Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.
Himno
Insigne defensor de nuestra causa, Señor y Salvador del pueblo humano, acoge nuestras súplicas humildes, perdona nuestras culpas y pecados.
El día con sus gozos y sus penas pasó dejando huellas en el alma, igual que nuestros pies en su camino dejaron en el polvo sus pisadas.
No dejes de mirarnos en la noche, dormida nuestra vida en su regazo; vigila el campamento de los hombres, camino de tu reino ya cercano.
Ahuyenta de tu pueblo la zozobra, sé nube luminosa en el desierto, sé fuerza recobrada en el descanso, mañana y horizonte siempre abierto.
Bendice, Padre santo, la tarea del pueblo caminante en la promesa; llegados a Emaús, tu Hijo amado nos parta el pan y el vino de la cena. Amén.
Salmodia
Ant. 1 Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago, y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.
Salmo 118, 105-112
Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré: guardaré tus justos mandamientos; ¡estoy tan afligido! Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio, enséñame tus mandatos; mi vida está siempre en peligro, pero no olvido tu voluntad; los malvados me tendieron un lazo, pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos so mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón; inclina mi corazón a cumplir tus leyes, siempre y cabalmente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago, y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en
su presencia.
Ant. 2 su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Salmo 15
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: » Tú eres mi bien.» Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciará de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Ant. 3 Moisés y Elías hablaban de la muerte que Jesús iba a padecer en Jerusalén.
Cántico
Flp. 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se anonadó así mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Moisés y Elías hablaban de la muerte que Jesús iba a padecer en Jerusalén.
Lectura
2Co 6, 1-4a
Os exhortamos a que deis pruebas de no haber recibido en vano la gracia de Dios, pues dice él en la Escritura: «En el tiempo propicio te escuché, y te ayudé en el día de salvación.» Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación. A nadie queremos dar nunca motivo de escándalo, a fin de no hacer caer en descrédito nuestro ministerio, antes al contrario, queremos acreditarnos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios.
Responsorio
V. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
Cántico
Ant. Mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías.
Cántico de la Santísima Virgen María.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías.
Preces.
Bendigamos al Señor, solícito y providente para con
todos los hombres, e invoquémosle diciendo:
Salva, Señor, a los que has redimido.
– Señor, fuente de todo bien y origen de toda verdad, llena con tus dones a todos los obispos y conserva en la doctrina de los apóstoles a los
fieles que les ha sido confiados.
– Que aquellos que se nutren con el mismo pan de vida vivan unidos en la caridad, para que todos seamos uno en el cuerpo de tu
Hijo.
– Que nos despojemos de nuestra vieja condición humana y de sus obras, y nos renovemos a imagen de Cristo, tu Hijo.
– Concede a tu pueblo que por la penitencia obtenga
el perdón de sus pecados y tenga parte en los méritos de Jesucristo.
– Haz que nuestros hermanos difuntos puedan alabarte eternamente en el cielo, y que nosotros esperemos confiadamente unidos a ellos en tu reino.
Pidamos a nuestro Padre, con las palabras que Cristo nos enseñó, que nos dé la fuerza que necesitamos para no caer en la tentación:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración.
Señor, Padre santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.
Conclusión.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.