Vísperas
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Himno
Jesucristo, Palabra del Padre, luz eterna de todo creyente: ven y escucha la súplica ardiente, ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas, en tu amor tú quisiste ayudarlo y trajiste, viniendo a la tierra, esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas, sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera, el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela, para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre, dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia
Ant: El Señor se complace en el pobre
Salmo 10: El Señor, esperanza del justo
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís: «Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco, ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos? Cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?»
Pero el Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia él lo odia. Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor se complace en el pobre.
Salmo 14: ¿Quién es justo ante el Señor?
Ant: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró aun en daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Efesios 1, 3-10: El Dios Salvador
Ant: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Lectura
Flp 3,20b-21
Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo.
V/. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos. R/. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos. V/. Que brille tu rostro y nos salve. R/. Señor Dios de los ejércitos. V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo R/. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Cántico Ev.
Ant: El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo. Aleluya.
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar) Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo. Aleluya.
Preces
Oremos al Señor, que vendrá y nos salvará, y digámosle: Ven, Señor, y sálvanos – Señor Jesús, Ungido del Padre, y Salvador de los hombres,
ven pronto y sálvanos. – Tú que viniste al mundo,
líbranos de los pecados del mundo. – Tú que viniste del Padre,
muéstranos el camino para ir al Padre. – Tú que fuiste concebido por obra del Espíritu Santo, renuévanos a nosotros con la fuerza de este mismo Espíritu Santo. – Tú que tomaste carne en el seno de María, la Virgen, líbranos de la corrupción de la carne. – Acuérdate, Señor, de todos los hombres, que, desde el comienzo del mundo, esperaron en ti.
Terminemos nuestra oración con las palabras que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.