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Vísperas – oración de la tarde – sábado 21 mayo 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno

Revestidos de blancas vestiduras, vayamos al banquete del Cordero y, terminando el cruce del Mar Rojo, alcemos nuestro canto al Rey eterno.

La caridad de Dios es quien nos brinda y quien nos da a beber su sangre propia, y el Amor sacerdote es quien se ofrece y quien los miembros de su cuerpo inmola.

Las puertas salpicadas con tal sangre hacen temblar al ángel vengativo, y el mar deja pasar a los hebreos y sumerge después a los egipcios.

Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua, ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima: el ázimo purísimo y sincero destinado a las almas sin mancilla.

Oh verdadera víctima del cielo, que tiene a los infiernos sometidos, ya rotas las cadenas de la muerte, y el premio de la vida recibido.

Vencedor del averno subyugado, el Redentor despliega sus trofeos y, sujetado al rey de las tinieblas, abre de par en par el alto cielo.

Para que seas, oh Jesús, la eterna dicha pascual de nuestras almas limpias, líbranos de la muerte del pecado a los que renacimos a la vida.

Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo, que de los muertos ha resucitado, así como también al sacratísimo Paracleto, por tiempo ilimitado. Amén.

Salmodia

Ant. 1 El que realiza la verdad se acerca a la luz. Aleluya.

Salmo 118

Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré: guardaré tus justos mandamientos; ¡ estoy tan afligido! Señor, dame vida según tu promesa.

Acepta, Señor, los votos que pronuncio, enséñame tus mandatos; mi vida está siempre en peligro, pero no olvido tu voluntad; los malvados me tendieron un lazo, pero no me desvié de tus decretos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón; inclina mi corazón a cumplir tus leyes, siempre y cabalmente.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 El que realiza la verdad se acerca a la luz. Aleluya.
Ant. 2 El Señor, libre de las ataduras de la muerte, ha resucitado. Aleluya.

Salmo 15

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: » Tú eres mi bien.» Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.

Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 El Señor, libre de las ataduras de la muerte, ha resucitado. Aleluya.

Ant. 3 Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria. Aleluya.

Cántico Flp. 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se anonadó así mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria. Aleluya.

Lectura 1Pe 2, 9-10

Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios.

Responsorio

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

Cántico Evangélico

Ant. El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os traerá a la memoria todo lo que os he hablado. Aleluya.

Cántico de la Santísima Virgen María

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os traerá a la memoria todo lo que os he hablado. Aleluya.

Preces.

Oremos a Cristo, que resucitado de entre los muertos destruyó la muerte y nos dio nueva vida y digámosle:

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

-Tú que eres la piedra rechazada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular, conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

-Tú que eres el testigo fiel y el primogénito de entre los muertos, haz que tu Iglesia sea también siempre testimonio ante el mundo.

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

-Tú que eres el único esposo de la Iglesia, nacida de tu costado, haz que todos nosotros seamos signos de tus bodas con la Iglesia.

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

-Tú que eres el primero y el último, el que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los siglos, concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

-Tú que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios, alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

Sintiéndonos verdaderos hijos de Dios, digamos a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración.

Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con amor ferviente estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, y que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Conclusión.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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