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Vísperas – oración de la tarde – sábado 17 diciembre 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: Escucha, casa de David

Escucha, casa de David: La Virgen pura se halla encinta; Dios la acaricia y la fecunda y la hace Madre de la vida.

La Virgen grávida nos lleva en el secreto de su dicha; la Virgen fiel nos abre ruta por su obediencia de discípula.

Espera en calma la agraciada, con ella el mundo se arrodilla; levanta el pobre la mirada, con ella pide la venida.

Nacido en tiempos sin aurora, el Hijo espera con María.
¡Oh Dios de amor, nuestra esperanza, cambia tu espera en parusía!

¡A ti, Jesús, Hijo esperado, aparecido en nuestros días, con santo júbilo cantamos!
¡Ven en tu reino, ven de prisa! Amén.

Salmodia

Ant 1. Mirad: vendrá el deseado de todos los pueblos y se llenará de gloria la casa del Señor. Aleluya.

Salmo 121 la ciudad santa de Jerusalén

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mirad: vendrá el deseado de todos los pueblos y se llenará de gloria la casa del Señor. Aleluya.

Ant 2. Ven, Señor, y no tardes: perdona los pecados de tu pueblo, Israel.

Salmo 129 Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ven, Señor, y no tardes: perdona los pecados de tu pueblo, Israel.

Ant 3. Mirad: se cumple ya el tiempo en el que Dios envía a su Hijo al mundo.

Cántico: Cristo, siervo de Dios, en su misterio pascual – Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mirad: se cumple ya el tiempo en el que Dios envía a su Hijo al mundo.

Lectura 1Ts 5, 23-24

Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser -espíritu, alma y cuerpo- sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es a sus promesas el que os ha convocado; y él las cumplirá.

Responsorio

V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Cántico Evangélico

Ant. Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

Cántico de María.
Alegría del alma en el Señor Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

Preces

Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor, que nació de la Virgen María, y digámosle:

Ven, Señor Jesús.

-Hijo unigénito de Dios, que has de venir al mundo como mensajero de la alianza,
haz que el mundo te reciba y te reconozca.

-Tú que, engendrado en el seno del Padre, quisiste hacerte hombre en el seno de María, líbranos de la corrupción de la carne.

-Tú que, siendo la vida, quisiste experimentar la muerte, concédenos superar la sentencia de la muerte.

-Tú que, al venir al juicio, traerás contigo la recompensa, haz que tu amor sea entonces nuestro premio.

-Señor Jesucristo, tú que por tu muerte socorriste a los muertos, escucha las súplicas que te dirigimos por nuestros difuntos.

Pidamos ahora a nuestro Padre que sea la ayuda de nuestra debilidad:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración

Señor, derrama tu gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Conclusión

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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