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Vísperas – oración de la tarde – miércoles 02 noviembre 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Si morir no es despertar, si es simplemente morir, ¿para qué, muerte, vivir?,
¿para qué, muerte, empezar esta angustia, este llorar?

Mas, si eres umbral y puerta del misterio, si honda y cierta aseguras mi esperanza,
¡qué cima de luz se alcanza viviendo una vida muerta! Amén.

Salmodia

Ant 1. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.

Salmo 120 – El guardián del pueblo.

Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.

Ant 2. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Salmo 129 – Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Ant 3. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Cántico: CRISTO, Siervo de Dios, en su misterio pascual – Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Lectura 1Co 15, 55-57

¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

Responsorio

V/. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
R/. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.

V/. Tú, que vendrás a juzgar a los vivos y a los muertos,
R/. Dales el descanso eterno.

V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.

Cántico evangélico

Ant. Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera.

Cántico de María. Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera.

Preces

Oremos al Señor Jesús, que transformará nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo, y digámosle:

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

-Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro, lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre preciosa.

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

-Señor Jesucristo, consolador de los afligidos, que ante el dolor de los que lloraban la muerte de Lázaro, del joven de Naím y de la hija de Jairo acudiste compasivo a enjugar sus lágrimas, consuela también ahora a los que lloran la muerte de sus seres queridos.

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

-Señor Jesucristo, siempre vivo para interceder por nosotros y por todos los hombres, enséñanos a ofrecer el sacrificio de alabanza por los difuntos, para que sean absueltos de sus pecados.

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

-Cristo salvador, destruye en nuestro cuerpo mortal el dominio del pecado por el que merecimos la muerte, para que obtengamos, como don de Dios, la vida eterna.

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

-Cristo redentor, mira benignamente a aquellos que, al no conocerte, viven sin esperanza, para que crean también ellos en la resurrección y en la vida del mundo futuro.

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

-Tú, Señor, que has dispuesto que nuestra casa terrena sea destruida, concédenos una morada eterna en los cielos.

Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a los vivos y a los muertos, pidamos al Padre que llegue a todos su reino:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

Conclusión
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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